(...) No me cabe duda de que el lobby antidroga ha exagerado sobremanera los peligros de la cocaína. A ver, estoy convencido de que buena no puede ser, pero ciertamente puede ser disfrutada de vez en cuando, siempre y cuando dispongas de unos ingresos considerables y te odies a ti mismo.
Al contrario que los porros, los hongos o el Vicodin líquido, la coca no altera la realidad, simplemente hace que te resulte más ruidosa y luminosa e incrementa tu interés por el calzado de diseño. Te hace sentir como si estuvieras paseando tranquilamente por la calle -sumido en tus pensamientos- y la persona más inteligente y atractiva que hayas conocido en la vida saliese de repente de un arbusto para piropearte. Esa sensación dura entre dieciséis y veintiún minutos, tras los cuales empiezas a obsesionarte por conseguir más cocaína, un deseo que te obliga inevitablemente a introducirte en la "cultura de la cocaína" (al menos por una noche). La cultura de la cocaína contiene lo peor de todo: las peores conversaciones, las peores amistades y la peor clase de placer indescriptible. Pero, tan pronto como has recibido el empolvado piropo de ese desconocido imaginario, entrar en ella se convierte en el único objetivo de la noche. La gente que quiere cocaína es capaz de mentir sobre cualquier cosa y renunciará para empezar a una integridad que nunca tuvo. Para conseguir cocaína gratis, hay mujeres que se acuestan con hombres con los que, en una situación normal, ni siquiera bailarían. La cocaína te vuelve más popular, pero también más desagradable; la cocaína hace que te sientas culpable por adelantado.
Cuando esnifas perico, aceptas de manera consciente convertirte en un estúpido con la esperanza de parecer enrollado, que es la peor decisión que puede tomar una persona inteligente.
Por eso no soy consumidor de cocaína y por eso (muy probablemente) nunca lo seré.
A pesar de lo cual, en este preciso momento me encuentro en una camioneta Ford metiéndome rayas a las seis menos cuarto con un tipo al que he conocido hace veinte minutos. Y lo estoy haciendo porque -por alguna extraña razón- parece razonable. (...)
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