ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


jueves, 20 de diciembre de 2012

Los amigos del Observatorio recomendamos un libro

Urbano Pérez Sánchez, poeta extremeño y compañero de bolsa y fatigas de interinos, pidió a algunos autores tan importantes como Irene Sánchez Carrón, Fran Rodríguez Criado, Mª Ángeles Pedrera o Víctor Martín que recomendaran un libro para el blog Observatorio del Libro y la Lectura. Luego, seguramente por error, también me lo pididó a mí. En este enlace pueden leer sus consejos junto con el de servidor, que, antes de lograr ajustarse a la brevedad exigida, se explayó así:

“La nieve es nuestra” es un verso de Leopoldo María Panero que da título a un libro de Cristián Gómez Olivares publicado en la editorial de José María Cumbreño, Ediciones Liliputienses. Es decir, se mire como se mire, palabras mayores de poesía.
Primero hay que colocar las pertinentes mayúsculas y los merecidos signos de admiración a la minúscula editorial Ediciones Liliputienses, que lleva ya un año ofreciéndonos, en tiradas mínimas y cuidadas, obras de algunos de los poetas más interesantes de Hispanoamérica y España. Por su parte, José María Cumbreño, el autor intelectual de este bendito disparate, se ha convertido ya en un referente como autor, es decir, que para los lectores poco cultivados, como es mi caso, cada nuevo volumen viene avalado por una vitola de calidad suficiente para vencer los prejuicios tan estúpidos como habituales.
                Así me sucedió con La nieve es nuestra, cuyo autor me era completamente desconocido y que, sin duda, es el mejor libro de poesía que he leído en 2012 (si tenemos en cuenta que Un centro fugitivo, de Álvaro Valverde, es una antología cuyos poemas ya había disfrutado por separado con anterioridad). Y es que, por último, Cristián Gómez Olivares es un poeta chileno, afincado como profesor de literatura en EEUU, que tiene una voz poética a medio camino del cinismo y el pregón de la barra de bar, capaz de conjugar el aforismo más preciso con el verso más rotundo y cuyo libro difícilmente puede ser leído del tirón, por lo arduo que resulta contener a cada rato el impulso de ponerse de pie para celebrarlo como se merece.


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