ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


sábado, 30 de noviembre de 2013

El género Cumbreño

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A muchos o, espero, a alguno de los presentes, tal vez les sorprenda, antes que nada, que hoy presentemos dos libros de un mismo autor. Sin embargo, esto no es tan extraño teniendo en cuenta que José María Cumbreño es un poeta nacido en Cáceres que, desde que debutara en el año 2000 con Las ciudades de la llanura, ha publicado un total de 11 libros y 2 antologías, lo que supone una media de libro por año y, si eliminamos las antologías, de 0,85 libros por año. Además, dirige una de las mejores editoriales de poesía en castellano, Ediciones Liliputienses, que, desde que hace poco más de veintiseis meses comenzara su andadura, ha publicado un total de 36 magníficos libros, es decir, 1,38 libros al mes.
Cabría pensar entonces que Cumbreño se dedica exclusivamente a la literatura, mientras es alimentado por un gotero, hace sus necesidades por una sonda y es espoleado a latigazos, pongamos que uno cada 4,67 minutos, por algún negrero que cobra, pongamos 6,25 euros la hora (según convenio). Pero no, resulta que Cumbreño es profesor de Secundaria en un instituto, lo que suponen unas 20 horas a la semana de clase, más otras 17 reconocidas (no hagan caso a Esperanza Aguirre) de trabajo en casa y que, además, ese centro está en Mérida, lo que suponen 2 horas más de viaje entre ir y volver cada día… A esto hay que sumar que, lejos de vivir en la cueva a la que cabía apuntar por lógica, Cumbreño vive en una casa con su mujer, por suerte, solo una y dos niños pequeños. Además, tiene un blog.
Por todo esto, la primera pregunta que, cuando empiece el coloquio, yo haría si estuviera entre el público sería: ¿cómo cojones lo hace? Bien, en "Una casa llena de ruido", el precioso texto con el que cierra La temperatura de las palabras, tenemos algunos trucos y un resumen:

“Escribir habiendo descubierto que el verdadero dilema
no es escribir o vivir, sino escribir o dormir”

Sin embargo, por mucho que no duerma, el día sigue teniendo 24 horas, y no parece solución suficiente. La única posibilidad sería que Cumbreño sea un genio y tenga un sistema. Con sistema me refiero a que, a la manera de Simenon, desarrolle sus obras con un esquema eficaz pero repetitivo, como un engranaje que le permita automatizar el proceso.
Pues todo lo contrario: Cumbreño tiene un estilo propio, sí, muy reconocible, sin duda, pero su literatura parece partir sobre todo de la búsqueda. Da incluso la sensación de que va descubriendo el mundo, la poesía o alguna reflexión a medida que la va escribiendo. De ahí probablemente su insistencia a la hora de mezclar, revolver y confundir géneros: da la impresión de que Cumbreño, cuando se pone a escribir, no sólo no tiene establecido ningún engranaje perfecto sino ni siquiera trazado un plan previo. De ahí que sepa mezclar con tanto acierto prosa, poesía, memorias o ensayo. De ahí que no le quede más remedio que ser un genio.
En realidad, creo que el único truco de Cumbreño o, al menos, el único que servidor haya podido desentrañar, es su habilidad para encontrar poesía en cualquier parte: en las respuestas de sus alumnos (como la alumna que en la oración Laura quiere a David argumentó que a David era un “Complemento Sentimental”) o, muy especialmente, en la poesía inconsciente de los niños, como cuando su hija Irene le dice a su madre mirándola de cerca: “mamá, en tus ojos estoy yo”.
Hoy Cumbreño viene a presentar dos libros, dos: uno muy fino, muy intenso, muy duro, digamos que de poesía, aunque también contiene varios textos en prosa, llamado Made in china. Y otro más grueso, también intenso a su manera, menos duro, digamos que de memorias, aunque también contiene, sin duda ,poesía: La temperatura de las palabras. Pero vayamos por partes:

MADE IN CHINA (De la luna Libros)



Son treinta y nueve poemas y cuatro textos misceláneos que llevan el mismo título repetido, o mejor, copiado "Made in China". Pero, como todos sabemos, las copias no son nunca iguales al original, si es que el original existe…
Este libro puede parecer muy narrativo, ya que lo que nos cuenta es la relación entre Emilia, una anciana española y Gladys, la inmigrante ecuatoriana encargada de cuidarla en el último periodo de su vida. Sin embargo, esto no quiere decir que el libro sea poco poético, aunque posiblemente guste a gente que normalmente desprecie la poesía, dado que cuenta con unos personajes e incluso distintas ramificaciones, como los hijos y nietos de Emilia, la madre y los hijos de Gladys, el choque cultural y demás. Sin embargo, el mejor resumen del libro viene contenido en el poema llamado "Treinta y seis (Motivos para escribir un libro)":

Hay libros que se escriben (dicen) por necesidad.
Hay libros que se escriben (aseguran) por interés.
Y otros, como éste, simplemente por mala conciencia.

En cuanto al estilo del poemario, también aparece desvelado en el último poema, una poética magnífica que espero que, si le parece, luego Chema lea al completo, pero del que yo voy a extirpar violentamente unos versos que, como digo, resumen la declaración de intenciones del libro:

aunque suene a contradicción,
la literatura, para serlo de verdad,
debe tratar por todos los medios
de no parecer literatura.

Pero quizás el verdadero tema del libro sea reflexionar sobre nuestra condición de extranjeros perpetuos, tantas veces extranjeros de nosotros mismos.


LA TEMPERATURA DE LAS PALABRAS (La Isla de Siltolá)



Como hemos dicho, recoge, a modo de dietario, la vida de Cumbreño desde Enero de 2009 hasta Septiembre de 2011. En estos casi 3 años tiene tiempo de trabajar en una editorial, Littera Libros, escribir, editar, publicar y presentar varios libros interesantes, abandonar la editorial y fundar la magnífica La Biblioteca de Gulliver, enfadarse, dar clases, vivir anécdotas, indignarse, enfadarse, desilusionarse, ver crecer a su hija, enfadarse (tiene cierta tendencia, hay que decir) y, en definitiva, por tópico que suene, a vivir.
Como seguidor del blog de Chema, siempre he admirado su habilidad para meterse en charcos, su incontinencia ante las injusticias y su capacidad para mantener el lirismo e, incluso, el ritmo, aunque esté cagándose en los muertos del último jurado literario corrupto. Por eso, cuando supe que iba a editar un libro que recogía lo publicado en su blog, supuse que iba a ahorrarse ciertas críticas o comentarios a los todopoderosos… Pues no.
            Es un libro cargado de reflexiones y, como decía antes, de búsqueda: asistimos muchas veces al mismo proceso en que Cumbreño lee un libro, le fascina, se pone a buscar al autor por Internet, le localiza, le convence de que no es una broma, que quiere editarle, y le edita.
No hay ningún tipo de poda, aquí se refleja el estado vital de Cumbreño, lo cual, por supuesto, implica contradicciones: así, alguno se sonreirá con que en Febrero de 2010 anuncie su decisión de alejarse del mundo de la edición y que apenas un año y medio después se lance a tumba abierta a una aventura editorial que llevará él sólo.
            Otra vez, el mejor resumen del libro lo hace el propio autor, en un texto llamado, precisamente, "Me gustan las personas que no se esconden" y que está dedicado a Álvaro Valverde. En él, escribe Cumbreño:
“la literatura o es pasión o no es. El café no sabe igual con leche desnatada”


En definitiva, en cualquiera de los dos libros encontrarán mucha pasión y literatura poco desnatada. Para resumir, Made in China es un libro, principalmente, de poesía, que contiene varios de los elementos por los que admiro a Cumbreño como escritor. Por su parte, La temperatura de las palabras es un libro, sobre todo, de memorias, que contiene muchos de los elementos por los que admiro a Chema como persona.

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