(puedes leer la entrevista completa aquí)
-¿Qué queda del becario de la Fundación de Antonio Gala?
-La ilusión por escribir y por intentar hacerlo por encima de todas las cosas. La función que tenía la Fundación era o bien convencernos de que debíamos dejarlo porque la creación no era lo nuestro o bien todo lo contrario. Después de escribir incansablemente durante nueve meses, comprendí que lo que pudiera hacer fuera de la literatura sería tiempo perdido. Sin la Fundación Gala no hubiera tenido ese impulso de sentir que lo que hago es importante. De ahí que mis grandes enemigos sean las palabras hobby o afición. Si uno es poeta debe serlo veinticuatro horas al día, siete días a la semana, con todo lo malo que ello implica, ya no solo la cuestión económica, sino el hecho de vivir constantemente en una nube de hipocondría y paranoia, el sufrimiento de estar siempre reflexionando sobre la condición humana. Cuando nos pagan, las pocas veces en que lo hacen, es precisamente por ello, por estar siempre pensando.
-Aseguras que “lo único insostenible es la esperanza”.
-El último verso de mi próximo libro defiende justo la idea contraria, algo así como “el coral blanquecino y reseco ofrece todavía una esperanza”. Son voces poéticas que surgen y ponen de manifiesto ciertas contradicciones, de ahí a veces diga una cosa y la contraria. Personalmente, creo que estamos en un punto muy malo desde el punto de vista ecológico, planetario, tal vez un punto de no retorno. Ese puede ser básicamente el mensaje de Basura, mi libro más intenso. En algún otro poemario aún no publicado, cambio el tono y hablo del planeta como algo que nos sobrevive a todos.
-Tienes un gran dominio de los registros formales.
-Me gusta cambiar, pero creo que el verso clásico debe estar de fondo asomándose más o menos, pero siempre como punto de partida. Yo no sabría escribir un verso libre sin haber entrenado previamente el oído con una métrica que ha funcionado durante siglos y que responde a intuiciones que se han ido formando de acuerdo a las estructuras reales del lenguaje. A veces nos pueden sonar manidas, de acuerdo, pero no se puede menospreciar el trabajo de cientos de escritores a lo largo de la historia.
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