EL SOÑADOR
Vicente Gallego
Una noche dijiste, padre,
poniéndome en la frente
un fresco paño:
no temas a los sueños.
Yo volvía del mundo
más real que conozco,
donde afila
la vida sus ultrajes. .
¿Dónde estabas
cuando fui perseguido,
cuando casi,
cuando ya me tenían?
Un alma tan menuda
y ya en asedio.
Cuando alzaron
esta carne ensartada:
¿por qué no me asistió
tu brazo fuerte,
por qué no te acercaste
a susurrarme
que era todo un engaño
hasta aquel escondido matadero?
Y aunque hubieras logrado
llegar aguas abajo hasta el profundo
lugar de mi extravío
por ahorrarme el mal sueño,
por tenerme avisado,
¿cómo hubiera podido yo creerte
que no había razón para temer;
que aquel cuerpo de duelo
no dolía;
que aquel pánico mudo
no era el mío?
Quién sabrá convencer al soñador
de que está descansando,
si de pronto
hace pie en carne viva
sobre una tierra dura
como todas,
si allí se ve despierto y abrumado
como nunca lo estuvo.
En mitad de la noche
me ha llamado mi hijo:
volvía de lo hondo;
traía del viaje
en las pupilas
un pavor verdadero;
lloraba amargamente
una certeza.
Y me vi repitiendo
gustando con mi lengua su congoja-
las palabras más falsas:
no temas a los sueños.
Cualquier niño comprende
muy pronto que esta vida
es un doble trabajo,
y siempre cierto:
galeras con el sol,
más remo en el nublado.
En esta casa, ahora,
duermen tres,
y siempre duermen solos.
El que me llama padre,
la que me dice amigo,
¿dónde van cada noche
que no sé defenderlos?
Las tres banderas negras
y oscuro el mar vinoso,
ya se acercan los buques
que habrán de separarnos.
Qué solo el soñador:
el que despierta
y vuelve a despertar
nunca sabe en qué orilla
de este sueño tan vivo
Si temieras morir.
Vicente Gallego.
Incluido en sus colecciones de poesía completas
y en la antología de Tu sangre en mis venas (Renacimiento).
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