ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


lunes, 7 de enero de 2013

Bendita locura: Ediciones Liliputienses y Puerta Tannhäuser de Plasencia



Es un tópico tan obligado como cansino comenzar una presentación diciendo, primero, que se está encantado de estar en un lugar como en el que se está (y enumerar las características, positivas, de dicho lugar); segundo, que es mayor, si cabe, el placer de compartir mesa con alguien como X (rellénese el hueco con la persona consabida) y, tercero, que es un privilegio, gusto u honor presentar lo que se viene a presentar
Así que me disculpo por ser tan poco original, pero voy a cumplir todos los tópicos con la única salvedad de cambiar el orden: primero, les voy a contar por qué es un gustazo estar aquí, después, por qué es un gustazo presentar lo que voy a presentar y ya por último hablaré del hombre a mi derecha.
Así, tengo que decir que hoy estoy especialmente encantado de estar en el lugar en que estoy y que, en este caso, no es un tópico decir que me siento como en casa, pues invierto aquí bastante del mucho tiempo libre y también bastante del poco sueldo que tengo; porque Álvaro incluso se permite la broma de llamarnos a Víctor Martín y a mí los “poetas residentes” de La Puerta Tannhauser y porque, excepto porque aquí bebo un poco más y aún tengo crédito, esto cada vez se parece más a mi casa: de hecho, aproximadamente la mitad de los libros de la estantería de segunda mano, son míos.
            En segundo lugar, es un gustazo estar presentado esto porque hoy podría hablarles de cualquiera de los libros editados por La Biblioteca de Gulliver, ya un total de 20 autores, porque son todos unos gigantescos poetas, en su mayor parte con una buena cantidad de pretérito acumulado en América Latina, aunque, tengo que admitir, no les hubiera conocido de no haber sido por estas ediciones liliputienses de 50 o 60 ejemplares que saca San José María Cumbreño. Pero, claro, se habrán dado cuenta de que esto, así contado, no tendría sentido: la semana pasada vinieron a presentar un libro sobre Aníbal Núñez y, además del autor (Fernando R. de la Flor) y el editor (Fabio de la Flor), llamaron para presentarlo a San Álvaro Valverde. ¿Por qué? Pues, supongo, primero, porque es San Álvaro Valverde y tiene un prestigio detrás y, segundo, porque es reconocido lector de Aníbal Núñez y, dicen, su huella se puede observar en su ya dilatada obra.
Yo, como no tengo ningún prestigio para estar aquí al lado de este hombre ni para hablar de estos autores y, por no tener, no tengo ni obra en la que buscar, o no, huellas, me veo obligado a pensar que si estoy aquí es por un bendito error o porque soy uno de los “poetas residentes de La Puerta” y Chema se puede haber pensado, erróneamente, que nos hacen descuento. O, quizás, porque ante la menor oportunidad siempre digo que el mejor libro de poesía que he leído en 2011 fue ¿Por qué hay un plato que gira dentro del microondas? y el mejor libro de poesía que he leído en 2012 fue La nieve es nuestra (teniendo en cuenta, claro, que Un centro fugitivo de San Álvaro Valverde era una antología compuesta por poemas que ya conocía). Así que supongo que Chema pensó, erróneamente, que mi entusiasmo supliría mis carencias y, en base a eso, voy a hablarles de los libros que más me han gustado. Concretamente, de estos cuatro:


La nieve es nuestra (CRISTIÁN GÓMEZ OLIVARES)


Como digo, el mejor libro que he leído en 2012 y, para el que, con razón, no se fíe de mi juicio, también es el que tiene mejor relación calidad-precio porque yo diría que ese el más extenso de los Liliputienses, con 100 páginas justas.
Su autor, Cristián Gómez Olivares es un poeta chileno, afincado como profesor de literatura en EEUU y en este libro eso tiene mucha importancia: la sensación de extrañamiento, el hartazgo y la incomprensión por el mundo que le rodea que, como es una sensación por la que todos pasamos en algún momento y como además está escrito maravillosamente, nos vale para cualquiera, ya seamos profesores de literatura aquí, conductores allá o simplemente personas. Dentro de muy poco, San Juanra(món Santos) nos trae a Antonio Orejudo a la Sala  Verdugo, que ha escrito la novela con la que más me he reído en mi vida, Un momento de descanso y que se centra en ridiculizar el esperpento del sistema universitario tanto en España como en Estados Unidos. Cristián Gómez no opta por la sátira, sino por una crítica a medio camino del cinismo absoluto y el pregón desesperado de barra de bar. Por ejemplo, es absolutamente increíble el poema “Única fe”:

ÚNICA FE 
(My only faith’s in the broken bones and bruises I display)
Lo único que le pediría a los encargados de los departamentos de
español es que de una vez por todas comenzaran a enseñarnos
español. No creo en la inmersión, no creo lo del communicative

approach, perdónenme: pero tampoco le creo a ninguno de
ustedes (cada vez que dicen la tema de hoy en una clase
de estudiantes de post-grado, cada vez que me preguntan

¿cómo está tu marida? y ganan esos mismos ochenta
mil dólares con que podría financiar las visitas al
médico de mi hija. No tengo nada en contra de

ustedes, pero de una vez por todas déjense de confundir
literatura con buenas intenciones, no hay nada más
insoportable que la mentira consuetudinaria de

elevar la visión de los vencidos a la categoría de un
clásico que les asegurará un par de becas y muchas
pasantías en esos lugares de los que tanto han

aprendido, salvo su lengua: han visitado tantas veces
el mismo Santiago que me vio morir, pero literalmente
no se han bañado nunca en el mismo río que nosotros:

al menos dejen de cobrarnos los impuestos que antes
nos cobraron con la figura ominosa de una tradición
a la que tampoco pertenecimos ni me interesa: esos

listados infinitos son la guía telefónica de la exclusión
(…)

También resultan representativos de esa sensación de orfandad identitaria estos versos del poema “La caída”


Los adultos que nos vemos
cada vez que alguno de nosotros
tiene que organizar un cumpleaños
nos sentamos alrededor de una

cerveza que no es original de
ninguno de nuestros países.
De lo único que podemos
hablar es de lo único que no
nos interesa.

Tiene un estilo curiosísimo, con versos entrecortados (no es que yo lea horriblemente mal, o no solo es eso) y es capaz de conseguir auténticos aforismos de una certeza incontestable. He de reconocer con vergüenza ante el editor que tengo el libro completamente subrayado por sentencias como estas:

-Los fantasmas de la juventud recién perdida se mezclan con los fantasmas
de la madurez que aún no llega.

-El mundo es una catástrofe tranquila...

Pero Cristián Gómez no se queda ahí sino que su poemario también posee concesiones al romanticismo de una intensidad remarcable, como
Cuando tu cuerpo era todavía una apuesta
y las deudas no nos importaban

O, incluso, guiños humorísticos como:
A vos te llevaron preso: al otro día fui a buscarte y ya te habían soltado.
Ni los pacos te aguantan más de una hora.

O una que me viene a mí al pelo para el día de hoy: “Me han dado una segunda oportunidad: he venido aquí a desperdiciarla”


Autosuficiencia en la (ELENA ROMÁN)


Con Elena Román mi analfabetismo resulta más flagrante, porque es una cordobesa que vive en Toledo, que, además, tiene un montón de premios en su haber (como el Poesía de Barcarola o el Villa de Bilbao…) y que, de nuevo, no hubiera conocido de no haber sido por este cacereño. Tiene un estilo aparentemente sencillo pero brillantísimo que se sustenta en juegos de palaras muy serios y que contiene toda la lógica que, a veces, solo es capaz de desvelar el absurdo. Por ejemplo, el primer poema del libro

Dinámico
Vengo del sur y no toco las palmas,
vivo en el centro pero a un lado.
Ahora que al fin tengo sitio
no sé dónde guardar las cosas
que antes no me cabían:
objetos descatalogados cuya costumbre
era estorbar y que hoy
quisieran destrozar los cajones
en un canto a la libertad dinámico.
De momento, soy feliz
en esta casa que han tenido que pintar
para que no huela a los muertos que la habitaron.

Podría leerlos todos y así observarían ese juego entre naïf y terrible, con unos finales impactantes como aldabonazos… pero tampoco les quiero reventar el poemario y comentarlos mucho parece casi como intentar explicar un chiste: es decir, que se nota demasiado si eres tú el que no lo ha entendido. Por eso, les recomiendo todo el poemario y, para el que no se fíe, con razón, de mi juicio, que sepa que también lo recomienda Santa Irene Albert. Dicho lo cual, doy por suficiente el apartado de la autosufiencia con estos versos:
“Soy fuerte como una niña
tumbada en la hierba
sacando nubes de entre sus uñas”

Por qué hay un plato que gira dentro del microondas (MANUEL DEL BARRIO DONAIRE)



En cuanto a Manuel del Barrio, me parece un auténtico genio y el mejor poeta de todos. Ojo, no me refiero al mejor poeta de los cuatro de los que voy a hablar hoy, ni al mejor poeta del catálogo de La Biblioteca de Gulliver, sino al mejor poeta contemporáneo en castellano. Entiéndase “contemporáneo” en el sentido estricto de “autor que mejor refleja lo está sucedienco con palabras de ahora”, en este caso, mediante referencias al Starbucks, Ikea o Facebook, pero sin caer en el nocillismo, la frivolidad o el chiste fácil, sino absolutamente cargadas de sentido. Para que se hagan una idea, así:
La belleza es mi religión e Ikea me la ofrece embalada en paquetes planos.

Cuando entro en Starbucks y pido un café tengo que decir mi nombre,
que es como decirme a mí mismo y fabricarme de pronto, 
 […]  
Esa es mi identidad, ahora mi vaso dice quién soy,
lo rodeo con mis manos, está caliente, es suave, blanco, de cartón. 
 […]
Sangre de mi sangre a 82º C. Eso es lo que soy.
Salgo a la calle para que la gente pueda verlo.

En palabras de Víctor Martín: tras la corteza pretendidamente coloquial y, a veces, humorística, aparece a poco que masquemos, un regusto amargo, incómodo. Es este un libro que debe leerse con precaución: uno puede, entre risas y blablablá, encontrarse de repente a solas con su propia estupidez.

Ahora van a disfrutar de un poema de Manuel del Barrio "interpretado" por sí mismo. Como ya les he leído algunos de sus versos, se habrán dado cuenta de que Del Barrio es un genio que, además, sabe hacer el payaso y no, como tanto abunda, uno de esos payasos que intentan hacerse pasar por genios:




Aprovecho también para anunciarles (no todo iba a ser perfecto) que José María Cumbreño acaba de cometer el primer error desde que empezó la aventura de Ediciones Lilputienses y nos ha pedido  a Víctor Martín y a mí que hagamos el prólogo de la reedición de este poemario, por lo que hemos decidido aprovechar esta presentación para pedirle públicamente que, aparte de nuestro prólogo, en la reedición incluya este poema:

SÁBADO
Paso la tarde del sábado jugando a la play
y viendo Lost in Translation por cuarta o quinta vez
mientras pienso que debería dejarme de gilipolleces
y escribir
no sé muy bien el qué
pero escribir algo,
un poema, cualquier cosa para actualizar el blog
y no sentirme culpable cuando esta noche salga
y me introduzca entre la juventud
y me beba unas cervezas
y las mujeres me miren como a uno más sin saber que yo
no pierdo el tiempo viendo el fútbol o la fórmula uno porque yo 
soy escritor joder y si me las quiero follar
no es por follar
sino para escribir sobre ello
y ser alguien en la vida
y poder mirar atrás.




Postales (FRANK BÁEZ)


En cuanto a Frank Báez, un dominicano del 78, es bastante inclasificable, tanto que voy a leer unos cuantos fragmentos de distintos poemas y, creo, solo van a creerse que se trata del mismo poeta porque no me verán cambiar de libro. Es cierto que tiene un estilo absolutamente peculiar y reconocible, pero que sabe moverse en distintos frentes: más intelectual (con citas a Bolaño, Anne Sexton o Kafka) como humorístico o musical (de hecho, tiene un grupo de Spoken Word llamado El Hombrecito en el que con base electrónica y dejes latinos van recitando poemas de Frank Báez, que ya es un Liliputiense o de Homero Pumarol, que está a punto de serlo. Sirva de ejemplo uno de mis poemas preferidos del libro, aquí transformada en la magnífica canción "Treinta años":



Por cierto, Postales ganó el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña y ha sido editado en Costa Rica, Argentina y República Dominicana, está siendo traducido al inglés y aquí, por el momento, solo se puede encontrar gracias a La Biblioteca de Gulliver.



Para culminar mi ristra de tópicos, me faltaba hablar del placer de compartir mesa y micro con rellénese el hueco en este caso con… José María Cumbreño. Y me temo que también lo voy a cumplir, primero, por la admiración que le tengo como escritor, segundo por la admiración que le tengo como loco y tercero por el sitio en que se produce. Y es que de José María Cumbreño había oído hablar gracias a Víctor Martín, que me había prestado su libro Retórica para zurdos gracias a lo que comencé a admirarle como poeta y a buscar el resto de su obrar para admirarle aún más. Pero, de nuevo Víctor Martín, me contó algo de su plan de autoeditar libros en tiradas mínimas… Así que, como comprenderán me esperaba encontrar a un loco barbudo y, sin embargo, hace poco más de un año, le conocí justamente en la presentación de los 3 primeros ejemplares de La Biblioteca de Gulliver en La Puerta Tannhauser de Plasencia (el mismo día que presentaba  el último libro de Juan Ramón Santos): cuál sería mi sorpresa cuando vi que era un loco sin barba…

Y esto de loco lo digo totalmente en serio o, al menos, tan en serio como hace 15 meses se hablaba de los locos que iban a montar una librería-café en un pueblo como Plasencia y se hacían apuestas sobre cuánto iban a durar, los pobres… Y aquí estamos, 15 meses de Puerta más tarde y 18 libros de La Biblioteca de Gulliver  después, pensando si no será cierto eso que decía Carlo Dossi acerca de que "los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios".

Yo, como habrán podido observar en esta presentación, nada tengo de sabio, pero incluso servidor es capaz de apostar por caballo ganador de vez en cuando. Así que les recomiendo que sigan a estos locos, tanto a José María Cumbreño y sus Ediciones Liliputienses como a Álvaro y Cristina y su Puerta Tannhauser. Porque, oigan, igual al final tampoco llegan a nada. Pero, eso sí, por el camino vamos a aprender algo y a pasarlo de puta madre. Que no sé si es de lo que se trata, pero sí de lo que se debería de tratar.