Si algo nos enseñaron Aquarius y
el Cholo Simeone es que no hay nada imposible en esta vida:
Finalmente, tras haberme
presentado en 2008 y 2010 y no haber podido intentarlo en 2012, puedo confirmar
que he sacado mi plaza fija de funcionario como profesor de Lengua Castellana y
Literatura.
Por eso, antes de perder la
consciencia y, tal vez, la memoria, por una celebración que deje en bragas la
visita de El Cigala a El Hormiguero, me gustaría acordarme de mi querida
Carmela TC, que en los días previos al examen me enseñó, literalmente, más de
Pragmática e Historia de la Lengua de lo que aprendí en 4 años de carrera; de
mi hermana, Sara Pd, que me ayudó más con mi Programación y mis “defensas” que
el mismísimo Actimel; de mis padres, Puri Dacosta Peña y Manolo Peña Sanz, sin
quienes nunca me habría presentado en 2008 y que, desde entonces, me han
suministrado en todo momento ayuda económica, moral y humanitaria y, muy
especialmente, de María Ponz, que ha sido la mejor chófer, coach, informática,
preparadora, psicóloga y cómplice, capaces todos de lidiar con mis tremendos
problemas a la hora de concentrarme, esforzarme, acordarme de lo importante o,
simplemente, centrarme un poco. Gracias eternas, sus quiero.
Bien, dicho esto, toca divagar un
poco:
Considero que uno de los grandes
fallos de este país desde la Transición fue no lograr hacer de lo público un
fortín libre de mamoneos y enchufes que admitiera solo a los mejor preparados.
Dado que actualmente estamos a ver si podemos corregir algunos de los fallos de
entonces, deberíamos tenerlo en cuenta a la hora de reclamar un sistema de
acceso menos arbitrario y mejor, con más garantías, derechos y respeto hacia
quien se juega mucho tiempo de esfuerzo. En cambio, hoy en día, las oposiciones
son un sistema injusto que no mide la valía como profesor de quien se presenta
y que, además, son demasiado subjetivas y aleatorias como para asegurar que
premian a quien más se ha esforzado en hacer bien el examen, y esto no debe
olvidarse nunca, te toque tener suerte o no. Por ello, sin querer insinuar que
vaya a renunciar a mi plaza (¡JA!) o que me haya estado tocando los huevos con
la misma intensidad los 12 meses del año, estoy seguro de que hay varios
centenares de personas que se lo han merecido más que yo y que no han tenido la
misma fortuna. Por eso, aprovecho también para acordarme de, entre otros, Lydia
o Marian, confiando en que el sistema será un poco menos injusto cuando ellas
saquen plaza en unos días o en 2015.
Y ahora sí, me voy a celebrar.