ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


viernes, 22 de noviembre de 2019

"PURA PASIÓN" de Annie Ernaux

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Entre las citas de la faja de la nueva edición de Pura pasión en Tusquets, llama la atención que Luna Miguel diga haber leído el libro tantas veces en tan pocos días. Hasta que te haces con el libro y compruebas que este ejercicio de autoficción, aparentemente una confesión cargada de honestidad brutal, es una novelita muy corta que, sin dificultad, se lee de un tirón más o menos apasionado.

Dejo a continuación, como siempre, algunos de sus párrafos más destacados con la precaución habitual a la hora de destripar lo menos posible de una trama que, probablemente, sea lo de menos.

Sin duda, una acaba por acostumbrarse a ver estas cosas, pero la primera vez trastorna bastante. Han pasado siglos y más siglos, centenares de generaciones, y tan solo ahora se puede contemplar algo así, un sexo de mujer y un sexo de hombre que se unen, el esperma; lo que no se podía contemplar casi sin morir se ha convertido en algo tan fácil de ver como un apretón de manos. Me ha parecido que la escritura debería tender a eso, a esta impresión que provoca la escena del acto sexual, a esta angustia y a este estupor, a una suspensión del juicio moral. (...)
Desde septiembre del año pasado no he hecho más que esperar a un hombre: he estado esperando que me llamara y que viniera a verme. Iba al supermercado, al cine, llevaba la ropa a la lavandería, leía, corregía exámenes, actuaba exactamente igual que antes, pero si no hubiera tenido la costumbre de hacer estas cosas, me habría resultado imposible, salvo a costa de un esfuerzo aterrador. Al hablar es cuando tenía, sobre todo, la impresión de vivir llevada por mi impulso. Las palabras y las frases, hasta la risa, se formaban en mis labios sin la intervención real de la reflexión o la voluntad. Por lo demás, tan solo guardo un vago recuerdo de mis actividades, de las películas que vi, de las personas con las que me relacioné. Todo mi comportamiento era artificial. Los únicos actos en los que actuaba con voluntad y deseo, y algo que debe de ser la inteligencia humana (prever, sopesar los pros y los contras, evaluar las consecuencias), tenían todos alguna relación con ese hombre: (...)
Así, al leer en Vida y destino de Grossman que «cuando se ama se cierran los ojos al besar», pensaba que A. me amaba, puesto que me besaba de esta manera. Después, el resto del libro volvía a convertirse en lo que supuso para mí cualquier actividad a lo largo de un año, una manera de pasar el tiempo entre dos citas. (...)
Aquello solo duraba unas horas. Yo no llevaba reloj, me lo quitaba justo antes de que llegara. Él se dejaba puesto el suyo y yo temía el momento en que lo consultara discretamente. Cuando me dirigía a la cocina a buscar cubitos de hielo, levantaba la mirada hacia el reloj de pared colgado encima de la puerta, «solo quedan dos horas», «una hora», o «dentro de una hora yo estaré aquí y él se habrá marchado de nuevo». Me preguntaba con asombro: «¿Dónde está el presente?». Antes de irse, se volvía a vestir con calma. Yo le miraba mientras se abrochaba la camisa, se ponía los calcetines, los calzoncillos, el pantalón, se giraba hacia el espejo para hacerse el nudo de la corbata. En cuanto se hubiera puesto la americana, todo se habría acabado. Yo no era más que tiempo pasado a través de mí. (...)
Naturalmente, no me lavaba hasta el día siguiente para conservar su esperma. Calculaba cuántas veces habíamos hecho el amor. Tenía la impresión de que, cada vez, se había añadido algo más a nuestra relación, pero también de que precisamente esa acumulación de gestos y de placer era, sin duda, lo que iba a alejarnos al uno del otro. Estábamos agotando un capital de deseo. Lo que se ganaba en el orden de la intensidad física se perdía en el del tiempo. (...)
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En la peluquería vi a una mujer muy locuaz, a la que todo el mundo contestaba con absoluta normalidad hasta que, con la cabeza echada hacia atrás en la pila, dijo que «la estaban tratando de los nervios». Al punto, de manera imperceptible, el personal empezó a dirigirse a ella con distante circunspección, como si esa confesión irreprimible fuera la prueba de su desvarío. Yo también temía parecer anormal si hubiese dicho: «Estoy viviendo una gran pasión». (...)
hubiera preferido mantener esta historia completamente en secreto ante mis hijos, al igual que antaño siempre les había ocultado a mis padres mis ligues y mis aventuras. Sin duda, para evitar que me juzgaran. También porque padres e hijos son los que menos pueden aceptar sin malestar la sexualidad de quienes carnalmente les son más cercanos y les están siempre más prohibidos. Pues aunque los hijos nieguen la evidencia que se manifiesta en la mirada perdida y en el silencio ausente de su madre, en determinados momentos para ella no cuentan más que para una gata en celo que se muere de impaciencia. (...)
No estoy narrando una relación, no estoy contando una historia (que solo capto a medias) con una cronología precisa, «vino el 11 de noviembre», o aproximada, «transcurrieron unas semanas». Para mí no había cronología en esa relación, solamente conocía la presencia o la ausencia. (...)
Yo tenía el privilegio de vivir desde el inicio, constantemente, con plena conciencia, lo que siempre acaba por descubrirse con asombro y perplejidad: el hombre al que se ama es un extraño. (...)
es un error considerar a quien escribe sobre su vida como un exhibicionista, porque este último solo tiene un deseo: mostrarse y ser visto en el mismo instante.) (...)
Me hallaba en un estado en el que ni siquiera la realidad de su voz conseguía hacerme feliz. Todo era una carencia sin fin, salvo el momento en que estábamos juntos haciendo el amor. Y, aun así, me obsesionaba el momento que vendría a continuación, cuando se hubiera marchado. Vivía el placer como un dolor futuro. (...)
El pretérito imperfecto que he utilizado de manera espontánea desde las primeras líneas corresponde a un tiempo que yo no deseaba que acabara, el de «en aquel entonces la vida era más hermosa», el de una repetición eterna. (...)
Cuando empiece a escribir este texto a máquina, cuando se me aparezca en letras de molde, mi inocencia se habrá terminado.(...)
Él me había dicho: «No escribas un libro sobre mí». Pero no he escrito un libro sobre él, ni siquiera sobre mí. Me he limitado a expresar con palabras —que sin duda él no leerá, ni le están dirigidas— lo que su existencia, por sí sola, me ha dado. Una especie de obsequio devuelto. (...)
Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida de intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer. (...)

La casada infiel de Lorca, Leonard Cohen y Jon Juaristi


Hoy sale a la venta el disco póstumo de Leonard Cohen, Thanks for the dance. Se trata de una colección de 9 canciones armadas por su hijo Adam a partir de los recitados que dejó esbozados su padre. La tercera pista del álbum es "The night of Santiago", una recreación del poema "La casada infiel" de Federico García Lorca, a quien el canadiense idolatraba (no olvidemos que su hija se llama Lorca y a este autor dijo deber casi toda su voz como poeta en su célebre discurso al recoger el Premio Príncipe de Asturias de las Letras).




Dejo a continuación el poema original de Lorca y la partircular versión de Leonard:

LA CASADA INFIEL
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
*
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.



THE NIGHT OF SANTIAGO
She said she was a maiden
That wasn't what I heard
For the sake of conversation
I took her at her word
The lights went out behind us
The fireflies undressed
The broken sidewalk ended
I touched her sleeping breasts
They opened to me urgently
Like lilies from the dead
Behind a fine embroidery
Her nipples rose like bread
Then I took off my necktie
And she took off her dress
My belt and pistol set aside
We tore away the rest

The night of Santiago
And I was passing through
So I took her to the river
As any man would do

Her thighs they slipped away from me
Like schools of startled fish
Though I've forgotten half my life
I still remember this
Now, as a man I won't repeat
The things she said aloud
Except for this, my lips are sealed forever
And for now
And soon there's sand in every kiss
And soon the dawn is ready
And soon the night surrenders
To a daffodil machete
I gave her something pretty
And I waited till she laughed
I wasn't born a gypsy
To make a woman sad

The night of Santiago
And I was passing through
I took her to the river
As any man would do
The night of Santiago
And I was passing through
I took her to the river
As any man would do

I didn't fall in love of course
It's never up to you
But she was walking back and forth
And I was passing through
When I took her to the river
In her virginal apparel
When I took her to the river
On that night of Santiago
And yes she lied about it all
Her children and her husband
You were born to judge the world
Forgive me but I wasn't

The night of Santiago
And I was passing through
I took her to the river
As any man would do
The night of Santiago
And I was passing through
I took her to the river
As any man would do

The night of Santiago
And I was passing through
So I took her to the river
As any man would do

The night of Santiago
And I was passing through
So I took her to the river
As any man would do.

Sin embargo, me sigo quedando con la versión de Jon Juaristi en Diario de un poeta recién cansado:

LA CASADA INFIEL
Un día de Aberri Eguna
me puso en un compromiso.

Después vivimos una historia
de amor, maría y luna llena
frente a la playa de Zarauz
que habría matado de envidia
a cualquier arábigo-andaluz.

Yo me la llevé a la playa
la noche de Aberri Eguna,
pero tenía marido
y era de Herri Batasuna.

Me porté como quien soy,
como un euscaldún legítimo,
y para olvidarla pronto
le regalé un prendedor
con un verso, una icurriña, una pluma y una flor,
y un libro de Patri Urkizu
forrado en raso pajizo.
Diario de un poeta recién cansado (1985)

miércoles, 13 de noviembre de 2019

"Hombre blanco hablar con lengua de serpiente..."

"Tú ganar gran elección,
ahora tú ser presidente.
Hoy decir que esa alianza
ser de toda confianza,
incluso muy conveniente..."

viernes, 1 de noviembre de 2019

PATRICIA GONZÁLEZ: algunos poemas de OTRO CASO DE INSEGURIDAD.


Patricia López es una escritora y gestora cultural argentina. Hasta el momento ha publicado Maldad, cantidad necesaria (2013, Milena Caserola & Llanto de mudo), Doliente (2016, Cospel ediciones)  y Otro caso de inseguridad (2018,Santos Locos).

Yo llegué casualmente a su poesía y, tras quedar deslumbrado, compartí una selección de algunos poemas de Doliente en esta entrada de mi blog (que desde entonces ha superado ampliamente las 1000 visitas, convirtiéndose en una de las 10 más vistas).

Ese libro llegó, junto con mi recomendación, a manos del infatigable Chema Cumbreño, quien no ha podido resistirse a incluirlo en el magnífico catálogo de Ediciones Liliputienses.
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A continuación comparto unos poemas de Otro caso de inseguridad, su último y probablemente mejor libro hasta la fecha, con la esperanza de que también acabe pronto cruzando el Atlántico.
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Relaciones forzadas
Me acuerdo del aliento
de mi maestra Cristina
cuando empecé a distinguir
lo bueno de lo malo.
Cuando sentí en mí
la combinación de labial
mate y madrugar en la boca
supe que había crecido.
Me acuerdo de mi maestra
Alicia y la seño de inglés
¿por qué llorás? ¿qué perdiste?
—una amiga
fueron las primeras adultas
que se me rieron en la cara
fue la primera vez
que escribí un poema
fue mi primera
relación forzada
cuando la obligaron
a compartir conmigo.
Me acuerdo del jardín
la primera vez que
me sentí distinta
un cumpleaños donde perdí
un juego
en el que no hinchaban por mí
y que si ganaba
tampoco iban a festejar.

Toda mujer que no sea yo
es una amenaza,
me incluyo.

Yo también
Cometí un crimen
te vi mirar
hice algo peor
lo señalé
te conté mi dolor
entregué el poder
reclamé que
no intentes
disimular
fui violenta,
te pedí el deseo.

Déjenme
ejercer
mi derecho
a elegir mal.
Déjenme estar triste,
es lo que mejor
me sale.

Salgo a refrescarme cuando
estoy a punto de crear algún tipo
de muerte doméstica.
Cuando supero la pereza y por fin
decido querer morirme
de a montones me abrazan
huelen mi pelo y sonrío
dicen mi nombre
destacan mi perfume
y asocian mi sonrisa con
la palabra siempre.
Por no traicionar su idea
paso el plan para después
la muerte aún no está madura
la muerte vive con su madre.

¿Por qué no debería doler lo que duele?
¿De dónde sacaron que
la desesperación se elige?
Qué hacemos con
las horas de charla
con toda la
literatura universal
las canciones
el cine
qué hacemos
con el sufrimiento
los egresados
de esa escuela
si sólo debemos
estar bien.

Otro caso de inseguridad
Pensaba en cosas peores
que me saquen de cosas feas,
pagarle a alguien
que pueda con mi muerte,
si hay que morir,
al menos, que coma una familia.
Los noticieros van a decir:
“Otro caso de inseguridad”
Joven asesinada;
linda, futuro por delante.
El encargado va a contar que era buena,
no molestaba a nadie,      que sonreía.
El resto va a decir que
el pibe que sí merece morir
—porque no estudió, porque por suerte no ama—
aún sigue prófugo.

Entre morir o viajar
elegí la opción
más cara.
Vi a Venus radiante
desde una ruta de San Pablo
y volví a sentir los músculos
de la sonrisa
escuché una voz que decía
mi nombre y que
me dejaba dormir
que parecía cansada
una voz que
me invitaba a una fiesta donde
comprobé que aún
conversaba con el ritmo
una voz que me invitaba a pasear
y me preparaba un sandwich
una voz que se dio cuenta
que no estaba comiendo
repetía mi nombre y me daba café
una voz que me enseñaba otro idioma
una voz que me felicitaba
por saber
una mano que me llevaba a pasear
y me señalaba
frutas que no conocía
—te ponés contenta tan sólo viendo las frutas
sentí jugos nuevos en la lengua
y mi sabor más crecido
escuché mi nombre muchas veces junto a
palabras sanas
después de mucho tiempo
tuve una mano con libros que me abrían los ojos
y cambiaron el humor de mis lágrimas
—Todavía seguís siendo esa chica 
que se emociona al leer un poema
tuve una mano que revolvió mi pelo
esta vez con una caricia
encontré un vuelo a mi ánimo
que pagué en cómodas cuotas

Menos mal
que no escribí
con tanta firmeza
que quería morirme
menos mal
que me bañé casi todos los días
menos mal
que comí de vez en cuando
menos mal que pedí ayuda
aunque nadie podía

Soy incoherente con la época
seguir deseando lo que tengo
es mi mejor desastre;
si no hay nada que romper
no encanta,
si la presa está cazada
no hay hombre
volver a penetrar la herida
es aburrido
nada que pueda resolver en este momento.

No existe aún
quien no me haya extrañado
al ocupar a otra por primera vez,
no existe quien haya recuperado
su sexualidad entera después de mí,
soy el fin de todas las cosas

El sometimiento es un molde de la muerte

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¿Cuántas veces
está permitido
llorar por lo mismo?

Pongamos los corpiños sobre la mesa
la compañía está sobrevaluada
iba a amar a alguien
pero me lo dejé para un poema.

Amar
eso que se dice amar,
una vez.
Al resto sólo los quise
para mí.

Nadie es profeta en su género

Otro caso de inseguridad 
Patricia González.
(Santos Locos, 2018)