El próximo viernes 26 de octubre se presenta en Plasencia La piel caduca, un estupendo libro de relatos de Lucía Marín, avalado por el gran Paco Najaro y su editorial, RIL Ediciones.
ARREBATOS ALÍRICOS
Me fui sobreviviendo como pude
(José Luis Piquero)
martes, 23 de octubre de 2018
martes, 9 de octubre de 2018
CONTRA LA IZQUIERDA: para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI.
La colección de mini-ensayos o panfletos agrupada en la colección Nuevos Cuadernos Anagrama es espectacular. Desde el primer número, El secreto y no, de Claudio Magris, hasta el análisis de Schopenhauer por parte de Houellebecq y pasando por la crónica de la inmigración y el ascenso de la extrema derecha en Calais de Emmanuel Carrère. Tampoco puedo dejar de resaltar La conjura de los irresponsables de Jordi Amat, una autopsia exacta de las causas del Procès que ya despiezamos y compartimos en esta entrada de mi blog.
Pero mi preferido hasta el momento es este "ensayino" de Jordi Gracia: Contra la izquierda. Para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI. Comparto a continuación algunas de las citas que más me han sacudido, gustado o sorprendido y reitero mi recomendación para que los lectores de este blog se hagan con este y otros títulos de la colección, como los citados previamente o los de Rafael Chirbes (El año que nevó en Valencia) o David Trueba (La tiranía sin tiranos).
El único fantasma que hoy recorre Europa es el desengaño ante una izquierda sin respuesta ideológica a los desastres del presente. (...) La socialdemocracia se ha mimetizado con la derecha y ha dilapidado la expectativa de ser alternativa real, y el lastre paleorrevolucionario de la nueva izquierda no seduce a mayorías suficientes. La izquierda parece sonámbula, pero no lo está en la calle ni en las casas. (...)
LO QUE NO ES DE IZQUIERDAS
Ser de izquierdas era antes relativamente sencillo (...). Pero ese mundo desapareció tras la crisis económica de 2008 y todavía no parece asentado el vendaval de cambios que ha sacudido esta sociedad. (...) a ella le han afectado por partida doble la decadencia de un partido socialista desahuciado y la aparición de una nueva izquierda tentadora y atrevida, pero también inconsistente y parlanchina. (...) No es de izquierdas obviar educadamente que la discriminación de género más salvaje de Occidente arranca de los confesionarios y las escuelas religiosas.
Tampoco es de izquierdas pedir y defender lo imposible porque esa retórica abona la perpetuación del orden fundamental; (...) No es de izquierdas descalificar cuarenta años de democracia sin señalar las culpas de las generaciones posteriores (la mía, entre ellas). No es de izquierdas creer que las élites arruinaron los sueños de la izquierda durante la Transición; no es de izquierdas arrojar hoy a aquel pasado las culpas del presente, porque es un fraude intelectual. Casi nadie supo hacer mejor entonces las cosas y tampoco después. (...)
Tanto el movimiento feminista como el movimiento ecologista son paradigmas de éxito de la izquierda. Han logrado instalar en el programa global del neoliberalismo a los que fueron causas emprendidas por vanguardias minoritarias y a menudo caricaturizadas; (...)
A pesar de las tamborradas de la izquierda en Cataluña, me temo que tampoco es de izquierdas ser independentista. El procés ha llevado a la izquierda al colapso porque ha respondido a las movilizaciones populares sumándose acríticamente a ellas. A la izquierda le ha sobrado inercia revoltosa y le ha faltado coraje para oponerse a un discurso de fondo insolidario y antiguo; ha aceptado la caricatura de una España reducida a los despachos del poder conservador y no ha encontrado el momento para promover la discusión sobre por qué, contra qué, a cambio de qué y a qué precio se aspira a ese destino redentor. No ha planteado siquiera el debate de la legitimidad ideológica o se ha acobardado al abordarlo. La nueva izquierda ha creído de forma oportunista y táctica que sus banderas no podían faltar entre las banderas callejeras del independentismo. Ha sido el síntoma más flagrante (...) de su debilidad argumental y de la pobreza de su idea de solidaridad y cohesión social, de su olvido de las clases trabajadoras inmigradas a lo largo de todo el siglo, y no ha sido de izquierdas tampoco su adopción de un relato ajeno y tácitamente supremacista. (...)
POR UNA IZQUIERA IRÓNICA
(...) la zona de confort dejó de existir para la izquierda incluso antes de la crisis de 2008. Su volatilidad ideológica ha hecho surfear al socialismo en un precario equilibrio, mientras el oportunismo de la nueva izquierda ha atronado con soluciones categóricas y a menudo impracticables. (...) La socialdemocracia acentúa su conservadurismo como solución mecánica y la nueva izquierda acentúa artificialmente su radicalismo. (...)
Posiblemente el reformismo más exigente empieza por la conciencia de la invulnerabilidad del capitalismo, de su blindaje formidable y de su infinita capacidad mutante. (...) prefiero la defensa irónica de una causa perdida en la que no todo está perdido, donde lo real no es una fatalidad pero tampoco lo es la enmienda de lo real. (...) Para hacerse visible y audible en el mercado mediático, necesitó reactivar los viejos eslóganes y el radicalismo teórico de otros tiempos, en España y fuera de España. La estrategia funcionó y fue capaz de atraer a multitud de ciudadanos. Con un discurso libresco y arqueológico, reactivó la conciencia de la injusticia y de la desigualdad y puso contra las cuerdas a una socialdemocracia desmejorada y dócil con la depauperación de las clases medias.
Ese fue un mérito objetivo de la izquierda nueva, pero hoy todo aquello está ya amortizado. Esa clase media degradada hará lo que sea para proteger o recuperar su reciente ascenso social, sin pensar por asomo en ruptura alguna ni nada semejante. (...)
No hay ya batalla entre iguales porque la izquierda es también capitalista. (...) Su renuncia a objetivos macrosociales concentra la energía para combatir microdesgracias pandémicas. Esa es una izquierda posible, posibilista, limitada y necesaria, sin soflamas que la hagan vivir en falso, soñar en falso, sentir en falso, gesticular en falso. (...) La urgencia de lo real le exige a la izquierda prudencia y pragmatismo para reparar las averías de un sistema que ni puede ni sabe cómo reemplazar. (...)
Y aunque algunos líderes se nutran de pantalones y camisas en el Carrefour (...) sus votantes naturales podrían vender a la madre por unos Levi´s como los míos. (...)
Que el discurso de la izquierda sea eficaz pasa por asumir sin vergüenza el fracaso y el horror de las utopías y aclimatar las expectativas a la realidad de un Occidente rico y a la vez saturado de desigualdades atroces (...). Alimentar una expectativa retrorrevolucionaria es la tumba de la izquierda y garantiza su debilidad crónica. (...) El discurso redentor es letal para la izquierda porque todo el mundo sabe que no hay redención alguna. Quizá incluso ser de izquierdas empieza hoy por no parecer de izquierdas, mientras que la exhibición de izquierdismo se parece mucho a la nostalgia (...).
En cuanto la izquierda oye un eslogan hímnico o la cantinela de turno de la revolución, en cuanto asoma la coreografía de una movilización estudiantil, sale disparada pavlovianamente a su encuentro y corea con el viejo fervor las consignas de la memoria. (...) No produce otra respuesta que el ensimismamiento gratificante y la nostalgia autocompasiva de un pasado que no existe fuera de la memoria sentimental, fuera de los libros de historia, fuera de las discotecas o cedetecas de padres con alopecia peleona y edad avanzada. (...)
A veces parece que la izquierda occidental no ha entendido que es una izquierda burguesa que aspira antes que nada a preservar su estatus. (...) Si la izquierda burguesa es egoísta no es solo porque quiera preservar lo suyo, sino porque la clase baja le suscita culpa y la clase alta, rencor o desprecio. (...)
La izquierda acusa ahora la mala conciencia de saberse burguesa, culpable de sus gustos y sus consumos, y a cambio sobrelleva la penitencia impagable de encajar imperturbablemente victorias morales con sus correspondientes derrotas reales. Seguimos coreando no nos moverán, seguimos repitiendo contra toda evidencia no pasarán, o incluso nos creemos de veras que es la unión la que hace la fuerza y lo coreamos a coro. Pero todo desprende el aire antiguo de una obra del viejo teatro de la lucha obrera sin lucha y sin obreros. (...)
Condenar la Transición como contrafigura grotesca de una República mitificada tampoco es producto del conocimiento histórico ni del deber de contar la verdad. (...) Sacralizar la Transición infantiliza aquel proceso tanto como impugnarla. (...)
Lo que de veras encadenó aquel candado fue la continuidad institucional, política, cultural y jurídica del franquismo. (...) Han olvidado la sórdida cultura política del país que fuimos, han olvidad el tutelaje de un ejército presto a tomarse la revancha por la prematura (sic) muerte de Franco, han olvidado que la mayoría de la población fue pasivamente franquista y que una masiva minoría fue convencidamente franquista. (...) Esa izquierda demuestra su incapacidad para entender que España era un país estructural, moral y políticamente subdesarrollado y sin la menor cultura democrática. (...)
Momificar idealmente la Segunda República es una superstición más de la izquierda contemporánea, y otro indicio de la pandemia de autoengaño. (...) Me parece que prefiero una izquierda sin mitos y sin héroes, porque ambos suelen llevar dentro alguna forma interesada de falacia. (...)
La agitación callejera o la agitación verbal sacuden a los medios pero solo movilizan a sectores previamente movilizados, a veces por edad y por biografía, a veces por convicción juvenil. (...)
La realidad se ha movido a toda velocidad, pero los socialistas no. (...) Los cambios sociales, la crisis, la emergencia de la nueva izquierda y la conciencia democrática de las nuevas generaciones han dejado a la socialdemocracia clavada en el centro ideológico, con una inquietante propensión al centroderecha. (...)
Tuvieron razón hace cuarenta años al redirigir hacia el centro al socialismo, que llegaba descamisado desde los años setenta; tendrían razón hoy sus nuevos líderes al redirigir hacia la izquierda a su propio partido, de acuerdo con las nuevas reglas de juego, de acuerdo con las nuevas demandas sociales y hasta de acuerdo con la plena madurez de una democracia ya nada juvenil. (...)
POR UNA IZQUIERDA PESIMISTA
La credibilidad de la izquierda se ha ido a la mierda porque ha vivido ensimismada en una especie de planeta paralelo nutrido de la modesta opulencia de las clases medias y de la ilusión contradictoria de derogar el orden que ellas mismas han crecido. (...) domesticada no por los poderes financieros y bancarios sino por su propia falta de honradez a la hora de ofrecerse como poder real y alternativo. (...)
POR UNA IZQUIERDA RECELOSA
La izquierda parece más cautiva de la combatividad dialéctica y airada que de la definición precisa de lo urgente. Sucumbe a eslóganes, mensajes liposuccionados, ideas planchadas para su reproductibilidad indefinidamente reenviada por mensajería caliente. Pero es una ruta atolondrada e irreflexiva, y quizá es el camino menos útil para recuperar una credibilidad suficiente más allá de los propios círculos convencidos: tiendo a creer que, en lugar de incluir a ciudadanos, los excluye. (...)
La izquierda todavía puede explorar el espacio de la distancia crítica y la desentimentalización, sin renunciar a la rebelión racional y práctica contra la desigualdad. (...) Subsisten aquellos en quienes prevaleció la reflexión disidente y la insumisión a la doctrina partidista. De ahí que la memoria de los perdedores natos sea mucho más potente y estimulante, como (...) Antonio Gramsci, Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin. (...)
En la práctica, el ruido mediático es conservador. Lo convierte todo en irrelevante y esconde lo estructural tras la mensajería frenética. Fomentar la agitación en la red es indispnesable para la visibilidad guerrillera de la izquierda, pero puede contribuir tamibén a su corrosión. A la derecha le conviene el bullicio en los medios y la histeria comunicativa, porque desjerarquiza e invisibiliza lo fundamental en favor de lo accesorio y provocador. (...)
No estoy seguro de que la hiperactividad nerviosa de las redes contribuya a consolidar una columna vertebral crítica, segura de sus prioridades, abstraída del runrún. (...) La inyección de mensajes estructurales, la renuncia a la rebatiña de patio vecinal y hasta la relativa inhibición podrían ayudar a la izquierda a dejar de funcionar como involuntario salvavidas de la derecha. (...)
Por eso a veces pienso que ser de izquierdas hoy es más complicado que antes, y también más contradictorio y necesariamente irónico. (...) Ser de izquierdas es aborrecer amistosamente las gracias y paradojas de Zizek para que sus gracias y paradojas no sean lo único que quede de Zizek. (...) ser de izquierdas es interiorizar a la vez el entusiasmo y el recelo ante las redes sociales, con su paradójico efecto de retracción sociofóbica y autoexplotación esclavista, de acuerdo con César Rendueles y Remedios Zafra; ser de izquierdas es llorar con las emociones de Juan Marsé porque la derrota no salvó a los vencidos de sus propias flaquezas morales, y ser de izquierdas es encontrar en la fragilidad de las emociones la fortaleza de la resistencia, como en las novelas de Marta Sanz (...).
POR UNA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI
(...) El agujero negro de las izquierdas sigue estando dentro de las mismas izquierdas, y no fuera; su agujero negro se lo han fabricado ellas y no la combinación diabólica de poderes mediáticos y conspiraciones político-empresariales (...). Su agujero negro está hecho del descrédito ante sí misma y la desconfianza hacia su propio poder como discurso racional, disciplina crítica e instrumento político. (...)
¿Por qué es tan poco ágil la respuesta del centroizquierda ante el espectáculo más sórdido que ha dado la derecha española desde los tiempos aznaristas de su empatía neofranquista? (...) ¿Qué se ha roto para que la socialdemocracia tolere el lenguaje fósil de la derecha cuando la derecha está en el pozo más hondo de su descrédito intelectual y moral? (...)
O la izquierda es pragmática, irónica, recelosa y pesimista o seguirá siendo el auxiliar de campo de la derecha real, estable, imperturbable y optimista.
CONTRA LA IZQUIERDA:
Para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI.
Jordi Gracia.
Nuevos Cuadernos Anagrama
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domingo, 7 de octubre de 2018
LA NOCHE DE LA PISTOLA (David Carr)
Para un adicto, la elección entre la cordura y el caos, a veces, es un rompecabezas. (...)
El meme de la degradación seguida de la salvación es un recurso tradicional, pero ¿transmite la complejidad de lo que realmente sucedió? A todo el mundo le contamos lo que necesita saber, incluyendo a uno mismo. En Notas del subsuelo, Fiódor Dostoievski explica que el recuerdo -incluso la memora- es fungible y que, a menudo, deja fuera verdaes atroces. Escribe: “El hombre está obligado a mentir sobre sí mismo”. (...) La gente recuerda más a menudo lo que puede soportar que lo que fue en realidad. (...)
Ser drogadicto es ser una especie de acróbata cognitivo. Difundes versiones de ti, y das a cada persona la verdad que necesita oír -la que necesitas tú, en realidad- para mantenerlos a cierta distancia. (...)
La adicción, que Oliver Sacks define como “una forma de catatonia autoinducida, una acción repetitiva y rayana en la histeria”, es un poco obsesiva. (...) Yo bebía y me drogaba por el mismo motivo que un niño de cuatro años da vueltas sin parar hasta que se marea: porque me gusta sentirme de otra forma. (...)
Todos los drogadictos se forman en el crisol del recuerdo de esa primera vez. Incluso cuando se atenúan las endorfinas, el recuerdo está ahí. Y empieza la búsqueda, a veces durante horas, a veces durante días; en mi caso, durante años seguidos. (...)
Con tratamiento o sin él, seguía viviendo conforme al credo de Emerson: moderación en todas las cosas, especialmente en la moderación. (...)
Nos decimos que mentimos para proteger a otros, pero lo normal es que el yo salga muy bien parado en el proceso. (...)
La trayectoria del adicto es ya tan cercana y conocida como una película navideña: la infancia compleja, la degradación, la epifanía, la recaída, la redención definitiva. Los drogadictos muertos no dejan ningún rastro esperanzador, de manera que su narrativa la escriben personas capaces de ir a la televisión y actuar como charlatanes y aprovechar su humillación. (...)
El comienzo de la edad adulta es un proceso natural y paulatino. Nadie se despierta un día y decide: “(...) voy a apartar para siempre las cosas infantiles y empezar a recortar cupones para Wallmart”. (...) Pero ser un adicto significa no hacerse nunca a la idea de que se es adulto. (...) Si uno pretende avergonzarse lo meos posible y, al mismo tiempo, mantener apartada la madurez, necesita pensar que las actividades adultas son cosa de tontos, de pesados cuya idea de una noche loca es jugar al póquer con cuartos de dólar y beberse seis cervezas importadas antes de ver un rato de tele e irse a la cama. (...)
Uno no puede volverse normal a base de fingir que lo es. (...)
Tuvimos unas peleas épicas. Empecé -y no hay eufemismo posible para decirlo- a pegarle.
Siempre me acordé de que la había pegado -enrojecía de vergüenza cada vez que lo pensaba-, pero me decía a mí mismo que siempre había sido en respuesta a alguna provocación física por su parte. Cuando volví a verla, supe, sin pensármelo un instante, que era mentira. (...)
Si queremos saber cómo sería el infierno en la tierra para un drogadicto, podríamos crear una isla, llenarla de yonquis y luego soltar entre ellos un poco, no mucho, de sus sustancias preferidas. (...)
Eso del fruto de mis entrañas nunca me impresionó demasiado. Nunca he querido a mis hijas porque sean mías. Sería el padre adoptivo perfecto, quitando unos cuantos defectos un poco grandes. Me gustan los niños, me parecen fascinantes, y los aspectos de procedencia y la genealogía no me interesan en absoluto. Mis hijas fueron mías mediante una serie de actos de conocimiento público, y cuando más adelante, se puso en tela de juicio mi paternidad, me dio igual. No importaba lo que dijeran las pruebas. Sabía que eran mías porque se habían apoderado a pasitos de mi alma.
(...)
Parte del problema de la verdadera rehabilitación es que el adicto está atrapado en la misma retórica que cuando tenía recaídas constantes. (...) El toxicómano comparte el escepticismo de quienes lo observan. En parte, por motivos prácticos -tiene que completar la dura tarea de permanecer sobrio-, pero en parte también por algo místico. Unos tipos que parecía que estaban estupendamente (...) eran los que se tiraban desde un puente, se pegaban un tiro en la boca, sufrían una sobredosis. (...) La característica fundamental de alguien que quiere superar la adicción, o cualquier otro problema crónico de salud, es que está bien hasta que deja de estarlo.
A una persona normal eso puede parecerle completamente incomprensible. (...) Pero al adicto también le resulta desconcertante la gente normal. He visto a persona que se bebían una copa y media de vino y rechazaban el resto. ¿Qué sentido tiene eso?
La gente normal, los que no son borrachos ni drogadictos, cuando beben demasiado, tienen una resaca espantosa y deciden no volver a hacerlo. Y no lo hacen. Un adicto decide que ha habido algún problema con su técnica o con las proporciones. (...) todas las noches llenas de desperación y añoranza, seugidas de mañanas humillantes y agitadas, con juramentos salvajes de que nunca volverá a ocurrir. Pero ocurrirá. (...)
Pese a todos los avances que estaba logrando con mi familia y mi vida profesional, el infractor, el drogadicto, acechaba todavía en mi interior e intentaba tomar el control. Y ese sentimiento de ser un fraude es una pendiente tóxica y resbaladiza, que pone en peligro todo lo demás. Acudí a la consulta de Barb y le dije que quería ser el hombre que estaba fingiendo ser.
Tendemos a sentirnos indignos de las cosas buenas que encontramos en la vida, quizá porque, en nuestros momentos más oscuros, son muchas más de la que pensamos que merecemos. Tal vez parezca un poco exagerado, mucha jerga psicológica para un asunto que, en realidad, es blanco y negro -hay algunas personas, en realidad millones, que no deberían consumir jamás sustancias psicoactivas-, pero ¿cómo explicar, si no, que sean tan habituales las recaídas en personas que llevan sobrias diez años o más? Tal vez no tiene que ver con imperativos freudianos, sino con algo más sencillo: el hecho de que los seres humanos tienen tendencia a olvidar. Podría decirse que tuve un lapsus de memoria.(...)La vida del borracho lanza pocas señales cuando las cosas no van bien. Los arrestos suelen ser un buen indicador, y yo llevabay ya unos cuantos. Otro sería la incapacidad de limitar la bebida a las horas apropiadas del día. (...)El alcoholismo no requiere el grado de locura y anarquía que provoca la adicción a la cocaína, pero destruye tu vida ladrillo a ladrillo y te deja hecho un tembloroso y pobre desastre. (...)
La noche de la pistola.
David Carr.
(Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia).
LIBROS DEL K.O.
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