Como ya comenté en esta entrada, he tenido la buena suerte biográfica y mala suerte literaria de que me tocara un buen padre: cariñoso, comprensivo y, como decía Machado, "en el buen sentido de la palabra, bueno". O, lo que es lo mismo, un mal leit-motiv literario.
Sin embargo, es un tema que me interesa y que he comenzado a tratar en este blog, agrupando diversos poemas o fragmentos de obras bajo la etiqueta de "La muerte del padre", que espero que vaya aumentando y completándose en los próximos tiempos.
Por eso me interesó enseguida la antología Tu sangre en mis venas, editada hace poco por Enrique García-Márquez para Renacimiento y tenía pensado escribirme una reseña al respecto, hasta que vi la que había colgado José Luis García Martín en su blog y consideré que, después de ella, poco podía o, más bien, debía añadir yo.
La antología no comete el mayúsculo de dejar fuera el mejor poema al respecto (como sí hiciera la de Balón envenenado, publicada por Visor, al omitir "Fuera de juego" de Alberto Tesán). Es decir, sí incluye esta maravilla de Juan Bonilla, que solo pueden leer completa en Poemas pequeño-burgueses, la citada antología o en esta entrada de mi blog.
Además, muchas otras joyas paternofiliales de Miguel de Unamuno, Antonio Machado, JRJ, Jaime Sabines, L.A. de Cuenca...
Que la vida iba en serio…
Fue lo único
que me enseñó
mi padre
-una tarde
de invierno,
allí, de pie,
junto a su féretro-;
no hubo tiempo
para más.
(Karmelo C. Iribarren)
Personalmente, voy a rescatar este poema de Jesús Cotta:
Porque el azar no explica a Rita Hayworth,
porque mira esa flor en la colina,
porque, si no, a quién daré las gracias,
porque también existes tú, mi vida,
porque no he muerto treinta y tres mil veces,
porque tengo una sed que es infinita,
porque apuntan a Él todos los árboles,
los zigurats, los ríos y las vidas.
Que sí, que existe Dios.
Que sí, que existe Dios.
Me lo dijo mi padre en su agonía.
Menos la luna y yo
Jesús Cotta.
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2013
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