José María Cumbreño sigue con su magnífica labor en Ediciones Liliputienses, permitiendo que incluso analfabetos funcionales como servidor tengan acceso a autores brillantísimos como Manuel del Barrio Donaire (que me tiene completamente abducido), Luis Arturo Guichard o Rocío Cerón. En esta ocasión merece la pena detenerse en la crisis de los treinta de Frank Báez:
Treinta años
Dentro de unas semanas voy a cumplir treinta años.
Comenzarán a salirme arrugas,
patas de gallina, papada.
Me crecerá de pronto un bigote tercermundista.
Perderé habilidades.
Adquiriré complejos.
Me pondré paranoico
ante la inminente caída del pelo.
Mi cancelación.
La cara en el espejo.
La disminución de neuronas.
El matrimonio.
Las deudas.
Las enfermedades de transmisión sexual.
La impotencia sexual.
A los treinta ya no enfrentas la vida
como un cazador de búfalos
sino como un tráfico que dirige el tránsito
y que teme que lo atropellen
y es que tienes más posibilidades de morir
que por ejemplo a los veintiuno
que fue la edad en que tomé una guagua a Cabarete
y me pasé la tarde y la noche sentado en la playa
mirando las olas del mar
y pensando en que caminaría entre las aguas
hasta ahogarme
como lo hizo la poeta uruguaya,
aunque al final desistí pensando en todos los poemas
que me faltaban por escribir.
O esa vez que bebía con una mujer ajena en un Car Wash.
O el tiroteo en Plaza Central.
O el año pasado que me metí en el mar
con un amigo ruso y las olas nos embistieron
semejantes a una manada de toros
que pensé que de esta no me salvaba nadie.
Llegar a los treinta gordo y con las posibilidades
de disfrazarte de Santa Claus en Navidad.
Tomando pastillas. Jugando la lotería.
Comprando productos bajos en calorías.
Empeñando prendas, licuadoras, anillos.
Visitando un psicólogo a escondidas.
Bebiendo los lunes con el equipo
de softball de la compañía.
Tener treinta y ser el hazmerreír de los poetas
de veintidós y veinticuatro.
Las musas siempre se van con los jóvenes poetas.
Tacharán mi teléfono y mi dirección de sus agendas.
Finalizada mi carrera de poeta
escribiré mi obra completa en el campo.
Todo mi público será un sarcástico gato.
A los 20 uno escribe poesía como si fuera un reactor nuclear.
A los 30 uno escribe como si fuera el operario del reactor nuclear.
Atravesaré los treinta sobre una tabla de náufrago
soñando que los cuarenta serán peores o mejores.
Triste como un vendedor de zapatos del Conde
retornaré de la oficina tarde en la noche.
No sólo tendré los zapatos mojados por la lluvia
sino también el ruedo de los pantalones,
las medias y los pies.
- Frank Báez: Postales, Ediciones Liliputienses, 2012 -
Nota biográfica
Comenzarán a salirme arrugas,
patas de gallina, papada.
Me crecerá de pronto un bigote tercermundista.
Perderé habilidades.
Adquiriré complejos.
Me pondré paranoico
ante la inminente caída del pelo.
Mi cancelación.
La cara en el espejo.
La disminución de neuronas.
El matrimonio.
Las deudas.
Las enfermedades de transmisión sexual.
La impotencia sexual.
A los treinta ya no enfrentas la vida
como un cazador de búfalos
sino como un tráfico que dirige el tránsito
y que teme que lo atropellen
y es que tienes más posibilidades de morir
que por ejemplo a los veintiuno
que fue la edad en que tomé una guagua a Cabarete
y me pasé la tarde y la noche sentado en la playa
mirando las olas del mar
y pensando en que caminaría entre las aguas
hasta ahogarme
como lo hizo la poeta uruguaya,
aunque al final desistí pensando en todos los poemas
que me faltaban por escribir.
O esa vez que bebía con una mujer ajena en un Car Wash.
O el tiroteo en Plaza Central.
O el año pasado que me metí en el mar
con un amigo ruso y las olas nos embistieron
semejantes a una manada de toros
que pensé que de esta no me salvaba nadie.
Llegar a los treinta gordo y con las posibilidades
de disfrazarte de Santa Claus en Navidad.
Tomando pastillas. Jugando la lotería.
Comprando productos bajos en calorías.
Empeñando prendas, licuadoras, anillos.
Visitando un psicólogo a escondidas.
Bebiendo los lunes con el equipo
de softball de la compañía.
Tener treinta y ser el hazmerreír de los poetas
de veintidós y veinticuatro.
Las musas siempre se van con los jóvenes poetas.
Tacharán mi teléfono y mi dirección de sus agendas.
Finalizada mi carrera de poeta
escribiré mi obra completa en el campo.
Todo mi público será un sarcástico gato.
A los 20 uno escribe poesía como si fuera un reactor nuclear.
A los 30 uno escribe como si fuera el operario del reactor nuclear.
Atravesaré los treinta sobre una tabla de náufrago
soñando que los cuarenta serán peores o mejores.
Triste como un vendedor de zapatos del Conde
retornaré de la oficina tarde en la noche.
No sólo tendré los zapatos mojados por la lluvia
sino también el ruedo de los pantalones,
las medias y los pies.
- Frank Báez: Postales, Ediciones Liliputienses, 2012 -
Nota biográfica
Frank Báez (Santo Domingo, República Dominicana, 1978). Ha publicado el poemario Jarrón y otros poemas (Editorial Betania, Madrid, 2004), el libro de cuentos Págales tú a los psicoanalistas (Editorial Ferilibro, Santo Domingo, 2007), con el que ganó el premio de cuentos de la Feria del Libro de Santo Domingo de 2006, y el libro de crónicas de viaje En Rosario no se baila cumbia (editorial Folía, Buenos Aires, 2011). Sus poemas han aparecido en diversas antologías. Las más recientes son Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (Pre-textos, 2010) y Peligro Inflamable. Antología de poesía contemporánea (editorial Folía, 2011). Junto a Homero Pumarol fundó y conforma la banda de spoken word El Hombrecito, que en 2009 editó un disco titulado Llegó el hombrecito. Es editor de la revista virtual de poesía Ping Pong (www.revistapingpong.com) y lleva un blog en la siguiente dirección:
www.frankinvita.blogspot.com.
Postales ganó el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña en 2009 y ha sido editado en Costa Rica, Argentina y en República Dominicana. Actualmente está siendo traducido al inglés por Hoyt Rogers.
www.frankinvita.blogspot.com.
Postales ganó el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña en 2009 y ha sido editado en Costa Rica, Argentina y en República Dominicana. Actualmente está siendo traducido al inglés por Hoyt Rogers.
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