LA IMPOSIBLIDAD DE ESCRIBIR UN POEMA MÍSTICO A LA MEMORIA DE MI PADRE EN LA SAGRADA FAMILIA
< me sumerjo en la línea uno del metro < aparecen las escalares en medio de una marea de telefónos y cámaras sin rostros amontonados bajo las cúpulas de la Sagrada Familia < los ojos son organismos carnívoros de imágenes fugaces < el Cristo de la calle Carrer de Mallorca reclina su cabeza como diciéndome huye < busca el mar que es lo más parecido a un templo o a una puerta al cielo < aquí sigo cargando turistas que persisten en ser estatuas de sal con ojos que no ven < afina tu oído, ese caracol que llevamos todos bajo la piel < en el oleaje asomarán las palabras exactas de tu padre < ¡Véte ya! < coge una piedra y escribí lo indecible < lánzala al fondo abismal < no importa si se quema la tierra porque
el mar ya no es< En la orilla del mar en la playa Bogatel, febrero 2XXX
El fin de la historia por mucho tiempo
fue un slogan
pero todo cambió el 2008
después gol del niño Torres
a Alemania,
fui testigo directo
frente a la pantalla plana
acompañado de un cacao caliente
en la chocolatería Valor de la calle Libreros.
Luego de las celebraciones
el llanto, la euforia y tocar la historia (del fútbol)
luego del climax,
aquel orgasmo social futbolero
vino un silencio mortecino
como de vidrio
que absorbió todas las distracciones.
Un espectro cruzó nuestras calles,
como el ángel de la muerte en la noche
de Pascua, iba succionando la vida
de los ventanales de ciertas cafeterías
de ciertas puertas que fueron cerrando como ataúdes,
porque la historia nunca se acaba del todo
porque la siguen escribiendo los vencedores
habitantes de áticos con aire acondicionado
atestados de cuadros de pájaros
de pintura abstracta
y despertamos
cuando apareció el primer anciano
desahuciado en Salamanca
guillotinado por unos fondos
buitres–
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