EVOCACIÓN E INVOCACIÓN
Yo soy aún
el niño que escalaba por tus piernas
interminables,
el que llevaste a hombros por los ríos,
el que ya no tenía fiebre
cuando tu recia mano lo tocaba.
Todos mis versos los ha escrito
el trepador feliz desde la altura
de tu mano, tus hombros y tus piernas.
Ni el Faro ni la Torre ni la Cumbre
me elevaron jamás como tus palmas
para que viera el nido de zorzales
en pleno corazón del limonero
o arrancase el limón más grande y alto
o la pluma del ángel que sestea.
Toma las lunas de este limonero
a cuya sombra escribo y te recuerdo.
Lucieron en tu ojal cuando eras novio
y conquistaste el corazón de la muchacha
que me llevó en su vientre.
Cuídala desde las estrellas, padre.
VÍA PERSONAL
Porque el azar no explica a Rita Hayworth,
porque mira esa flor en la colina,
porque, si no, a quién daré las gracias,
porque también existes tú, mi vida,
porque no he muerto treinta y tres mil veces,
porque tengo una sed que es infinita,
porque apuntan a Él todos los árboles,
los zigurats, los ríos y las vidas.
Que sí, que existe Dios.
Me lo dijo mi padre en su agonía.
VÍA PERSONAL
Porque el azar no explica a Rita Hayworth,
porque mira esa flor en la colina,
porque, si no, a quién daré las gracias,
porque también existes tú, mi vida,
porque no he muerto treinta y tres mil veces,
porque tengo una sed que es infinita,
porque apuntan a Él todos los árboles,
los zigurats, los ríos y las vidas.
Que sí, que existe Dios.
Me lo dijo mi padre en su agonía.
Menos la luna y yo
Jesús Cotta.
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2013
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