ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


domingo, 26 de febrero de 2017

Gonzalo Hidalgo Bayal, el Everest y la pegatina


Anoche acabamos por la mañana temprano y no he logrado levantarme para ir al cierre de Centrifugados Encuentro De Literatura Periférica (que, seguro, ha sido magnífico, como el resto del festival) ni despedirme de los viejos y nuevos amigos.
Tampoco he podido asistir a la entrega del premio a Gonzalo Hidalgo, que se merece cuanto gane. Eso sí, que se premie a Gonzalo es, como decía Leonard Cohen sobre Dylan, como ponerle una pegatina al Everest diciendo que es la montaña más alta del mundo.

ACTUALIZACIÓN: En este enlace pueden acceder al discurso que dio Álvaro Valverde en la entrega del I Premio Centrifugados.

jueves, 23 de febrero de 2017

La justicia es igual para tontos

De verdad que no (un poema de LA HUIDA HACIA DELANTE)

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DE VERDAD QUE NO


Instrúyanse porque necesitaremos toda nuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitaremos toda nuestra fuerza.
Antonio Gramsci

Leo periódicos con diferentes
puntos de vista mientras desayuno,
firmo peticiones que me parecen
apropiadas, las comparto, reciclo,
muchas veces doy limosna a los pobres,
casi siempre me bajo los programas
electorales y voy a votar aunque
sea en blanco. Me desahogo contra
el número de coches oficiales
en mi muro de Facebook y en las barras
de algunos bares, tengo discusiones
con los compañeros del instituto
acerca de la actualidad política
y, alguna vez, incluso, si no llueve
quedo para ir a manifestaciones.

De verdad que yo ya no sé qué más
tengo que hacer para cambiar el mundo.


                                Víctor Peña Dacosta
                                La huida hacia delante, Sevilla, 2014


(Tuve el honor de que este poema fuera incluido en el Proyecto Educativo Re-Generación del 98, con el que 4 compañeros del IES Chaves Nogales fuimos galardonados con el que ganamos el II Premio Antonio Domínguez Ortiz a la innovación educativa.)

Prólogo (de VPD) a "Música para indigentes" de Miguel Ávila Cabezas

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El presente libro, último hasta el momento del poeta salobreño Miguel Ávila Cabezas, se titula “Música para indigentes”, y está constituido por un total de 49 poemas y “7 Haikus de Junio”, que suponen un itinerario de auto-indagación entre el inicio artificialmente popular de Rima vieja y el final ambiguo que ofrece De ida y vuelta. Y me permito señalar estos datos aparentemente obvios porque estamos ante una obra redonda, meditada en su estructuración y aún más en su ejecución, en su desarrollo, en su reescritura y su corrección, que ha derivado en un tono coloquial pero sabio, de ritmo sencillo y libre, despojado de falsos lirismos y sostenido sobre una concreción temática que se acerca al aforismo.
Nos hallamos, por lo tanto, ante un libro que, como buen compendio de sentencias, deja poco espacio para lo accesorio, e incluso su título y su orden no son circunstanciales sino, bien al contrario, contienen una serie de confidencias que intentaremos dilucidar en este prólogo: ya el nombre del poemario resulta suficientemente significativo como para detenernos en él, pues está compuesto por dos conceptos que tendrán una vital importancia en el desarrollo del libro: la música y la preocupación social.
En lo que respecta a la música, tiene una doble significación, ya que es inicio y también final. Me refiero con esto a que el vaivén melódico marca el ritmo de todo el poemario, pero, al mismo tiempo, es el refugio predilecto del yo poético y, además, escolta a sus tribulaciones y angustias. Por consiguiente, nos introduce, nos acompaña, o nos conduce hasta la culminación de cada aventura poemática, como esas perennes bandas sonoras de las películas que nos dirigen al momento álgido, ya sea a ritmo de tarantela (como se nos indica en el poema “E la nave va”) o buscando la comunión con el público mediante una estrofa dulce, repetitiva o inquietante:
Y después
no hubo mar
sino ausencia,
un magma apagado
asmático y sin fuerza
(Memoria de un mundo apagado)
En definitiva, una sintonía que, empleando las palabras de Ada Salas:
despierta en nosotros una exaltación o una evocación quién sabe por qué camino que estaba borrado antes de su escucha, pero que nos lleva a un lugar ya conocido, re-conocido en esa escucha; un determinado espacio cuya arquitectura nos acoge o nos expulsa porque despierta qué centros rectores de nuestro “estar en el mundo” .
Pero, más que la precisión formal, el concepto musical supone, ante todo, la máxima aspiración del poeta, es decir, alcanzar esa inmortalidad reservada a las coplas populares, al arraigo propio del anonimato:
Ya lo dice la canción (no la recuerdo)
convencido el cantor
de que acaso la distancia no sea el olvido
sino el sueño engañoso de quien busca
no acabar la partida
(La felicidad)
Por así decirlo, lo que Miguel Ávila busca es esa sentencia que sería firmada por todos, cantada en comunión y en conjunto pero sentida íntimamente por cada uno. O, lo que es lo mismo, la aspiración misma de la poesía desde sus orígenes, puesto que el poeta “al expresar lo que sienten otros también cambia el sentimiento, porque lo vuelve más consciente, permite que las personas se adueñen de lo que sentían, y por lo tanto le enseñan algo sobre sí mismas” . De hecho, para curarse en salud, el propio autor se disculpa, admitiendo que va a anteponer el fondo (la confesionalidad, en este caso) a la forma:
Mírame,
no cuentes las sílabas del verso
y mírame (…)
(Los perdedores)
pues no conviene olvidar que la buena poesía comparte, siempre, una aspiración más allá de los recursos estilísticos y la sonoridad. Sin embargo, en contra de lo que podría parecer, nos ahorra pasar por alto tal detalle, pues, contra lo que podría pensarse por esta captatio benevolentia, Miguel Ávila se sirve también con maestría del verso clásico (especialmente endecasílabos, octosílabos y alejandrinos) ora con vehemencia, en versos que parecen aldabonazos, ora con suavidad, deslizando su discurso con ondulantes pasos de ballet para, en ocasiones, puntuarlo con cambios de ritmo o incluso quebrarlo en inflexiones, rupturas o definitivos ceses de compás.
Por tanto, con formas más o menos musicales, estructuras fijas o libres y sílabas contadas o de juglaría, lo que Miguel Ávila persigue con mayor ahínco en este poemario es alcanzar la definición de aforismo que desarrolla Carlos Marzal, esto es:
un enunciado sentencioso que está sometido a un ritmo interno, es decir a una música de lo sucesivo y, a la vez, de lo simultáneo, de lo que nace obligado y también libre en su caminar: lo metódico y a la vez fruto de la inspiración, lo sometido a un esquema y al mismo tiempo nacido del capricho del creador. Música pensada, ideas que revolotean alrededor de un eje de carácter acústico.
Más adelante volveremos sobre este asunto, pero antes hemos de ocuparnos de la concepción de poesía como arma ideológica, que ya anticipa la referencia del título a las desigualdades sociales.
Ha querido el azar que llegue a imprenta este libro en un momento de máxima tensión entre diferentes formas de entender la poesía, precedido por una polémica surgida ante el prólogo de la magnífica antología Poesía ante la incertidumbre, que manifiesta opiniones como las siguientes:
La emoción es universal e intemporal. Y la poesía tiene que emocionar. Ante tan incertidumbre, para nuestra sorpresa, una gran parte de los nuevos poetas en español se han adscrito a una tendencia tan experimental como oscura. Como los hombres que rodeaban a Orfeo para escucharlo tocar su lira y de ese modo descansar su alma, asisten a las preguntas de nuestro tiempo tratando de ignorarlas (…) Si en la segunda mitad del siglo XX los mejores poetas de nuestra lengua abandonaron las liras y las torres de marfil, la poesía última, en busca de un nuevo camino, de una nueva actualidad literaria, se ha subido a un pedestal. (…) Los discursos fragmentarios, el irracionalismo como dogma y el abuso del artificio han supuesto la ruina de la poesía en muy diferentes etapas de la historia de la literatura. (…) Si un poema no se entiende el único responsable es quien ha tratado de establecer la comunicación. O bien no ha sido capaz por sus limitaciones, o bien no lo ha conseguido porque no era su propósito, porque sólo buscaba la erudición y el artificio).
Como consecuencia, un grupo de “lectores, críticos y poetas” que se han sentido aludidos o simplemente dolidos, han redactado una “Carta abierta en defensa de la pluralidad y convivencia de poéticas, en la que dicen reivindicar “una noción más amplia, inclusiva y plural de la escritura poética, así como una actitud de exigencia moral y apertura intelectual que esté a la altura de las herencias que se nos confían y nos permita reinventar, re-imaginar, nuestro futuro individual y colectivo” y reclaman  la “libertad de elección y movimiento, la pluralidad, el respeto a lo otro, lo distinto, la curiosidad intelectual, el rechazo de la frivolidad y el repudio de cualquier tentativa de instaurar una nueva doxa excluyente”.
Lejos de procurar cimentar una polémica que confiamos que se trate, ante todo, de un malentendido retórico, sí resulta oportuno señalar que este y otros poemarios mantienen una interesante posición equidistante, entre dos tierras ahora aparentemente enfrentadas pero más próximas de lo que podría pensarse. Pues si bien es cierto que encontramos sin dificultad algunos pasajes de la obra de Miguel Ávila que podrían obedecer a la vertiente de poesía “entrometida”, “desabrigada” o poesía como respuesta a la incertidumbre (especialmente el poemario Anfa ), el poeta siempre denuncia desde un lirismo sutil y carente de evidencias ideológicas. Y es que, en comunión con la inteligencia y el hacha, en Música para indigentes, hay espacio para lo que Roger Wolfe definió como “toda esa poesía que nunca cabe en un poema”:
Guerrero que viniste hoy a visitarme
(…)
¿mataste a algún niño durante la guerra?
(El reposo del guerrero)
pero aún hay más espacio para la ironía y el sarcasmo que otorga la experiencia:
Luego vinieron los profetas
y los corresponsales
del más allá
para dejar las cosas donde estaban,
es decir, en ningún sitio.
(Sinrazón)
Como han podido comprobar, resulta especialmente reseñable la aspiración de verosimilitud y credibilidad que, por tanto, da voz, voto y verso a esas voces diseminadas que alteran, afectan e incluso hablan en boca del sujeto individual, desposeído de importancia sociológica e histórica y al que solo le queda la voluntad de preguntar, impertinente y lacerante, siempre de un modo arbitrario, egocéntrico, particular, bien en boca de otros:
Antes de nacer
ya habíamos perdido
la batalla por la vida
(Los perdedores)
pero, sobre todo, en su nombre propio. O, lo que es lo mismo, desde unas premisas alejadas de estridencias y, que de nuevo, es preciso insistir, parecen pensarse desde una distancia suficiente para mantener la cabeza fría y el verso caliente. Es decir, desde la precisión cirujana propia de los aforismos.
Y es que este es un libro complejo, ya que la concepción bicéfala del autor, que se debate entre la indignación propia del testigo y la frialdad intrínseca al buen emisario, se ve aún más supeditada al hecho de que se trate de un libro tan personal que en ningún momento se aleja de su tiempo ni de su circunstancia pero que, mediante ese refuerzo del yo poético, consigue estrechar la distancia con el lector. Y éste es precisamente el fin que persigue Miguel Ávila, comunicar al otro su voz propia, su totalidad que, aunque relativa e individual, es también transferible pues “en literatura lo particular se percibe a menudo como totalidad, si aparece aislado, en tensión”.
Así, el subjetivismo, necesario ya de por sí en la propia concepción de la lírica, se convierte en elemento ineludible al enfrentarnos a una obra que pretende dar una visión propia, original y particular del mundo. Por eso el libro se abre de forma personalísima, situando ya el nombre del yo poético en el primer verso del libro con la osadía de posicionarlo como víctima de una acusación unánime:
Todos te acusan, Miguel.
Todo te delata.
(Rima vieja)
Esta persecución de la que va a ser objeto el yo poético nos remite a los versos de José Emilio Pacheco (“Escribe lo que quieras./ Di lo que se antoje:/ de todas formas vas a ser condenado”) y es que toda expresión poética es un acto de expiación o un intento de enmienda, y especialmente lo es este libro, marcado por el sentimiento de culpa de quien ha alcanzado la lucidez suficiente para aceptar verdades como:  
Se quiere a un hijo como se cree en Dios
(Sinrazón)
o
Cada día que pasa es una eternidad menos
(Despertar)
Como habíamos anticipado, “Música para indigentes” parece un libro de máximas carentes de pedantería y grandilocuencia, tal vez como esa canción que ya no se recuerda bien pero se sigue citando, aun con inexactitud, en el momento oportuno. No resulta extraña la filiación entre poesía y aforismo pues, recurriendo de nuevo, a Carlos Marzal, encontramos una relación abierta:
La poesía es, entre otras cosas, la extremosidad en lo verbal, la prueba máxima de lo que se puede alcanzar, el universo del lenguaje, con las herramientas del lenguaje mismo. El aforismo también (…) significa la demostración de cómo se puede formular la mayor cantidad de pensamiento con el menor número de recursos verbales posibles. Aquí también tendría validez el famoso aserto de Mies van der Rohe: less is more .
Porque no todo buen aforista es un buen poeta, ni mucho menos todo buen poeta es un aforista incuestionable, pero en Miguel Ávila se da esta concepción bicéfala del sujeto lírico que, sin renunciar a la expresión íntima, sabe alcanzar esa sabiduría intemporal, ajena a límites contextuales y escribir quizá “dentro del mismo tiempo”, sabiendo decir lo preciso sin decir lo mismo, “como un niño sorprendido por la urgencia del saber”.
La identidad del sujeto se fija así en algo irremediablemente perdido pero que ha de luchar por recuperar, y es que en este caso la auto-indagación de la que comenzamos hablando, se convierte en autoafirmación: escribo, porque no soy. Como quiero ser, pues escribo:
Desde que sé
Espero la alta vida redentora.
Desde que sé
Me asedia inevitable el desengaño
(Falsa rima)
Y es que este enclaustrado Sísifo salobreño pretende alcanzar la universalidad desde lo particular “jugando siempre una mano de más/ contra el destino”, narrando mínimas epopeyas cotidianas que siempre aspiran a superar la anécdota pero jamás osan creerse momentos de vital importancia, reflexionando sobre la trascendencia de lo superfluo y, sobre todo, notando cómo, aunque sea sin posibilidad alguna de escape o redención, hay que seguir escribiendo:
Por si te atrapan los versos
es preciso resistir.
(Parar no vale).
Seguir la senda es partir
a la busca del misterio.
(Breve sueño)
Escribir, pues, con la calma de quien dice hacerlo En el fondo del pozo, pero con el mismo ansia intacta del que necesita seguir resistiendo, en una escalada tan inútil como entretenida, un yo poético que ya no es ni un cuerpo, apenas una apariencia que deambula y manotea, buscando quizás:
Un fusil sin munición
o la nada
con que hacerte un día el harakiri
(Un cuerpo: una apariencia)


Víctor Peña Dacosta.
Casablanca, 2011

lunes, 20 de febrero de 2017

Palabra heredada en el tiempo

 

Palabra heredada en el tiempo: tendencias y estéticas en la poesía española contemporánea (1980-2015) es un ensayo coordinado por Remedios Sánchez que recoge estudios de Luis Antonio de Villena, Raquel Lanseros, Manuel Rico, Jorge Riechmann, Luis Bagué Quílez y un largo etcétera.
En "Profundidad de campo (sobre Luis García Montero)", el artículo de José Luis Morante, aparecen estas líneas:

HABITAR UN PAÍS ES LLENAR DE TIERRA UNA PISCINA

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Habitar un país es llenar de tierra una piscina recoge la poesía completa del gigantesco poeta Jorge Posada (México, 1980). en una fantástica edición liliputiense.

Estos días recitará en Centrifugados cosas como esta:


los precios de la carne no aparecen en el poema

no hay rimas sobre el incremento del gas

la cocinera con sus manos frágiles
los que duermen en las banquetas
los repartidores de pizza
el gesto ante las vallas de publicidad
la tristeza al tocar los cheques
la subcontratación
la venta de los órganos del hombre por el hombre
no caben

aclaran los jurados de las becas
sentencian los creadores nacionales
confirman los artistas en la presentación de sus libros


el poema
no huele
no se pudre
Resultado de imagen de jorge posada poeta

si has visto una cajetilla de cigarros
sobre una sábana
conoces cómo ama la gente

si has visto a un peluquero
enjabonándose el rostro
conoces cómo vive la gente

si has visto oficinistas
maldiciendo porque la lluvia
cae a las 5 de la tarde
(hora en que se retiran)
conoces cómo recuerda la gente

si has visto a un niño jugando
con mapas y fichas de colores
conoces la nostalgia



la primera vez
aquella en que caías de la cama

porque no aguantabas la risa
porque mi boca estaba en tus muslos
porque estábamos solos en el departamento

y tú querías
y yo quería



a father is a father

remix de claudio bertoni

tengo ganas
de que regreses
a los 30

¿por qué
no supe de niño
cómo te quería?

¿por qué
no salimos
en vez
de mirar
las paredes?

¿por qué
no podemos dormir
los cuatro juntos
mami
hermana

y yo
como cuando
había películas?

¿por qué
no vamos
a beber
una cerveza
y solo
hablamos
cuando

una canción
nos guste?

Habitar un país es llenar de tierra una piscina
Jorge Posada
Ediciones Liliputienses, 2016

viernes, 17 de febrero de 2017

Asperger (un poema de J.M. Cumbreño)

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Asperger

Me cuesta comprender las reglas de algunos juegos.
Me gusta ordenar y desordenar mi habitación.
Escribo con faltas de ortografía.
Me gusta jugar solo.
Me gusta jugar a ser a Batman, El Zorro o Superman.
Me gusta hacer colecciones de tebeos y de cromos de futbolistas.
No me gusta el fútbol.
No me gustan los chistes.
No me gusta que me toquen.
Cuando me tocan, me pongo nervioso.
Cuando me pongo nervioso, me froto las manos muy deprisa.
Tengo que mirar dos veces para ver.
Cuando hablo con alguien no le miro a los ojos.
Me sé de memoria el nombre de las calles que llevan a mi casa.
No rompo cosas.

Me cuesta sonreír.
Contar,
José María Cumbreño
Papeles mínimos, 2016

jueves, 16 de febrero de 2017

Y entonces fue el principio (un poema de Juan Ramón Santos)


Y ENTONCES FUE EL PRINCIPIO
un big bang celular
Sin precedentes
Que no alteró por ello lo más mínimo
La fatigada paz de los amantes,
Que ignorantes dormín allá afuera,
Inocentes, tomados de la mano,
Desnudos, vulnerables, 
Ya inmortales

Aire de familia
Juan Ramón Santos
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2016

miércoles, 15 de febrero de 2017

Heisenberg (un poema de Aurora Luque)


He pasado una extraña noche con mister White.
Buscaba unos matraces. Yo preparaba exámenes.
Estaba muy nervioso y empezaba a inventar
no sé qué de una práctica compleja
para el laboratorio. De pronto se calmó.
Decidió regalarse una burbuja
y me ofreció, con una cruda audacia, compartirla.
En un sórdido antro de fotocopiadoras
se hizo una turbulencia de aves fénix.
Desquiciado y feliz, completaba una fórmula
renovada de eros: si aplicas disolvente
al plomo de los días, encontrarás un oro
poderoso en tu cuerpo. Si retiras con ácido
la escoria del establo,
si lavas con lejía tu vida estabulada,
te embriagarán las alas
de tu propio cerebro.
No me preguntes cómo me salí de la historia
pero soy Baby Blue, y por eso lloraba
con lágrimas azules
cuando ya estaba muerto.

Personal&Político
Aurora Luque
Vandalia (Fundación José Manuel Lara, 2015)

martes, 14 de febrero de 2017

You only love once (un poema de Ben Clark)



YOU ONLY LOVE ONCE
(escuchando a Loussier en la cocina)

Cuida que estén visibles los rincones
-dijo una vez mi madre-;
no existe otro secreto para un aspecto limpio.

Desdeña el fuego lento,
compra un buen suavizante pero vasos baratos. 

No intentes comprender cuando estés triste.
Olvida, cuando puedas olvidar,
y no llames jamás más de dos veces
sin que nadie descuelgue al otro lado. 

Los últimos perros de Shackleton
Ben Clark
Sloper, 2016

Palabras privadas (detalles sórdidos a continuación)


Palabras privadas

Estas son palabras privadas que te dirijo en público.
T.S. Eliot
Detalles sórdidos a continuación.
David Bowie

Puedo olvidar tus infidelidades
y los reproches injustos y sucios
que solo buscaban hacerme daño.
Puedo perdonarte tus bofetones
y los accesos de ira o los insultos,
las garras afiladas y los mudos
mohines emponzoñados de desprecio.

Puedo olvidarme también de que luego
hicieras trampa, contando mentiras
y buscando tanta compasión hacia
tu persona como desprecio hacia la mía.

Puedo perdonar que me prometieras
tanto para no darme luego nada.

Puedo perdonártelo todo,
incluso que tu manía de amar
sin querer (en los dos sentidos:
ausencia de intención y falta
de afecto) haya acabado con lo nuestro
para siempre de forma tan dolosa.

Pero lo que no te voy a perdonar
nunca en la vida, así pasen veinte años,
es que me hayas enseñado a sentir
y ahora no pueda, sin más, borrarlo,
a mí, que estaba muerto (y tan a gusto)
por dentro, y luego me hayas olvidado
a la intemperie, desahuciado, blanco
fácil y seguro de cuanta mierda
sensiblona desborda el mundo:
diana fácil de oenegés y mendigos,
víctima propicia de amigos jetas
y mujeres malvadas y preciosas
que solo tienen que seguir tus surcos,
arar poco para sacarme fruto.

Es decir,
que puedo perdonarte todo menos
que me hayas convertido en menopáusico
prematuro, enamorado, en general,
del mundo, que queda fatal tratando
de poner carita de inconsolable
tipo duro. En definitiva
y por ir terminando: te perdono
todo menos que hayas hecho que pueda
ser feliz ahora que te he perdido
y, por tanto, he dejado de merecerlo.

La huida hacia delante,
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2014

domingo, 12 de febrero de 2017

Presentación en Sevilla de AIRE DE FAMILIA, gran poemario de Juan Ramón Santos

Parte de bajas (un poema de Víctor Jiménez)

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PARTE DE BAJAS
Cuando llegan al frente cada día,
lo primero que hacen es mirar
con atención el parte
de bajas.
Han caído
ya demasiados combatientes
como para afrontar
con ánimo y con éxito
la inminente batalla.
Son las ocho y espera el enemigo
que, como siempre, los supera en  número.
.Vuelve alguno, que llega rezagado,
a leer en voz alta
los nombres de los pobres abatidos
por las enfermedades y esta guerra.
Pero no cunde el pánico;
si acaso, el desaliento.
Y hay quien piensa, no entiende y se pregunta,
con una leve e irónica
sonrisa, cómo puedo
estar ahora aquí en primera línea
con esta tosecita que me entra al levantarme.


Al pie de la letra.
Víctor Jiménez.
Ediciones de la Isla de Siltolá

sábado, 11 de febrero de 2017

Entrevista a Víctor Peña Dacosta y Lupe Salguero (PSICOPOMPO)

El viernes 30 de enero de 2015 presenté mi primer libro, La huida hacia delante, en Cáceres. Concretamente, en la Librería-Café Psicopompo, un precioso espacio que acababa de abrir, que, por suerte, todavía continúa abierto y, sobre todo que esperemos que siga animando la escena cultural cacereña durante mucho tiempo.
Unos reporteros del programa "Sobre la línea" se desplazaron hasta allí y charlaron conmigo y con Lupe Salguero, dueña y alma de Psicopompo, en una entrevista que acabé encontrando mucho tiempo después y que, ahora, dos años más tarde, he subido a Youtube para quien le interese. Aprovecho también para compartirla en este blog:


viernes, 10 de febrero de 2017

Recurso previsible

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Hallábame yo a la sazón en los aledaños de esa peligrosa edad en que el hombre vislumbra que no es un genio ni ha nacido para algo verdaderamente importante (…) Aseguran las estadísticas que en dicho trance el hombre recurre a diferentes y sucesivos engatusamientos hipnóticos de espectacularidad descendente que envuelven en consolatorios espejismos la decadencia, la visión cada día más diferida y nebulosa, brumosa y huera, de la meta y la creencia de que uno mismo decide imperiosamente no alcanzarla por placer, comodidad o espanto. Pero, cuando de pronto, y frontalmente, topa con la realidad, (…) El desaliento cunde. Se acaricia la palabra resignación, innecesariamente repetida cada mañana ante el espejo con la cara espumosa de nieve, para privarla de significación y, como una ofensa o una mancha, desecharla. Se aplaza la noción de la derrota. Vencido, irredento, se silencia la verdad, el grito innominado. Tórnase el hombre irascible y busca consuelo en otros círculos. La fornicación desatada, por ejemplo, es previsible recurso
Mísera fue, señora, la osadía
Gonzalo Hidalgo Bayal 

jueves, 9 de febrero de 2017

El muro (artículo de Julio Llamazares)


Protestan contra el muro que Donald Trump quiere levantar entre Estados Unidos y México gentes de todas las ideologías, de todas las religiones y los países, incluso aquéllas que ven normal que haya un muro entre Israel y Palestina o vallas con concertinas en Ceuta y Melilla para que los desheredados del tercer mundo no nos invadan. Es más, protestan hasta personas que durante años no han dicho ni mú del muro que ya existe entre Estados Unidos y México y que han ido levantando uno tras otro todos los predecesores de Donald Trump en la Casa Blanca.
¿Qué es lo que ha cambiado para que entonces no y ahora sí al muro entre Estados Unidos y México se le califique como de la vergüenza evocando aquél que durante décadas dividió Europa y al mundo en dos? Sencillamente las formas del personaje, más propias de un John Wayne vestido de financiero que de un político homologable con los que estamos acostumbrados a ver. Si Trump, en lugar de sobreactuar cinematográficamente, hubiera hecho su muro con discreción como sus predecesores en la presidencia de Estados Unidos incluido Obama, lo habría concluido sin que apenas se levantaran voces de protesta, excepto en México y en los países del sur de América. Porque muros hay y se siguen haciendo por todo el planeta, desde las vallas del este de Europa que tratan de parar a los que huyen de los conflictos de Siria e Irak hasta los que separan países enfrentados como Ucrania y Rusia o las dos Coreas o, sin necesidad de irnos tan lejos, entre Gibraltar y La Línea de la Concepción, en el sur de España. Ello si no consideramos un gran muro, que lo es, ese mar Mediterráneo en cuya travesía pierden la vida centenares de personas cada año.
Y es que el muro que divide el mundo en dos es más mental que real y no es preciso visualizarlo para saber que existe desde hace siglos. Es el muro que separa a los países ricos de los pobres más que a los de una ideología u otra, más que a los de una religión u otra, por mucho que queramos culpar a estas de su existencia. El verdadero motivo que lleva a Trump a sellar su frontera con México con hormigón, como otros países hacen con alambradas o vallas con concertinas, no es proteger a sus poblaciones de potenciales ladrones o terroristas sino la negativa a repartir su bienestar con los pobres. Lo dijo ya hace unos años Eduardo Haro Tecglen en este periódico con su sarcasmo amargo característico: desde que cayó el muro de Berlín ya no hay ideologías, sólo hay pobres y ricos.
Julio Llamazares.

martes, 7 de febrero de 2017

lunes, 6 de febrero de 2017

VI febrero republicano: colaboración con Europa Laica en Sevilla

Estos días la asociación Europa Laica celebra el VI Febrero Repubicano en Sevilla.
El miércoles 8 de febrero tendré el placer de acompañar al filósofo y ensayista y, sin embargo, amigo, César Tejedor en una conferencia titulada Libertad, igualdad y fraternidad para la España del s. XXI.

domingo, 5 de febrero de 2017

Vivir en la frontera significa

El Roto
Vivir en la Frontera significa

que no eres hispana india negra española
ni gabacha, eres mestiza, mulata, half-breed
atrapada en el fuego cruzado entre bandos
con las cinco razas sobre tu espalda
sin saber a qué lado mirar, de cuál huir;

Vivir en la Frontera significa saber
que tu parte india, traicionada durante 500 años,
ya no te habla,
que las mexicanas os llaman rajetas,
que negar a la anglo que hay en ti
es tan malo como haber negado a la india o la negra;

When you live in the Borderlands
la gente te pasa de largo, el viento te roba la voz,
eres burra, buey, chivo expiatorio,
precursora de una nueva raza,
mitad y mitad –hombre y mujer, ninguno–
un nuevo género;

Vivir en la Frontera significa
poner chile en el borscht,
comer tortillas integrales
hablar Tex-Mex con un Brooklyn accent;
que te pare la migra en los controles fronterizos;

Vivir en la Frontera significa luchar fieramente para
abstenerte del dorado elixir de la botella,
de jalar el gatillo de la pistola,
la soga que destroza el hueco de tu garganta;

En la Frontera
tú eres el campo de batalla
en el que los enemigos se confunden;
eres una extraña en tu casa,
los conflictos se han solucionado
la descarga de disparos ha roto la tregua
estás herida, caída en combate
muerta, defendiéndote;

Vivir en la Frontera significa
que los afilados dientes blancos quieren hacer jirones
tu piel roja-aceitunada, machacar la pulpa, tu corazón
golpearte aplastarte estirarte
hasta que huelas a pan blanco, pero muerta;

Para sobrevivir a las Borderlands
debes vivir sin fronteras

ser un cruce.

Gloria Anzaldúa 
(Traducido por María López Ponz 
para Emplumadas, una antología de poesía chicana 
que próximamente será publicada por Ediciones Liliputienses)