De nuevo, la Revista Oculta publica el segundo capítulo de mi ensayino La Generación Simpson.
Pueden leerlo completo en este enlace.
"la Generación Simpson se caracteriza por haber crecido en un clima generalizado de ligero optimismo (o, si prefieren, de abúlica complacencia) en el que se daba por sentado que las grandes luchas sociales anteriores carecían ya de sentido: se habían legalizado el divorcio y el aborto y no se perseguía con excesivo ahínco el consumo de drogas, los sindicatos nos aseguraban que nuestros derechos laborales estaban bien y, como todo el mundo decía haber corrido delante de los grises, la mediocre cima de derechos sociales y laborales alcanzada parecía lo más alto que se podía llegar sin temor a romper la cuerda de lo atado y bien atado. Si nos pusiéramos metafísicos podríamos decir que la generación anterior a la nuestra aprendió que luchando nunca se consiguen nada más que derrotas y, por tanto, consciente o inconscientemente, nos educó en la aceptación disimulada de la derrota y la espera impaciente de una oportunidad. Pero, si les parece, vamos a intentar evitar ponernos metafísicos. Al menos, por el momento.
Además, daba la impresión de que los puestos de trabajo eran medianamente acordes a la titulación de los aspirantes y, el resto, «lúmpenes, gentuza de una clase social mucho más baja que la nuestra», que diría aquél, se repartían entre los que optaban por esa opción tan española de aguantar hasta reventar (sin quejarse fuera del perímetro del bar o el vandalismo) y los que nunca llegaron a tener voz. Por supuesto, esta sensación de saciamiento post-comida familiar era compartida con las generaciones anteriores, pero con la vital diferencia de haber sido demasiado jóvenes para vivir la explosión, eclosión e impacto de Nirvana y la explosión, eclosión y muerte de la nihilista ruta del bakalao, últimos vestigios de rebelión contracultural oportunamente fagocitada por el capitalismo. Poco a poco, los yonkis que quedaban fueron muriendo o desplazándose al extrarradio, el punk perdió fuerza y el rock transgresivo y sus distintas variantes pronto evolucionaron a una actitud menos social y más pretendidamente (ay) lírica. Por todo ello, nuestro destino estuvo pronto marcado: estudiar para conseguir labrarnos un futurillo aceptable, JAMÁS probar la heroína, no drogarnos, en general, muy a lo bestia y, sobre todo, tomarnos la vida, siempre que fuera posible, con mucha ironía y mayor distancia.
Así, nuestra generación vivió su preadolescencia, adolescencia, juventud y entrada en la precariedad laboral en torno al bucle infinito de los capítulos de Los Simpson, repetidos una y otra vez (sin que eso fuera, en absoluto, motivo para dejar de verlos) hasta dejarnos claras varias cosas: Lisa, el único personaje comprometido, era un absoluto coñazo, la mejor opción ante los problemas es beber y no hay nada suficientemente grave como para que no acabe arreglándose al cabo de un rato, como por arte de magia y sin necesidad de emplear excesivo esfuerzo."
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