La Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Literatura a Robert Zimmerman, más conocido como Bob Dylan. Me parece un músico fantástico y me declaro, sin ambages, fan de su música, especialmente de 4 o 5 discos básicos y de otras cuantas joyas ocultas que me gusta reivindicar cuando me pongo hipster tontorrón (valga la redundancia). De hecho, en mi primer libro, La huida hacia delante, lucía (es un decir) una camiseta suya.
Ahora bien, aunque entiendo por qué le han premiado(Xaime Martínez las resumen con bastante acierto en este enlace), no creo que sea un premio justo (y perdón por el oxímoron). Y es que, si bien es cierto que Dylan cambió para siempre la música e influyó enormemente en la literatura, en mi opinión su valor poético queda constreñido a unos cuantos discos muy interesantes en los que mezcla la poesía beatnik con la tradición folk y un toque surrealista.
A partir de entonces (esto es, en la mayor parte de su larguísima carrera) ha dejado discos irregulares con letras que buscaban más el efecto esperado en un disco (es decir, musicalidad, ritmo, fraseo, algún que otro hallazgo coreable...) que poético. Por poner un par de ejemplos muy claros: "Like a rolling stone" cambió para siempre la música pop sin dejar de ser una letra muy normalita y "Knocking on heaven´s door" es una maravilla de canción y un "poema" de nivel adolescente.
Todo esto lo explica con más detalle y más bilis Martín López-Vega en este enlace. Hay excepciones, claro.
Y caben, también opiniones contrarias. Por ejemplo, la mantenida hace años por el gran Raúl Zurita en este artículo.
O la reflexión actual de Jordi Carrión sobre lo que significa este Premio de Literatura.
En cuanto al perfil más completo, como es habitual, lo vuelve a hacer Diego A. Manrique.
Considero que, por ejemplo, Leonard Cohen se merece el Nobel mucho más que Dylan y, que aún así, tampoco sería un ganador especialmente justo, porque hay autores (en las quinielas habituales y fuera de ellas) con carreras literarias más firmes, originales, interesantes, influyentes y rompedoras. Creo.
Todo esto lo explica con más detalle y más bilis Martín López-Vega en este enlace. Hay excepciones, claro.
Y caben, también opiniones contrarias. Por ejemplo, la mantenida hace años por el gran Raúl Zurita en este artículo.
O la reflexión actual de Jordi Carrión sobre lo que significa este Premio de Literatura.
En cuanto al perfil más completo, como es habitual, lo vuelve a hacer Diego A. Manrique.
Considero que, por ejemplo, Leonard Cohen se merece el Nobel mucho más que Dylan y, que aún así, tampoco sería un ganador especialmente justo, porque hay autores (en las quinielas habituales y fuera de ellas) con carreras literarias más firmes, originales, interesantes, influyentes y rompedoras. Creo.
Sin embargo, reconozco que hacía tiempo que no conocía en tanto detalle la obra de un ganador del Nobel (quizás desde que lo ganara Vargas Llosa) y que mi tendencia por la celebración se activa rápidamente, así que hagámoslo con matices o con dudas pero, a la vez, con alegría.
Podemos comenzar rastreando alguna de tantas huellas como ha dejado Dylan en la poesía, como en este spoken-poem de El Hombrecito, publicado en Ediciones Liliputienses de Chema Cumbreño:
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