Como dije en su momento, uno puede abrir por cualquier punto el libro 50 poemas de José Luis Piquero y tener la seguridad de encontrar un poema soberbio. En este caso, admito que he hecho un poco de trampa y he abierto cerca del final, sabiendo que había algunos poemas nuevos, para ver si renqueaba... pero tampoco ha habido suerte, porque me he encontrado con uno nuevo, sí, pero que ha resultado ser éste:
En realidad ya estoy acostumbrado:
ni siquiera me duele.
Antes era peor: perspectivas de viaje que siempre se truncaban (y a los niños
no les daba ni tiempo a marearse),
el déjà vu del susto y un punzante
sentimiento de culpa:
no he sabido cuidar de mi familia.
Luego uno aprende a relativizar
y no faltan ventajas: nada de preocuparse por ascensos
o por pagar facturas,
mis hijos nunca traen malas notas,
mi mujer no me engaña: se sienta y cierra el pico.
Somos una familia peculiar: el señor Ave Fénix y señora
con sus encantadores chiquillos soñolientos.
Tan ciegos, tan tenaces
en el error. Tan tontos.
Ya lo sé: damos risa.
Tengo este sueño: pego un volantazo
de lo más inspirado, piso a fondo,
esquivo a un ingeniero y salimos a escape
carretera adelante, hacia auroras blanquísimas, el cielo de los dummies.
Y al despertar os odio. ¡Dios mío, cómo os odio!
Óyeme tú, viajero, que recorres triunfante la autopista
y a tu corazón baja
el canto eterno de la radio-fórmula.
Acuérdate de mí cuando, muerto de miedo,
levantes la cabeza llena de sangre y grites:
"¡Santo Dios, no lo he visto!
"¡Santo Dios, no lo he visto! ¿Estáis bien?".
"¡Santo Dios, no lo he visto! ¿Estáis bien?". Y el silencio.
(Poema inédito publicado en Cincuenta poemas, Antología personal (1989-2014), La isla de Siltolá, 2014)
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