sábado, 19 de julio de 2014

Impossible is nazi




Si algo nos enseñaron Aquarius y el Cholo Simeone es que no hay nada imposible en esta vida:
Finalmente, tras haberme presentado en 2008 y 2010 y no haber podido intentarlo en 2012, puedo confirmar que he sacado mi plaza fija de funcionario como profesor de Lengua Castellana y Literatura.
Por eso, antes de perder la consciencia y, tal vez, la memoria, por una celebración que deje en bragas la visita de El Cigala a El Hormiguero, me gustaría acordarme de mi querida Carmela TC, que en los días previos al examen me enseñó, literalmente, más de Pragmática e Historia de la Lengua de lo que aprendí en 4 años de carrera; de mi hermana, Sara Pd, que me ayudó más con mi Programación y mis “defensas” que el mismísimo Actimel; de mis padres, Puri Dacosta Peña y Manolo Peña Sanz, sin quienes nunca me habría presentado en 2008 y que, desde entonces, me han suministrado en todo momento ayuda económica, moral y humanitaria y, muy especialmente, de María Ponz, que ha sido la mejor chófer, coach, informática, preparadora, psicóloga y cómplice, capaces todos de lidiar con mis tremendos problemas a la hora de concentrarme, esforzarme, acordarme de lo importante o, simplemente, centrarme un poco. Gracias eternas, sus quiero.
Bien, dicho esto, toca divagar un poco:
Considero que uno de los grandes fallos de este país desde la Transición fue no lograr hacer de lo público un fortín libre de mamoneos y enchufes que admitiera solo a los mejor preparados. Dado que actualmente estamos a ver si podemos corregir algunos de los fallos de entonces, deberíamos tenerlo en cuenta a la hora de reclamar un sistema de acceso menos arbitrario y mejor, con más garantías, derechos y respeto hacia quien se juega mucho tiempo de esfuerzo. En cambio, hoy en día, las oposiciones son un sistema injusto que no mide la valía como profesor de quien se presenta y que, además, son demasiado subjetivas y aleatorias como para asegurar que premian a quien más se ha esforzado en hacer bien el examen, y esto no debe olvidarse nunca, te toque tener suerte o no. Por ello, sin querer insinuar que vaya a renunciar a mi plaza (¡JA!) o que me haya estado tocando los huevos con la misma intensidad los 12 meses del año, estoy seguro de que hay varios centenares de personas que se lo han merecido más que yo y que no han tenido la misma fortuna. Por eso, aprovecho también para acordarme de, entre otros, Lydia o Marian, confiando en que el sistema será un poco menos injusto cuando ellas saquen plaza en unos días o en 2015.

Y ahora sí, me voy a celebrar.