Al poco de llegar al cargo,
José Ignacio Wert, leyó en el Congreso de los Diputados (y en, al menos, una entrevista) un fragmento de lo que
él creía o decía creer un libro de texto de Educación Para la Ciudadanía en el que
se alababa el comunismo mientras se criticaba el capitalismo. No era un libro de
texto, sino un ensayo totalmente independiente de un escritor que nada tenía
que ver con la asignatura, ni con el Ministerio ni con ningún organismo oficial.
Es como si Sostres escribe que le excita pensar en niños de 13 años estudiando
Biología y acaban prohibiendo la asignatura para evitar la pederastia. Pudo ser
un fallo, garrafal, pero fallo al fin y al cabo. Sin embargo, Wert no admitió
el error ni se disculpó.
Poco después, sin previo aviso, canceló las oposiciones de Secundaria para la que faltaban meses y anuló
los temarios vigentes, que miles de opositores habían comprado hacía poco por
varios cientos de euros. (Es cierto que esos temarios habían entrado en vigor 2
días antes de las elecciones que todo el mundo sabía que el PSOE iba a perder, lo
que era, cuando menos, arriesgado. Pero, según los sindicatos, habían sido
consensuados por todas las fuerzas políticas y, oficiosamente, se llevaban
estudiando más tiempo con el consiguiente esfuerzo económico -Academias- y de tiempo.)
Tampoco pidió perdón y no ha fomentado ningún debate, consenso o simple
sugerencia de cara a mejorar ese sistema de Oposiciones que consideraba poco
válido. De hecho, hasta que no se vuelvan a convocar, el temario vigente (y,
por tanto, el que ya deberían estar buscando los estudiantes que se preparan
con tiempo para buscar la “excelencia” es el de 1993 –ojo, también en
asignaturas como Informática, Tecnología…-)
Para justificar su decisión, dijo
que en las Oposiciones no se premia la excelencia (cierto), pero, para apoyarlo, puso el
ejemplo de que se podían aprobar las oposiciones de Francés sin dominarlo: el
examen escrito, su lectura en voz alta y las defensas ORALES de la Programación
y la Unidad Didáctica se hacen, lógicamente, en la lengua para la que opositas.
No sé si todo el mundo lo sabe ni si todo el mundo debería saberlo, pero no
estaría de más que el ministro de Educación lo supiera o, al menos, que alguien
se lo comentara después de haber mentido tan groseramente en público. Tampoco rectificó
ni pidió perdón por el error o el embuste.
Donde sí se puede dar clase de
Francés o Inglés sin tener un buen dominio del idioma (o ni siquiera el título) es en los Centros
Concertados ya que, aunque en las Oposiciones Públicas no se premia la
excelencia y el sistema es debatible, los Centros Concertados no tienen ningún
control de calidad a la hora de presentar titulación o haber demostrado
méritos. Imagino que para seguir primando esa “excelencia”, han sido mucho
menos perjudicados por los recortes que los centros públicos.
Por cierto, los profesores de los
colegios concertados no se han visto afectados por la eliminación de la paga
extra de Navidad ni por las medidas para ahorrarse el pago del verano a la gran
mayoría de interinos. Digamos que tienen todas las ventajas de trabajar para el
Estado y, excepto más horario laboral, ninguno de sus inconvenientes (prepararse oposiciones, hacerse
kilometradas para trabajar en pueblos lejanos a su lugar de residencia antes de
lograr los puntos para concursar) excepto el de pertenecer a una empresa
privada (pagada con fondos públicos) que, cuando quiera, puede echarles.
¿Adivinan, en ese caso, quién paga la indemnización?
Poco después Wert suprimió la
asignatura Educación Para La Ciudadanía por considerar que “adoctrinaba”. Es
debatible, cierto. Sin embargo, ha mantenido Religión Católica que, como compartirán, en el mejor de los casos, adoctrina, al menos, lo mismo.
(Por cierto, los profesores de
Educación para la Ciudadanía son licenciados con oposiciones aprobadas y en
ella se enseñan, entre otras cosas, Derechos Humanos. Los profesores de Religón
Católica no han pasado un solo examen de oposición y, aunque, les pagamos entre
todos, dependen exclusivamente del obispado de cada región.)
Dentro de los Centros
Concertados, hay un buen número de centros que segregan por sexo. El Tribunal
Supremo falló que esos Centros atentaban contra la Igualdad y, por lo tanto,
debían dejar de recibir subvenciones. El ministro reaccionó con celeridad
cambiando la Ley para que pudieran seguir recibiéndolas.
Ha dejado en la calle a miles de
profesores interinos, es decir, a personas que han aprobado las oposiciones, en
algunos casos con muy buena nota y, por tanto, demostrando estar capacitados
para el cargo según el sistema vigente (con el que se puede estar de acuerdo o
no, pero es el único que hay).
Esto no solo supone que miles de
personas estén sin trabajo, en muchos casos considerando haber hecho durante
lustros méritos más que suficientes para no estarlo, sino que la Educación
Pública esté atravesando un momento crítico: no se cubren muchísimas bajas, hay
profesores de otras especialidades teniendo que completar su horario con
Matemáticas, Lengua, Inglés, Historia, Física o Química, Educación Física… Y,
por tanto, los alumnos están peor atendidos y peor enseñados.
Mientras tanto, muchos profesores
que nunca han aprobado las oposiciones y, por tanto, aunque en algunos casos
sean profesionales excelentes, no han demostrado merecerse el trabajo más que
los interinos que están en la calle, siguen cobrando, con los últimos recortes, casi más que los de Centros Públicos. Les pagamos entre todos, ¿lo he dicho ya?
Ha asegurado que quiere primar
las asignaturas de Lengua y Matemáticas sobre el resto de materias. Es una
propuesta defendible, pero es falso que lo esté haciendo: por ejemplo, en
Extremadura ha habido un recorte del 95% de vacantes en Lengua y del 90% en
Matemáticas. Eso quiere decir que hay profesores del resto de especialidades
impartiendo esas asignaturas. Eso no es todo: sus últimas decisiones han sido
eliminar asignaturas como Cultura Clásica, Latín o Griego y hay profesores con
plaza que imparten esas asignaturas a los que no puede echar. ¿Qué va a pasar?
Que van a ser reciclados en profesores de otras asignaturas. Por tanto, los
alumnos podrán tener más horas de Matemáticas (de Lengua, en muchos casos, ya
no podían tener más) pero no van a ser mejor enseñados.
Ha cambiado la ley para aumentar
la ratio de alumnos por clase. Ha asegurado que esto es una “flexibilización”,
que no repercute en el funcionamiento de la clase e, incluso, se ha permitido
hacer el chiste de que así se favorecerá que” los niños se relacionen y
socialicen en la escuela”.
También ha dicho que la intención
del Ministerio es “españolizar a los niños catalanes”. Pero, como pueden
observar, eso es lo de menos, ni siquiera debería haberlo dicho: no por las
connotaciones fascistas de la expresión que, de nuevo, puede haber sido un error, sino porque debería llevar ya mucho tiempo en la calle.
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