ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


martes, 9 de octubre de 2018

CONTRA LA IZQUIERDA: para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI.

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La colección de mini-ensayos o panfletos agrupada en la colección Nuevos Cuadernos Anagrama es espectacular. Desde el primer número, El secreto y no, de Claudio Magris, hasta el análisis de Schopenhauer por parte de Houellebecq y pasando por la crónica de la inmigración y el ascenso de la extrema derecha en Calais de Emmanuel Carrère. Tampoco puedo dejar de resaltar La conjura de los irresponsables de Jordi Amat, una autopsia exacta de las causas del Procès que ya despiezamos y compartimos en esta entrada de mi blog.

Pero mi preferido hasta el momento es este "ensayino" de Jordi Gracia: Contra la izquierda. Para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI. Comparto a continuación algunas de las citas que más me han sacudido, gustado o sorprendido y reitero mi recomendación para que los lectores de este blog se hagan con este y otros títulos de la colección, como los citados previamente o los de Rafael Chirbes (El año que nevó en Valencia) o David Trueba (La tiranía sin tiranos).

El único fantasma que hoy recorre Europa es el desengaño ante una izquierda sin respuesta ideológica a los desastres del presente. (...) La socialdemocracia se ha mimetizado con la derecha y ha dilapidado la expectativa de ser alternativa real, y el lastre paleorrevolucionario de la nueva izquierda no seduce a mayorías suficientes. La izquierda parece sonámbula, pero no lo está en la calle ni en las casas. (...)
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LO QUE NO ES DE IZQUIERDAS 
Ser de izquierdas era antes relativamente sencillo (...). Pero ese mundo desapareció tras la crisis económica de 2008 y todavía no parece asentado el vendaval de cambios que ha sacudido esta sociedad. (...) a ella le han afectado por partida doble la decadencia de un partido socialista desahuciado y la aparición de una nueva izquierda tentadora y atrevida, pero también inconsistente y parlanchina. (...) No es de izquierdas obviar educadamente que la discriminación de género más salvaje de Occidente arranca de los confesionarios y las escuelas religiosas.
Tampoco es de izquierdas pedir y defender lo imposible porque esa retórica abona la perpetuación del orden fundamental; (...) No es de izquierdas descalificar cuarenta años de democracia sin señalar las culpas de las generaciones posteriores (la mía, entre ellas). No es de izquierdas creer que las élites arruinaron los sueños de la izquierda durante la Transición; no es de izquierdas arrojar hoy a aquel pasado las culpas del presente, porque es un fraude intelectual. Casi nadie supo hacer mejor entonces las cosas y tampoco después. (...)
Tanto el movimiento feminista como el movimiento ecologista son paradigmas de éxito de la izquierda. Han logrado instalar en el programa global del neoliberalismo a los que fueron causas emprendidas por vanguardias minoritarias y a menudo caricaturizadas; (...)
A pesar de las tamborradas de la izquierda en Cataluña, me temo que tampoco es de izquierdas ser independentista. El procés ha llevado a la izquierda al colapso porque ha respondido a las movilizaciones populares sumándose acríticamente a ellas. A la izquierda le ha sobrado inercia revoltosa y le ha faltado coraje para oponerse a un discurso de fondo insolidario y antiguo; ha aceptado la caricatura de una España reducida a los despachos del poder conservador y no ha encontrado el momento para promover la discusión sobre por qué, contra qué, a cambio de qué y a qué precio se aspira a ese destino redentor. No ha planteado siquiera el debate de la legitimidad ideológica o se ha acobardado al abordarlo. La nueva izquierda ha creído de forma oportunista y táctica que sus banderas no podían faltar entre las banderas callejeras del independentismo. Ha sido el síntoma más flagrante (...) de su debilidad argumental y de la pobreza de su idea de solidaridad y cohesión social, de su olvido de las clases trabajadoras inmigradas a lo largo de todo el siglo, y no ha sido de izquierdas tampoco su adopción de un relato ajeno y tácitamente supremacista. (...)
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POR UNA IZQUIERA IRÓNICA  
(...) la zona de confort dejó de existir para la izquierda incluso antes de la crisis de 2008. Su volatilidad ideológica ha hecho surfear al socialismo en un precario equilibrio, mientras el oportunismo de la nueva izquierda ha atronado con soluciones categóricas y a menudo impracticables. (...) La socialdemocracia acentúa su conservadurismo como solución mecánica y la nueva izquierda acentúa artificialmente su radicalismo. (...)
Posiblemente el reformismo más exigente empieza por la conciencia de la invulnerabilidad del capitalismo, de su blindaje formidable y de su infinita capacidad mutante. (...) prefiero la defensa irónica de una causa perdida en la que no todo está perdido, donde lo real no es una fatalidad pero tampoco lo es la enmienda de lo real. (...) Para hacerse visible y audible en el mercado mediático, necesitó reactivar los viejos eslóganes y el radicalismo teórico de otros tiempos, en España y fuera de España. La estrategia funcionó y fue capaz de atraer a multitud de ciudadanos. Con un discurso libresco y arqueológico, reactivó la conciencia de la injusticia y de la desigualdad y puso contra las cuerdas a una socialdemocracia desmejorada y dócil con la depauperación de las clases medias.
Ese fue un mérito objetivo de la izquierda nueva, pero hoy todo aquello está ya amortizado. Esa clase media degradada hará lo que sea para proteger o recuperar su reciente ascenso social, sin pensar por asomo en ruptura alguna ni nada semejante. (...)
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No hay ya batalla entre iguales porque la izquierda es también capitalista. (...) Su renuncia a objetivos macrosociales concentra la energía para combatir microdesgracias pandémicas. Esa es una izquierda posible, posibilista, limitada y necesaria, sin soflamas que la hagan vivir en falso, soñar en falso, sentir en falso, gesticular en falso. (...) La urgencia de lo real le exige a la izquierda prudencia y pragmatismo para reparar las averías de un sistema que ni puede ni sabe cómo reemplazar. (...)
Y aunque algunos líderes se nutran de pantalones y camisas en el Carrefour (...) sus votantes naturales podrían vender a la madre por unos Levi´s como los míos. (...) 
Que el discurso de la izquierda sea eficaz pasa por asumir sin vergüenza el fracaso y el horror de las utopías y aclimatar las expectativas a la realidad de un Occidente rico y a la vez saturado de desigualdades atroces (...). Alimentar una expectativa retrorrevolucionaria es la tumba de la izquierda y garantiza su debilidad crónica. (...) El discurso redentor es letal para la izquierda porque todo el mundo sabe que no hay redención alguna. Quizá incluso ser de izquierdas empieza hoy por no parecer de izquierdas, mientras que la exhibición de izquierdismo se parece mucho a la nostalgia (...).
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En cuanto la izquierda oye un eslogan hímnico o la cantinela de turno de la revolución, en cuanto asoma la coreografía de una movilización estudiantil, sale disparada pavlovianamente a su encuentro y corea con el viejo fervor las consignas de la memoria. (...) No produce otra respuesta que el ensimismamiento gratificante y la nostalgia autocompasiva de un pasado que no existe fuera de la memoria sentimental, fuera de los libros de historia, fuera de las discotecas o cedetecas de padres con alopecia peleona y edad avanzada. (...)
 
A veces parece que la izquierda occidental no ha entendido que es una izquierda burguesa que aspira antes que nada a preservar su estatus. (...) Si la izquierda burguesa es egoísta no es solo porque quiera preservar lo suyo, sino porque la clase baja le suscita culpa y la clase alta, rencor o desprecio. (...)
La izquierda acusa ahora la mala conciencia de saberse burguesa, culpable de sus gustos y sus consumos, y a cambio sobrelleva la penitencia impagable de encajar imperturbablemente victorias morales con sus correspondientes derrotas reales. Seguimos coreando no nos moverán, seguimos repitiendo contra toda evidencia no pasarán, o incluso nos creemos de veras que es la unión la que hace la fuerza y lo coreamos a coro. Pero todo desprende el aire antiguo de una obra del viejo teatro de la lucha obrera sin lucha y sin obreros. (...)
Condenar la Transición como contrafigura grotesca de una República mitificada tampoco es producto del conocimiento histórico ni del deber de contar la verdad. (...) Sacralizar la Transición infantiliza aquel proceso tanto como impugnarla. (...)
Lo que de veras encadenó aquel candado fue la continuidad institucional, política, cultural y jurídica del franquismo. (...) Han olvidado la sórdida cultura política del país que fuimos, han olvidad el tutelaje de un ejército presto a tomarse la revancha por la prematura (sic) muerte de Franco, han olvidado que la mayoría de la población fue pasivamente franquista y que una masiva minoría fue convencidamente franquista. (...) Esa izquierda demuestra su incapacidad para entender que España era un país estructural, moral y políticamente subdesarrollado y sin la menor cultura democrática. (...)
 
Momificar idealmente la Segunda República es una superstición más de la izquierda contemporánea, y otro indicio de la pandemia de autoengaño. (...) Me parece que prefiero una izquierda sin mitos y sin héroes, porque ambos suelen llevar dentro alguna forma interesada de falacia. (...)
La agitación callejera o la agitación verbal sacuden a los medios pero solo movilizan a sectores previamente movilizados, a veces por edad y por biografía, a veces por convicción juvenil. (...)
La realidad se ha movido a toda velocidad, pero los socialistas no. (...) Los cambios sociales, la crisis, la emergencia de la nueva izquierda y la conciencia democrática de las nuevas generaciones han dejado a la socialdemocracia clavada en el centro ideológico, con una inquietante propensión al centroderecha. (...)
Tuvieron razón hace cuarenta años al redirigir hacia el centro al socialismo, que llegaba descamisado desde los años setenta; tendrían razón hoy sus nuevos líderes al redirigir hacia la izquierda a su propio partido, de acuerdo con las nuevas reglas de juego, de acuerdo con las nuevas demandas sociales y hasta de acuerdo con la plena madurez de una democracia ya nada juvenil. (...)
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POR UNA IZQUIERDA PESIMISTA 
La credibilidad de la izquierda se ha ido a la mierda porque ha vivido ensimismada en una especie de planeta paralelo nutrido de la modesta opulencia de las clases medias y de la ilusión contradictoria de derogar el orden que ellas mismas han crecido. (...) domesticada no por los poderes financieros y bancarios sino por su propia falta de honradez a la hora de ofrecerse como poder real y alternativo. (...) 
POR UNA IZQUIERDA RECELOSA 
La izquierda parece más cautiva de la combatividad dialéctica y airada que de la definición precisa de lo urgente. Sucumbe a eslóganes, mensajes liposuccionados, ideas planchadas para su reproductibilidad indefinidamente reenviada por mensajería caliente. Pero es una ruta atolondrada e irreflexiva, y quizá es el camino menos útil para recuperar una credibilidad suficiente más allá de los propios círculos convencidos: tiendo a creer que, en lugar de incluir a ciudadanos, los excluye. (...)
La izquierda todavía puede explorar el espacio de la distancia crítica y la desentimentalización, sin renunciar a la rebelión racional y práctica contra la desigualdad. (...) Subsisten aquellos en quienes prevaleció la reflexión disidente y la insumisión a la doctrina partidista. De ahí que la memoria de los perdedores natos sea mucho más potente y estimulante, como (...) Antonio Gramsci, Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin. (...)
En la práctica, el ruido mediático es conservador. Lo convierte todo en irrelevante y esconde lo estructural tras la mensajería frenética. Fomentar la agitación en la red es indispnesable para la visibilidad guerrillera de la izquierda, pero puede contribuir tamibén a su corrosión. A la derecha le conviene el bullicio en los medios y la histeria comunicativa, porque desjerarquiza e invisibiliza lo fundamental en favor de lo accesorio y provocador. (...)
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No estoy seguro de que la hiperactividad nerviosa de las redes contribuya a consolidar una columna vertebral crítica, segura de sus prioridades, abstraída del runrún. (...) La inyección de mensajes estructurales, la renuncia a la rebatiña de patio vecinal y hasta la relativa inhibición podrían ayudar a la izquierda a dejar de funcionar como involuntario salvavidas de la derecha. (...)
Por eso a veces pienso que ser de izquierdas hoy es más complicado que antes, y también más contradictorio y necesariamente irónico. (...) Ser de izquierdas es aborrecer amistosamente las gracias y paradojas de Zizek para que sus gracias y paradojas no sean lo único que quede de Zizek. (...) ser de izquierdas es interiorizar a la vez el entusiasmo y el recelo ante las redes sociales, con su paradójico efecto de retracción sociofóbica y autoexplotación esclavista, de acuerdo con César Rendueles y Remedios Zafra; ser de izquierdas es llorar con las emociones de Juan Marsé porque la derrota no salvó a los vencidos de sus propias flaquezas morales, y ser de izquierdas es encontrar en la fragilidad de las emociones la fortaleza de la resistencia, como en las novelas de Marta Sanz (...). 
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POR UNA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI 
(...) El agujero negro de las izquierdas sigue estando dentro de las mismas izquierdas, y no fuera; su agujero negro se lo han fabricado ellas y no la combinación diabólica de poderes mediáticos y conspiraciones político-empresariales (...). Su agujero negro está hecho del descrédito ante sí misma y la desconfianza hacia su propio poder como discurso racional, disciplina crítica e instrumento político. (...)
¿Por qué es tan poco ágil la respuesta del centroizquierda ante el espectáculo más sórdido que ha dado la derecha española desde los tiempos aznaristas de su empatía neofranquista? (...) ¿Qué se ha roto para que la socialdemocracia tolere el lenguaje fósil de la derecha cuando la derecha está en el pozo más hondo de su descrédito intelectual y moral? (...)
O la izquierda es pragmática, irónica, recelosa y pesimista o seguirá siendo el auxiliar de campo de la derecha real, estable, imperturbable y optimista. 
CONTRA LA IZQUIERDA:
Para seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI.
Jordi Gracia.
Nuevos Cuadernos Anagrama

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