ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


sábado, 30 de abril de 2016

Tres poemas de "Los hijos de Ulises" de Ángel M. Gómez Espada



LOS HIJOS DE ULISES

Somos los hijos de Ulises.
Los que nos quedamos custodiando el secreto de Ogigia,
la generación perdida que dejó de lado la trashumancia y los problemas.

La leyenda dice que las multinacionales nos 
contrataron como conejillos de indias.

Nadie vino a reclamarnos.
Nadie pidió un rescate por nosotros.
Nadie llenó las farolas de su ciudad con nuestras
fotos en pose de recién desaparecidos.

Por nosotros nadie se manifestó.
Nadie habló en nombre de los parias.

Los fabricantes de loto nos comieron las ideas.

Una vez por semana un avión lanza desde el aire
cantidades suficientes hiperconcentradas,
que diluimos en agua sin futuro para abastecernos.
Dejan que nos saciemos hasta el hartazgo.
Pasa el avión cuatro o cinco veces por los campamentos.

A nuestra manera, también somos revolucionarios.
También luchamos, sufrimos y morimos.
Aunque seamos incapaces de recordar la causa de tanto aciago.
Aunque ni siquiera podamos recordar cuándo
pasará el próximo avión.


LAS NIETAS DE LAS COSTURERAS

Como solo ellos saben hacerlo, nos fueron 
usurpando cualquier poder.

Con la misma pauta que cuando aprenden a 
pedirnos la sal con un golpe de mirada seco.

Nos taparon la boca, de nuevo.

Eran los tiempos nuevos, había que plegarse.
Cedimos.

Siempre acabamos cediendo para sostener 
el equilibrio del Mundo.

Cedimos para que no se fuera todo al carajo.

A su manera, nos castigaron por habernos atrevido 
a quitarnos el velo.

Nos castigaban por empuñar las palabras como 
antaño ellos empuñaron las cimitarras.

O las espadas.

O las ballestas.

O el arco.

O la piedra afilada.

Por la noche, Penélope nos leía historias ancestrales.

Nos enseñaba el arte de la costura, la estrategia del paciente.

Mientras nos íbamos limpiando la sangre.

Mientras mirábamos cómo cauterizaban las heridas.

No era para tanto.

Morderse los labios un poco más fuerte y ya.

Era lo primero que nos enseñaban nuestras abuelas.

A cantar mientras cosías.

A cantar mientras llorabas.

A cantar mientras sangrabas.

La Historia de la Humanidad se sostiene por 
los cantos de las nietas de las costureras.

Si todo esto sigue en pie, al fin y al cabo, es porque 
nosotras aprendimos a coser.

Por mucho que les duela.

Por mucho que nos duela.


THE OTHER SIDE IS THE SAME SHIT


“El que derrota al monstruo / y ocupa
su lugar / se vuelve el monstruo”
José Emilio Pacheco

Entonces, dígame.

Estamos de acuerdo en eso, al menos.

Todo lo que usted me reprocha es a lo que aspira.

Forma mi patrimonio parte de sus sueños.

Repítame de nuevo, pues, si es usted tan amable,

En qué nos diferenciamos.



Eso mismo me había parecido a mí.


(Los hijos de Ulises.
Ángel Gómez Espada.
Editorial LeTour1987, 2015)

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