ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


jueves, 22 de enero de 2015

María López Ponz traduce a Lorna Dee Cervantes

  

Entre los contenidos de Psicopompo: Revista de literatura, cabe destacar tres poemas inmensos traducidos por María López Ponz. Uno de ellos es especialmente brutal y merece, como mínimo, ser pegado a continuación:


Poema para el joven blanco que me preguntó cómo yo, una persona inteligente y leída, podía creer en la guerra entre razas  


Lorna Dee Cervantes (California, 1954)
Traducción de María López Ponz (Alcora, 1983)

En mi país no hay diferencias.
Las políticas de opresión sembradas de alambre
han sido derribadas hace mucho. El único recuerdo
de batallas pasadas, sean ganadas o perdidas, es el leve
surcado de los fértiles campos.

En mi país
la gente escribe poemas de amor,
llenos de nada más que felices sílabas infantiles.
Todos leen cuentos rusos y lloran.
No hay fronteras.
No hay hambre, ni
graves hambrunas ni gula.

Yo no soy una revolucionaria.
Ni siquiera me gusta la poesía política.
¿Piensas que puedo creer en la guerra entre las razas?
Puedo negarla. Puedo olvidarla
cuando estoy segura
en mi propio continente de armonía
y amor, pero no vivo
ahí.

Creo en la revolución
porque en todas partes arden las cruces,
certeros pistoleros gamados esperan tras las esquinas,
francotiradores apuntan a las escuelas …
(Sé que no me crees.
Y que piensas que no es más
que exageración transitoria. Pero eso
es porque no te disparan a ti.)

Estoy marcada por el color de mi piel.
Las balas son discretas, diseñadas para matar lentamente.
Mis hijos son su objetivo.
Estos son los hechos.
Déjame mostrarte mis heridas: mi mente trabada, mis
disculpas constantes, y esta
agobiante preocupación
por sentir que no estoy a la altura.

Estas balas pueden más que la lógica.
El racismo no es una cuestión intelectual.
No puedo curar mis cicatrices con la razón.

Al otro lado de mi puerta
hay un enemigo real
que me odia.

Soy una poeta
que ansía bailar en los tejados,
susurrar delicados versos sobre la alegría
y la bendición de la comprensión humana.
Y lo intento. Vuelvo a mi país, a mi castillo de palabras, y
cierro la puerta, pero la máquina de escribir no apaga
los sonidos de la ira sorda y palpitante.
Mi cara sigue recibiendo golpes.
Cada día se me recuerda con insistencia
que este no es
mi país

y sí lo es.

No creo en la guerra entre razas

pero este país
está en guerra.

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