ARREBATOS ALÍRICOS

Me fui sobreviviendo como pude

(José Luis Piquero)


viernes, 7 de febrero de 2025

Algunos poemas de MOVILIDAD EXTERIOR (Carlos Mazarío)


MOVILIDAD EXTERIOR
En la sesión plenaria de los martes
la señora Ministra se encarama
al estrado, con su traje chaqueta,
dejando en el escaño un portafolios
y un bolso de Chanel. Como es debido,
saluda al Presidente y se dirige
en discurso leído a sus colegas,
con gran desparpajo 
acuña en un momento dado el término
"movilidad exterior". 
                                  Su puta madre.


M&M
Para no hacerte daño
no te diré que pienso muchas noches
en huir a otro lugar.

Para serte sincero
te diré que tú siempre me acompañas.

CAPERUCITA
En la puerta de embarque,
sin posibilidad de vuelta atrás,
la mano en el bolsillo, y el papel
en el que te preguntas
quién cuidará de mí
cuando pierda mis pasos en el bosque
y me acechen, como en los viejos cuentos,
lobos con voz humana.

DEUTSCHLAND ÜBER ALLES
Alemania desfila
a ciento treinta y cinco kilómetros por hora
al otro lado de la ventanilla.

Yo conduzco, tú callas a mi lado.

Montículos de nieve endurecida
se van quedando atrás de forma sincopada,
con ritmo subrayado
por el diapasón del limpiaparabrisas.

Al helarse, la nieve se encoge y se comprime.

El corazón se hiela también, también se encoge
en esta carretera tan moderna
que no limita la velocidad
de nuestra huida a lo desconocido.

DIÓGENES
Dame un libro y un sitio donde huela
a tu sexo. No necesito
más.

NO LUGARES
Nos encontramos bien en aeropuertos,
pues no tenemos patria
y nuesto nombre es Nadie.

MOVILIDAD EXTERIOR
Carlos Mazarío.
IV Premio Internacional de Poesía Asociación Cultural Fractal 

domingo, 2 de febrero de 2025

MALISMO (MAL) de Mauro Entrialgo



Defino el malismo como el mecanismo propagandístico que consiste en la ostentación pública de acciones o deseos tradicionalmente reprobables con la finalidad de conseguir un beneficio social, electoral o comercial. (...)


Destaquemos los nombres comerciales de las localizaciones: el club marbellí del tiroteo se llama OPIUM; la discoteca madrileña de los navajazos, VANDIDO (sic); el puticlub desalojado, CLANDESTINO, y el yate con el que su abuelo compite en regatas, BRIBÓN. Todas ellas denominaciones malistas que juguetean con el concepto de ilegalidad y del proceder poco virtuoso. Entre la clase alta y la clase media con pretensiones que aspira a ser alta creyéndoselo mucho y votando a opciones electorales que benefician a los que sí son clase alta, están muy de moda este tipo de nombres. El restaurante madrileño pijo wannabe en el que en mayo de 2023 murieron tres personas en un incendio horrible —que reveló descontrol en la concesión de licencias y vista gorda en las inspecciones municipales de las normativas de seguridad— se llamaba EL BURRO CANALLA. Según el diccionario de la Real Academia, el sustantivo «canalla» posee en castellano tres acepciones principales: «gente baja, ruin», «persona despreciable y de malos procederes» y, en desuso, «muchedumbre de perros». Sin embargo, en la actualidad, se utiliza hasta la saciedad para denominar a cualquier producto o servicio cuyo público objetivo sea moderadamente adinerado pero pretenda desvincularse del concepto de lujo tradicional, más asociado a lo rancio. De esta forma, existen establecimientos canallas, cócteles canallas, cocina canalla, las sudaderas canallas que promociona el Pequeño Nicolás y que se pueden adquirir en la web canallita.com, mercadillos canallas y, sí, decoración canalla ilegal de plástico cutre que arde como la gasolina cuando se le acerca un flambeado también muy canalla. Solo en la capital del Reino de España, algunos locales que utilizan esta muletilla en sus nombres en el momento de escribir estas líneas son: la coctelería Canalla, The Canalla Club, la Taberna Kanalla, la cervecería Los Más Canallas de Malasaña, el Canalla Lounge, La Canalla Live, The Canalla Irish bar o el Templo Canalla Malinche, una carpa situada en el aparcamiento de la parte trasera del pabellón 12 de IFEMA en la que, de viernes a domingo, se representa un espectáculo «musical y gastronómico» creado por Nacho Cano. (...)

Cuando yo era crío, si las empresas utilizaban los adjetivos sustantivados para denominar a productos y comercios, casi siempre recurrían a aquellos que indicaban características consideradas positivas, como en los casos de las gaseosas La Primorosa, La Casera o La Cantarina. Solo recuerdo una marca un poco atrevida de ese tipo de bebidas: La Revoltosa. Hoy, por el contrario, existe un vermut llamado Bandarra, un vino La Vanidosa, una sidra La Prohibida, unas tiendas de moda Snob, otro vino Tunante, una librería Tipos Infames e incluso un Bastardo Hostel. Pero es en bares y restaurantes donde la tendencia ha triunfado con mayor rotundidad. Algunos ejemplos: El Embaucador, La Burlona, Bribón de Madrid, La Peligrosa, La Descarriada, La Malcriada, La Lianta, Arrogante, Fanático, El Perro Gamberro, La Infame, La Celosa, La Cabezona o La Indigna. Todos los propietarios que pusieron nombres a esos establecimientos consideraron que asociar su imagen a un calificativo poco modélico resultaba beneficioso comercialmente. Es decir, de forma consciente o inconsciente, captaron la realidad del fenómeno malista. (...)

A finales del siglo pasado, ya era conocida la propensión de don Juan Carlos de Borbón, en el plano privado, a mantener numerosas relaciones amorosas en paralelo, y en el plano mercantil, a cobrar y acumular comisiones ilegales como si no hubiera un mañana. Pero en aquel momento no se veía todavía bien declarar tu propia naturaleza con un nombre malista: su barco no se bautizó EL BRIBÓN hasta el año 2000. Sin embargo, sí que era permisible insinuar con un pequeño guiño tu mayor interés en la vida: su anterior barco se llamaba FORTUNA. Un último dato revelador: la embarcación de la infanta Elena de Borbón y Grecia, con la que en ocasiones compite en regatas contra EL BRIBÓN de su padre, se llama ALIBABÁ II. (...)



La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció en 2015 un conjunto de diecisiete objetivos de desarrollo sostenible denominado «la Agenda 2030» con la intención de lograr un futuro mejor para los habitantes de este planeta. En esencia, se trata de una plétora de buenos deseos que se pueden calificar de utópicos, sobre todo si tenemos en cuenta que, tal y como apunta su propio nombre, la intención es lograrlos en el año 2030, que está a la vuelta de la esquina. Todos ellos son aspiraciones tan de mínimos y han sido redactados buscando un consenso internacional tan amplio que rozan lo naíf: el fin de la pobreza, hambre cero, educación de calidad, agua limpia, igualdad de género, trabajo decente… Quizás se podría debatir si determinada corporación o Gobierno ha utilizado la Agenda 2030 para justificar acciones concretas con fines distintos a los revelados. O acusar de buenista su creación debido a lo poco realista que resulta llegar a alcanzar alguno de sus puntos para la fecha prevista. También es esperable que a las teocracias que discriminan a las mujeres o a las plutocracias que exprimen a los pobres la idea de la igualdad les parezca una carga de profundidad contra un pilar fundamental de sus regímenes. Pero, de entrada, es difícil pensar que algún ser humano que no padezca un trastorno antisocial de la personalidad pueda oponerse con saña a la integridad de este concepto benévolo. O, al menos, eso debía de creer José Manuel García-Margallo, político de larguísima carrera en la derecha conservadora española, cuando en marzo de 2023, en una calmada intervención en un programa de radio en el que se abordaban las supuestas diferencias del Partido Popular con Vox, se le ocurrió asegurar que «la Agenda 2030 es el evangelio». Le cayeron hostias por todas partes. Lo más florido de los influencers de la ultraderecha conspiranoica, en compañía de la habitual horda cavernícola de troles anónimos, se lanzó en tromba en las redes a por su cabeza descargando sobre él su recurrente surtido de consignas deshumanizadoras, memes hirientes, extensas homilías en streaming y amenazas varias. «Genocida», «liberticida», «comunista», «bolivariano», «transhumanista», «eugenista», «esclavista» o el castizo «masón» de regusto franquista son solo algunos de los calificativos concretos que recibió. El pobre hombre estaba completamente desconcertado. Se le notaba convencido de que debía haber sido víctima de alguna extraña confusión. Incluso intentó razonar con aquella turba que procedía de lo que él entendía como su propio bando ideológico. (...)

«La Agenda 2030 persigue erradicar la pobreza y el hambre, proteger el planeta, garantizar el progreso, la paz y la solidaridad» fue uno de los mensajes conciliadores que acertó a tuitear. La lluvia de descalificaciones se incrementó, marcándolo ya para siempre en ese entorno como otro «lacayo de Soros». Por si fuera poco, con unas formas un poco menos hirientes, pero con un fondo desquiciado semejante, también recibió críticas del sector más ultra de su partido, como por ejemplo de Esperanza Aguirre, que en un medio digital regre perteneciente a unos millonarios venezolanos aprovechó para manifestarse contraria a la Agenda 2030 sin entrar en detalles y bajo la siguiente argumentación gruesa: «Es un disparate que nos está arruinando a todos y está hundiendo la agricultura y la ganadería españolas». Visto el espectáculo desde fuera, el exministro de Rajoy parecía una ingenua participante en un concurso de mises que hubiera manifestado su deseo de paz mundial y, solo por ese motivo, hubiera cosechado una inesperada lluvia de escupitajos, cacas de perro semiblandas y pedradas a mala idea. (...)

Hasta ese momento, debido a que no había sufrido en sus propias carnes nada parecido, García-Margallo no había sido consciente de la fortaleza e intensidad del colectivo de los nazis del misterio y sus engranajes asilvestrados de persecución y acoso. Pero, sobre todo, no podía comprender qué era aquella interpretación de la realidad tan rara que desafiaba violentamente un marco racional democrático en el que los grandes objetivos en política se declaraban compartidos por todo el arco ideológico —la paz, el trabajo, el estado de bienestar, etc.— y en el que solo se discutían ya las estrategias para alcanzarlos. De pronto, el simple hecho de sugerir buenos deseos para toda la población era ya un atrevimiento izquierdista muy controvertido. Había faltado a la clase de ultraderechización irracional, no solo de la sociedad, sino de su propio partido. (...)
Es decir: un partido político que, antes de gastar mucho dinero en esta propaganda, había tenido que encargar un estudio de opinión sobre su conveniencia, consideró beneficioso electoralmente proclamarse contrario al fin de la pobreza, el hambre cero, la educación de calidad, el agua limpia, la igualdad de género o el trabajo decente. Hoy en día, presentarse como partidario del mal puede dar votos. Es una propaganda cimentada en un conocimiento profundo de los mecanismos que se desencadenan en el fenómeno del malismo. (...)


Con finalidades experimentales de sondeo social directo, desde hace años exhibo un pin de la Agenda 2030 en la solapa de mi americana como el que suelen portar los principales dirigentes del planeta. Su símbolo es un rosco con proporciones similares a las de un caramelo Chimos dividido en diecisiete secciones de vivos colores, cada una de las cuales representa un objetivo de desarrollo. Debido a que el entretiempo no se extiende durante una temporada muy larga en la comunidad en la que vivo, no son muchas las oportunidades que tengo de lucirla, pero aun así he sido interpelado en varias ocasiones por desconocidos que solicitan explicaciones. O no tan desconocidos, porque, en septiembre de 2022, a la salida del restaurante El Rana Verde de Aranjuez, el padre de los hijos de Ana Iris Simón, cuyo nombre no me apetece ahora googlear, en compañía de un amigo suyo igual de desenvuelto, sin saber quién era yo, se dirigió a mí simulando ignorar el significado del símbolo y con la evidente intención de vacilarme. (...)

Como la mayoría de las tácticas, consignas y expresiones que utiliza la regresía de este siglo, autoconsiderada españolista, el «buenismo» es un concepto importado del extranjero. En concreto, se trata de una traducción del término anglosajón do-gooder. Lo introdujeron en nuestro país la fundación FAES y sus periodistas afines en 2004. La superioridad moral de la izquierda siempre ha traído por la calle de la amargura al neoliberalismo, y se necesitaba buscar alguna brecha en esa percepción generalizada. Reconozcamos que la estrategia triunfó, que la palabreja ha sido comprada y absorbida por la sociedad, y que se utiliza con frecuencia no solo en entornos ultras. La acepción más extendida se aplica a aquellas acciones o ideas que, pese a aspirar al virtuoso propósito de solucionar algún problema, ya sea por desconocimiento de la complejidad del mismo o por ingenuidad a la hora de valorar el factor humano menos noble, resultan poco eficientes o incluso contraproducentes. En 2017, el diccionario de la RAE recogió el término con la siguiente acepción: «Actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia». (...)



Pero una vez conquistado en el léxico común ese significado concreto y la clara connotación negativa que conlleva, determinados elementos partidarios del egoísmo extremo han pasado a utilizar el neologismo para descalificar a cualquier individuo, argumento o iniciativa que tenga la más mínima empatía con el prójimo, resulte o no eficaz para paliar aquello que pretende combatir. He escuchado el uso del calificativo «buenista» para intentar desacreditar a un enviado de la ONU para el Sahara Occidental, a un banco de alimentos vecinal surgido durante la pandemia ante la inacción de las autoridades de una ciudad, al ingreso mínimo vital, a cualquier ONG, a Cáritas, a una protesta contra una tala masiva de árboles, a alguien que se molestó en localizar y devolver a su propietaria un iPhone encontrado en un parque infantil, al salario mínimo interprofesional, al padre Ángel, a los taxistas que realizaron carreras gratuitas para trasladar al personal sanitario durante la pandemia, a los hiphoperos jipis Arrested Development, a Juan Manuel de Prada, a Greta Thunberg, a Ismael Serrano, a Angela Merkel, a un protocolo de medidas anticontaminación, a un festival de cine documental, a un carril bici o a una ración de albóndigas veganas. (...)


en la práctica suele resultar solo una forma sutil de llamar imbéciles a todas aquellas personas no dispuestas a pisar cabezas de los demás para enriquecerse o imponer su voluntad. En Los Soprano, Tony tiene dificultades para esconder la gran cantidad de dinero en metálico conseguido a través de medios ilícitos, pero, al mismo tiempo, es capaz de arriesgarse a un posible percance con la autoridad solo por negarse a pagar una botella de vino en un garito. Conductas similares son habituales entre individuos inmensamente ricos que, sin pensárselo demasiado, gastan lo que haga falta en propiedades inmobiliarias, automóviles de alta gama, ropa de marca o restaurantes de lujo, pero luego regatean medio euro en el precio de una camisa de seda en un mercadillo tailandés. O se niegan a pagar el impuesto de vehículos de tracción mecánica y las multas de aparcamiento, como Alberto González Amador, célebre caradura y pareja sentimental de Isabel Díaz Ayuso. (...)

Son formas de comportarse que parecen contradictorias si pretendemos entenderlas en función del grado de disposición de alguien a deshacerse del dinero. Pero que tienen todo su sentido si las observamos como los juegos de poder que son. En determinados entornos, no ser mezquino con los que es fácil serlo puede interpretarse como una debilidad buenista. (...)

En 2016, un joven creador de contenidos, mientras creaba un contenido consistente en tocar los cojones llamando «caraanchoa» a un repartidor que estaba trabajando, recibió por parte de este uno de los bofetones mejor dados y más célebres de la historia del andar tocando los cojones. Tras un extenso recorrido judicial, el caso obtuvo una sentencia firme de la Audiencia de Alicante en 2023. El youtuber, ahora ya conocido popularmente como el Caraanchoa, fue condenado a pagar veinte mil euros al trabajador en concepto de indemnización por daños morales debido a una intromisión ilegítima en el honor. Por su parte, el repartidor fue multado con treinta euros por un delito leve de lesiones. (...)

Más allá del posible perfil psicopático de los youtubers especializados en incordiar al prójimo, es irrebatible que sus motivaciones para divulgar acciones en las que ellos mismos se muestran como seres asquerosos son económicas. Cuanto más pasados de vueltas son sus hostigamientos, más atención reciben. Y la atención redunda en fama, y la fama en ingresos. (...)

El terrorismo se articula con engranajes muy relacionados con el malismo. En realidad, tradicionalmente, las bandas armadas no presumían del correspondiente mal que producían sus acciones, pero lo vendían como algo inevitable y de la difusión mediática de esas acciones dependía su razón de ser. La guerra asimétrica, por su propia naturaleza, utiliza el terror para atemorizar y desestabilizar a una fuerza superior, para llamar la atención internacional sobre una causa o incluso para buscar adeptos fascinados por el hecho de que el pez pequeño pueda mordisquear al grande, aunque sea incumpliendo las reglas de lo considerado admisible en una contienda militar convencional. La reacción que busca la acción del terror no se consigue sin el conocimiento colectivo de que esa acción se ha cometido. (...)

Netanyahu, cuyo proceso judicial por corrupción se ve interrumpido, nada más comenzada la operación «Espadas de Hierro» tuitea personalmente un montaje de varios vídeos que muestran la destrucción de muchos edificios civiles por parte de la aviación de las IDF (Israel Defense Forces). Es ahora el propio jefe de Estado de un país el que, al igual que cualquier otro terrorista, estima que difundir pruebas de sus propios delitos contra el derecho internacional puede ser, por algún motivo, beneficioso. El 27 de octubre Israel invade Gaza a sangre, fuego y crímenes de guerra. La mayor cárcel al aire libre del mundo ha pasado a ser el mayor campo de exterminio. Israel destina ingentes partidas de dinero a la contratación de agencias de reputación que siembren dudas sobre las noticias que consiguen superar el bloqueo informativo. En las redes, sus troles a sueldo aseguran que los cadáveres de los miles de niños asesinados que aparecen en muchos posts son muñecos; en los medios de comunicación occidentales, los portavoces de desinformación de su ejército están presentes todos los días. El asesinato sistemático de periodistas prosigue para intentar impedir que los repugnantes detalles de las matanzas lleguen a la opinión pública y que Estados Unidos pueda seguir financiando el genocidio. Pero el fenómeno malista es más fuerte que cualquier bloqueo informativo. Los propios oficiales y soldados israelíes que están cometiendo atrocidades creen conveniente alardear de ellas en sus cuentas de redes sociales, como TikTok, con vídeos grabados por ellos mismos. En uno, un soldado enseña a cámara una delicada joya de compromiso robada en la casa de unos gazatíes que acaban de ser asesinados y, entre risas, proclama que ya tiene regalo para su novia. En otro, un oficial explica que su unidad va a proceder a la explosión de una escuela que se ve al fondo: dedica la voladura a su niña por su cumpleaños y procede a accionar el detonador. (...)

el terreno de la comunicación, quizás embriagados por la impunidad que les han regalado los países occidentales durante décadas, han demostrado tener la misma capacidad de entendimiento de lo que supone no contener la difusión de tus propios delitos que un Caraanchoa. (...)

recordemos: invertir tus ahorros en pagar por una entrada en las exclusivas zonas vip de los conciertos de música popular no te convierte en una very important person. Las personas realmente importantes, las que tienen dinero de verdad, nunca pagan por fruslerías. El rey emérito se quejó en 2016 al sultán del Reino de Omán de que no le sufragaba los gastos de comunidad del ático de 62 millones de euros que le había regalado en Londres; el novio de Ayuso no apoquina las multas de su Maserati, que aparca donde quiere, y ya dijimos hace dos capítulos que Tony Soprano se negaba a soltar la mosca por unos vinos. Por eso, entre otras cosas, es tan cara tu entrada vip. Porque has pagado por ella y por varias de las que deberían haber pagado los que las reciben gratis. O sea, los vips de verdad. (...)

desde la primitiva aparición en la Edad Contemporánea de algo parecido a eso que ahora llamamos comunicación política, los dirigentes implicados en determinadas resoluciones se empezaron a ver obligados a dar de vez en cuando algunas explicaciones sobre su aplicación. Entre las excusas más habituales: la pretensión de haber ejecutado dichas resoluciones con el fin de evitar un mal mayor, la autodesvinculación de las mismas aduciendo desconocimiento de su existencia y, directamente, negar que se llegaran a tomar. Un ejemplo de la primera excusa es esa desvergonzada exculpación, que todavía en este siglo XXI se puede escuchar en barras de bar y programas divulgativos de televisión, que afirma que los lanzamientos de las bombas atómicas con las que los aliados asesinaron a cientos de miles de civiles en Hiroshima y Nagasaki fueron efectuados para evitar el hipotético número de muertes superior que una guerra larga, isla a isla en el Pacífico, podría haber producido. Un ejemplo de la segunda lo podemos encontrar en los Juicios de Núremberg, en los que numerosos miembros y altos mandos del Partido Nazi juraron desconocer su propio plan de exterminio del pueblo judío. Y el ejemplo más clásico de la tercera lo encontramos pocas décadas después, cuando los neonazis de primera hornada negaban hasta que el Holocausto hubiera tenido lugar. Lo cierto es que, en nuestra época más reciente, las excusas de infracciones graves contra la legalidad internacional cada vez se aceptan más holgadamente. (...)

Al menos desde el éxito de Cambridge Analytica en la campaña del Brexit, la propaganda contemporánea de cierta entidad, ya sea comercial o ideológica, es siempre híbrida y segmentada. Dependiendo de para qué medio de comunicación se desarrolle y qué público objetivo busque se modifica como las ofertas comerciales personalizadas. Si el producto no va destinado a un nicho muy especializado y pretende llegar a un público más amplio, a cada porción de público concreto se le adjudica un argumentario personalizado para convencerle de lo que haga falta, haciéndoselo llegar por canales específicos. Da igual si se pretende vender una bebida energética o justificar un genocidio. Esto explica la aparentemente muy contradictoria propaganda sionista durante la limpieza étnica que el Estado de Israel está llevando a cabo en Gaza. Sus representantes políticos pueden presumir en una televisión israelí de estar convirtiendo la Franja en un solar sobre el que ya tienen preparados proyectos de urbanizaciones de chalets para nuevos colonos ilegales el mismo día que, en el programa de Risto Mejide, un representante de las IDF afirma que están esforzándose en realizar una «operación quirúrgica». En Twitter, a cada imagen de madres llorando con los cadáveres de sus bebés asesinados en brazos, los troles que operan a sueldo de Israel argumentan, con el abyecto hashtag #pallywood acompañado de emojis de llorar de risa, que se trata solo de actrices y muñecos. Pero la postura de sus embajadores ante dirigentes occidentales no se atreve a tanto y solo asegura que las víctimas colaterales son inevitables en cualquier conflicto y que Israel tiene «derecho a defenderse». En el mismo instante, en un canal de Telegram, un sádico oficial de las IDF comparte un vídeo grabado desde su propio carro de combate en el que se ve cómo arrastra por el suelo, atados con una cuerda a su vehículo, los restos del cadáver de un ser humano. (...)

El 2 de febrero de 2024, The New York Times publica un artículo sobre las inminentes elecciones en El Salvador que incluye algunas declaraciones de su vicepresidente Félix Ulloa. Una de ellas, de indudable índole malista, atrae la atención de la prensa internacional, que la reproduce profusamente: «A esta gente que dice que se está desmantelando la democracia, mi respuesta es: sí. No la estamos desmantelando, la estamos eliminando, la reemplazamos con algo nuevo». Dos días después, el presidente Nayib Bukele, que se ha presentado a la reelección contraviniendo el artículo 152 de la Constitución de su país, que prohíbe repetir mandato, ofrece una rueda de prensa en plena jornada electoral. Interrogado por la prensa por las afirmaciones de su vicepresidente, asegura entre diversos exabruptos: «Nosotros no estamos sustituyendo la democracia porque El Salvador jamás tuvo democracia. Esta es la primera vez en la historia que El Salvador tiene democracia». Dos representantes del mismo Gobierno pueden afirmar una cosa echando mano del malismo y, casi al mismo tiempo, otra opuesta utilizando la tradicional negación política de la evidencia. No pasa nada. Ese mismo día arrasan en las elecciones. (...)

En la película El castañazo, de George Roy Hill, Reggie Dunlop es el entrenador de un equipo de hockey sobre hielo de las ligas menores norteamericanas interpretado por Paul Newman. Acude a comisaría para solicitar que liberen a los salvajes hermanos Hanson, detenidos en una reyerta sobre el terreno de juego. «Son unos héroes», alega. «Son unos criminales», le responde el oficial al cargo. «La mayoría de los héroes comenzaron como criminales», concluye Dunlop. (...)

En lugar de clasificar las manifestaciones en función de si son de izquierdas o de derechas, resulta preferible hacerlo entre aquellas que solicitan derechos para los ciudadanos y aquellas que exigen quitárselos a algunos de ellos. La ignominiosa y multitudinaria protesta homofóbica contra el matrimonio igualitario se encuadra sin duda en este último grupo. Sin embargo, al tener lugar en una época premalista en la que la exhibición de la propia vileza no se veía todavía beneficiosa, se intentó disculpar con el argumento de que no iba contra nadie. Se deseaba solo defender a la familia tradicional, que estaba siendo atacada por los socialistas. Semejante relato demenciado ni caló ni coló. La modificación del Código Civil que permitió el matrimonio de parejas del mismo sexo se aprobó al mes siguiente sin perjuicio de ningún grupo familiar. El PP presentó un recurso de inconstitucionalidad que tardó siete años en ser desestimado por el Tribunal Constitucional. En 2015, Javier Maroto se casa con su novio en el restaurante El Caserón de Armentia, en un bodorrio que cuenta con la asistencia del presidente del Gobierno Mariano Rajoy. Y aquí no ha pasado nada. Desde que se produjo el enlace, parece imposible encontrar a algún político, periodista o personaje público que recuerde haber participado en aquella concentración. Pero, en vista de cómo va extendiéndose el malismo, no es descartable que en breve algún descerebrado regre acabe reivindicando la manifestación de 2005 contra los gais como un hito en el desarrollo de la ultraderecha española sin complejos. (...)




En mayo de 2022, un corto vídeo que circula en internet causa sorpresa. A su llegada a una urbanización, un vehículo utilitario deportivo es recibido con júbilo por parte de una treintena de personas que aplauden, vitorean y lanzan gritos de «Viva España». El conductor acciona el claxon con decisión elaborando distintos patrones rítmicos. En el interior del sobredimensionado automóvil gris plateado viaja, junto a unos amigos, Juan Carlos de Borbón. Tras su autoexilio en una dictadura islámica, regresa por primera vez a Sanxenxo de visita. En la red social X, un periodista se pregunta por la motivación que puede llevar a los congregados a ovacionar a un individuo de una calaña moral tan poco ejemplar. Una cuenta anónima le responde con sinceridad malista. No defiende al rey emérito y sus pillajes con alguna gastada consigna justificatoria del tipo «son más sus luces que sus sombras». Confiesa con precisión el percal. Explica: «Se le aplaude a este por el asco que os tenemos a vosotros, que sois unos hijosdeputa y que os odiamos como a enemigos».