Roberto Bolaño fue posiblemente el último genio de la novela hispanoamericana.
Sin embargo, su papel como ensayista o crítico es evidentemente menor, prácticamente limitado a alimentar el papel caricautesco de outsider en continuia necesidad de epatar. Por ejemplo, en un artículo, como mínimo, bastante simplista, aseguraba que, en caso de tener que formar una banda para atracar bancos, formaría un grupo compuesto exclusivamente por poetas; en su opinión, los más dispuestos a jugarse la vida y, por tanto, los más eficientes cómplices para tal empresa.
Poniendo por delante que se trata sólo de una forma de elegía carente de todo realismo (Bolaño dejó de pegar tiros en el 73 y hasta entonces fue tan pardillo como para hacerlo por una romántica causa política perdida y no para enriquecerse) podemos alegrarnos de que se quedara en eso, en un marco hipotético creado para elaborar un piropo hiperbólico. Porque, pese a que seguramente a Bolaño no le faltaban arrestos y, desde luego, no carecía de sangre fría, rodeado de poetas no hubiera podido evitar morir, aún antes de lo que murió, en un asalto frustrado, con lo que nos hubiéramos perdido un buen número de obras en absoluto simplistas. Porque, desde luego, y en esto estarán de acuerdo conmigo, no hay que ser muy inteligente para saber que la gran mayoría de los poetas no sólo no parecen ser especialmente sanguinarios, sino que ni siquiera tienen ni media hostia.
Obviamente, no hablo del apartado exclusivamente físico (aunque no está de más destacar que, efectivamente, y partiendo de ahí, los poetas, en general, son unos alfeñiques indolentes, cuando no ya directamente empollones amariconados con gafas de pasta y negados para el más mínimo esfuerzo físico) sino que ni siquiera parecen tener esa valentía especial, exclusiva de los desarraigados y a la que seguramente se refiera Bolaño, del que no tiene nada que perder y por tanto puede apostarlo todo. ¿Creen que los poetas, por norma general, están dispuestos a jugarse la vida?
En una postura similar, Gabriel y Galán, dividió a los literatos en dos categorías: “aquellos que se juegan la vida en la escritura y aquellos que no se la juegan” y apuntaló así su tesis: “La literatura importante siempre ha comportado peligro de muerte, riesgo absoluto. Escribir al dictado de la moda o de las exigencias editoriales es un ejercicio estimable de artesanía, sin más. Pero en la obra de arte uno sabe que se juega el pellejo.”
¿Cuántos poetas conocen que apuesten el pellejo? ¿Van encajando muchos nombres de poetas conocidos? Si es así háganmelo saber, se lo ruego.
Pero, dirán ustedes, a pesar de eso “son grandes escritores”, “escriben maravillosamente” o (si son ustedes gilipollas) “poseen un verso espléndido”.
Pues de nuevo en palabras de Bolaño, para ser un buen escritor (y supongo que esto se puede extender por sinécdoque a para ser un buen poeta) no basta con escribir bien, ni siquiera con escribir excepcionalmente bien, sino que es necesario “ser capaz de sumergir la cabeza en pozos profundos”.
¿Uno de esos gafapastas amariconados sería capaz de meter la cabeza en algo que no sea un bar recomendado por la Guía CAMPSA?
Iré más lejos: la mayoría de los poetas ni siquiera suelen escribir excepcionalmente bien mientras que hay un buen número, especialmente aquellos que no sólo no tienen ni media hostia sino que además la están pidiendo a gritos, que ni siquiera escriben bien sino que han aprendido un par de sencillos, obscenos y tramposos trucos para simularlo.
Me atrevería a sostener que no es el caso, sino bien al contrario, de Víctor Martín, de Pablo García Casado o de Alberto Tesán, pero he de admitir, no sin rubor que no tengo ni puta idea de poesía (muchos ya lo habrán notado), que apenas he leído algún libro de esos en que las palabras no llegan hasta el final de la hoja y que apenas puedo considerarme más o menos versado en José María Fonollosa, los citados anteriormente y en el desgraciado Mágico González. Así que me veo obligado a callarme que Víctor Martín, Pablo García Casado o Alberto Tesán son poetas de verdad que escriben maravillosamente. Sólo me atrevo a afirmar que en el momento de repartir de hostias tienen pinta de repartir al menos casi tantas como encajen. Así que tómenles en serio.
LOS JARDINES INSTANTÁNEOS
Qué más puedo decir: la juventud
perdida entre tus ingles y mis ganas.
IV
(…)
Tan grande la derrota que el deseo
nos inflige, que urdir una frontera
para los sueños incumplidos siempre
motiva más que despertar unidos
por la monotonía de sabernos
víctimas del mismo final feliz.
VI
(…)
Antes de despedirnos una noche
más castos que al principio, derrotados;
cobardes que no exploran sus dominios.
VIII
(…)
Sabemos que esas copas son testigos
de algo más que un infierno entre las manos.
IX
(…)
Siempre para acabar
hablando de lo triste que es la vida
o de lo mucho que hemos dejado ir
Sin querer entender que en la renuncia
La vida es mutilada
Y que el tedio que empaña los domingos
No es más que el resultado de un amor
Corriente entre comidas familiares
Y partidos de fútbol.
EN LAS HORAS OSCURAS
(…)
Queda el desencanto de una vida vulgar
Que nunca pretendimos y una felicidad
Pulcra y domesticada.
El mundo nos revela sus límites precisos;
Las paredes sombrías de esta casa, los labios
Manchados de ceniza son vestigios del tiempo,
El rastro cotidiano que esparce la costumbre.
Nos sabemos extraños y el engaño nos duele,
Como duelen las noches pasadas en silencio
Mirando de soslayo el contorno de un cuerpo
Que no reconocemos y que un día fue nuestro.
Nos hemos traicionado
Y pagamos el precio de nuestra cobardía
Con la sangre cansada que nos mantiene muertos.
NOMBRES PROPIOS
III
Con el paso cansado de quien todo ha perdido.
LAMENTO DEL ANIMAL EN CELO
No hay nada tan hermoso como un cuerpo
Adolescente. Contemplarlo te hace
Sentir más vulnerable, presa fácil
De un destino carente de sorpresas.
(…)
Es la señal de un reino al que ya no
Perteneces, el símbolo caduco
De una vida que acecha en las cenizas
De lo que pudo ser y fue miseria.
NADIE DICE NADA
La noche es ese territorio
Que te empeñas en descifrar,
Ese desván de los horrores
Donde dar sepultura al tiempo,
Lleno de símbolos caducos
Y de tristísimos rituales
En los que enmascararte te hace
Ser más real que de costumbre.
DICIEMBRE
Como todo lo que amas y no te pertenece
Diciembre te ha besado con sus labios de niebla
Y juega con los versos que no osaste escribir
Por rabia o por temor a ser otro, uno más.
Diciembre es para ti un cuerpo conocido
Que no duerme a tu lado; historias de chiquillos,
Amantes inexpertos que palpaban la sombra
De un deseo que aún te conmueve como antes.
Con las primeras lluvias -¿recuerdas?- os dijisteis
Hasta siempre y los meses pasaron cadenciosos,
Y con ellos la vida. Después de tanto frío,
Después de tanta espera, el recuerdo te quema
Por dentro como un cáncer que ardiera en tus entrañas.
Ha llegado diciembre para toserte al oído
Que lo mejor hubiese sido escribir los versos
Que no escribiste nunca, o no haberla dejado.
Escapar, o volarte la tapa de los sesos.
DESPUÉS DE LA TERCERA COPA
Buscas, porque hace tiempo que lo intuyes,
Un final sin reproches, algo digno
Y contundente que concluya en sangre.
AMANTES MEDIEVALES REMOVIENDO LAS CENIZAS
No entiendo tu actitud, ni tus posturas
Ni el beso que me das siempre a deshora.
(…)
Pues sé que nuestro amor ya no es el de antes
Y no ha de perdurar la entrega mutua
Ni el roce de los pies bajo la mesa,
Ardamos en el lecho familiar
Pensando que nada hay eterno en la vida
Y que otro amor espera al que naufraga.
MAR ADENTRO:
Tras la persiana que nos niega
(…)
Son los detalles de una historia
Húmeda y con final incierto
Que aún está por escribir:
La de dos náufragos
Que no divisan otra costa
Que la trazada por su labios.
Alberto Tesán.
El mismo hombre.
Pre-textos, 1996.