sábado, 1 de noviembre de 2014

Hostia de democracia

- No haga nada, Méndez.
-¿No? ¿Por qué?
- Arriba.
-¿Arriba quién? ¿El Sumo Hacedor? ¿Qué he de hacer? ¿Rezarle un padrenuestro antes de irme?
- El Ministerio –dijo ambiguamente el jefe, como desde los tiempos de Felipe V miles de funcionarios habían dicho antes que él, y exactamente con la misma cara.
- ¿El propio ministro? –sonó la voz de Méndez.
- No diré tanto.
- ¿El subsecretario?
- No le daré nombres, Méndez. Usted es un hombre de la calle, o sea un cotilla. Pero he dicho el Ministerio, ¿entiende? (…) Nada de escándalos, nada de influir en el voto, nada de llamar a tíos que dentro de diez días van a tener inmunidad parlamentaria. Sobre todo, evitar que parezca una puñalada trapera contra un partido. Yo lo he entendido. Ahora tiene que entenderlo usted.
Méndez dijo bruscamente:
- No quiero.
- ¿No?
- Que el partido eche a ese tipo.
- Ya no puede. Luego harán una combinación, tal vez, siempre y cuando la gente no sospeche por qué. Pero ahora no pueden. También nosotros guardaremos el asunto más adelante, se lo prometo.
- Hostia de democracia.


(Las calles de nuestros padres. Francisco González Ledesma. 1984.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario