sábado, 21 de septiembre de 2024

Algunos poemas de PASTILLAS DEBAJO DE LA LENGUA (un libro necesario de verdad, no como las últimas 713 veces que te han intentado colar gato por liebre)

 
Como habrá notado cualquiera que pase o pasee por este arrebatado blog alírico, los poemarios que más me gustan están, en un alto porcentaje, publicados bajo el ala transoceánica de Ediciones Liliputienses
En los últimos tiempos, el que, sin duda, más me ha impactado ha sido PASTILLAS DEBAJO DE LA LENGUA de Luis Sánchez Martín. Tanto, que llevo tiempo tratando de sentarme a escribir una reseña para probar a hacer, dentro de mis modestísimas posibilidades, algo de eco a un poemario que merece resonar por encima de cualquier ruido lírico, si es que tal cosa existe.
Sin embargo, me confieso incapaz de escribir algo que haga justicia a tamaño librazo. Así que, con su permiso, me voy a limitar a dejar una selección de poemas (que ya me ha costado lo suyo porque de verdad que pondría todos) junto con la más encarecida, encarnizada y arrebatadora de mis recomendaciones.

Y es que PASTILLAS DEBAJO DE LA LENGUA es un libro necesario de verdad. O, al menos, todo lo necesario que puede ser un libro. Y mira que usamos el término con una ligereza rayana en la sunnormalidad. Porque, en realidad, mira que hay pocas cosas necesarias. Jamás son necesarios los abrazos, las copas, los cigarros, las entrevistas. Pocas veces son necesarias las leyes, las reformas o las circunvalaciones. Y, en un 99%, ni remotamente se acercan a ser necesarias las películas, los discos y, menos, los libros.
Ni siquiera es necesario que el libro se abra con la siguiente cita de Bukowski, aunque sí resulta un acierto.

Si algo malo pasa, bebes para intentar olvidar; si algo bueno pasa,
bebes para celebrar; y si nada pasa, bebes para que hacer que algo pase.
Charles Bukowski


UNA HABITACIÓN PROPIA
Mi hermana vino de visita unos días.

Cuando se marchó
dejó una nota en la cocina:

«Sabes que siempre habrá en mi casa
una habitación para ti.
Te quiero mucho».

Meses después,
tras un intento de suicidio
le pedí alojarme con ella durante un año
mientras me preparaba una oposición.

Me dijo que no.

Intenta encontrar ahora
un mejor final
a este poema.

ORGANIGRAMA
Era más joven que yo
y tan bajita que apenas se veía
tras la mesa de su enorme despacho.

—Un cuatro con ocho, joder
que no es un tres.
—Es que se nota que no vienes a clase.
—Trabajo 50 horas semanales
en un hotel.

No sé qué habrá sido de ella.

La imagino radiante y sonriente
con un buen sueldo como jefa de ventas
en una multinacional hotelera

que sin duda complementará
como hacía entonces
leyendo diapositivas martes y viernes
de cuatro a cinco

conduciendo un Megane Coupé
y adaptada al fin a la mesa de roble
de aquel despacho que tan grande le quedaba
en la Facultad de Ciencias de la Empresa

sin saber que aquel joven (mayor que ella)
que trabajaba 50 horas semanales
ganaba 800 euros
y pagaba 500 de alquiler
abandonó la carrera tras suspender
su asignatura con un cuatro con ocho

y entender y asumir al fin
para quiénes nunca ha habido
ni habrá oportunidad.

MONOSÍLABOS DE CINCO AL CIERRE
Relleno con el vino
que he comprado una copa y tarareo
que no hay mucho que hacer y que, por mí,
ya pueden caer las torres de Manhattan.
Héctor Castilla

Apuro el quinto White Label
y me voy a trabajar.

Mi jefe no se percata
de las cuchillas en la mirada
o el disonante timbre de un saludo
arrítmico y desacompasado.

Me entrega las llaves
—mañana abro yo—
y se va a descansar.

Hace tanto tiempo
que Mr. Hyde tomó las riendas
que puedo seguir bebiendo
ocho horas más
mientras sirvo cafés y licores en bandeja
sin derramar un sola gota
respondiendo con gestos y monosílabos
para que el aliento no me delate.

Al llegar a casa de madrugada
vomito sangre
y no puedo dormir.

Mañana trabajo: me preocupa
no poder dormir.
OTRA COPA A ESCONDIDAS
Si pagan un café
con un billete de cincuenta
no necesito que nadie
me cuente el final:

todo se irá por la ranura
de la máquina de luces.

No debo alejarme mucho
pues irá pidiendo el cambio
poco a poco
billete a billete
mojándose los labios
en el café que quedará
frío y a la mitad
cuando se vaya a buscar un cajero.

En el fondo espero
que no tarde en volver:
no hay nadie más a esta hora
y necesito hacer cualquier cosa
para que pase el tiempo
sin pensar en servirme
otra copa a escondidas.

UN FINAL A LO CHET BAKER
Yo sólo te digo que cansa
que tampoco te hace falta
esa cadencia rota y quejicosa
de blues cañí que te gastas
cuando hablas de tu vida
Ballerina Vargas Tinajero
La esperanza es una enfermedad
que mata mientras esperas
y caminamos, escribimos, bebemos
o encendemos la radio para hacer
más humano el desenlace.

Pero harto, al fin, de buscar sentido a los días
me enfrento al viento helado del exterior
frente a la ventana abierta de este séptimo sin ascensor
que llevo meses sin pagar.

Recuerdo entonces una estúpida película de Tom Hanks
y advierto que un mínimo error podría dejarme tetrapléjico.

Así que mejor me olvido
de un final a lo Chet Baker
y me preparo un descafeinado
de sobre con agua y sacarina
para ver si mientras espero
un giro que nunca se produce
consigo, con suerte,

morirme de asco.

A QUIÉN QUERÍA ENGAÑAR
Tú no quieres morir:
quieres que tu madre
sepa que has muerto.

Era tan joven que
cuando entré a su cubículo
escoltado por la policía
pensé que era un alumno en prácticas

pero aquel psiquiatra —Julián, se llamaba—
del hospital Reina Sofía de Murcia
que me atendió en urgencias
el 12 de diciembre de 2010
a las tres y cuarto de la madrugada
sabía muy bien de qué va todo esto.

NO SÉ SI ES HUMANO
Va llenándose la habitación de una maldita debilidad
por el ser que he matado.
Isla Correyero

¡Oh, madre!
Que me regalaste la muerte.
Cuando vivo
tu presente maldigo en mi yo.
Abel Azcona

Me cuentan que tus ojos
se cierran sin apenas hacer ruido,

por primera vez abrazas
un silencio
sin ecos de violencia.

Mientras tu voz se aleja
concilio al fin el sueño
y esta paz desconocida
no encuentra salida
entre las grietas de una piel
por donde aún sangra la ira.

Y pienso en salir a buscarte
a cualquier precio
y gritarte otra vez
que nadie merece el castigo
de que tú le des la vida.

No sé si es humano
este dolor que siento
por no tenerte aquí
para poder odiarte.
(...)
No has tenido un solo día normal en el último mes. Unos encerrado en casa llorando. Cuando sabes por qué lloras te ubicas, al menos hay un motivo. Cuando no lo sabes la casa se tiñe de apatía y el miedo es indescriptible. Otros, por el contrario, amaneces hiperactivo, ordenando la casa, poniendo infinidad de tonterías en Facebook para no desaparecer —tu avatar es casi lo único que queda de ti—, saliendo a caminar, haciendo planes para un microfuturo a cuatro/cinco días vista que probablemente no lleguen a materializarse, escribiendo mucho y deprisa. Leer o seguir el hilo de una película es imposible, la mente no puede relajarse, comenzarías a pensar y eso es lo peor que te puede pasar. (...) Y vas al psiquiatra y te medicas y haces deporte y meditación y cambias de alimentación y buscas aficiones que desinflen la densidad de los días y se obra el milagro y conoces a una chica que dice que te comprende porque una prima o una amiga o ella misma y te da un ataque y nunca te lo perdona y pasa días, semanas, meses haciéndote sentir la última mierda que hay sobre la tierra y no entiendes por qué la gente espera que actúes como si no te pasara nada y te sientes solo y te abres una cuenta de Tínder y no te gusta nadie y no respondes a los mensajes de tus amigos ni quedas con ellos y cuando alguno te lo reprocha te hundes y te encierras en casa a llorar y detestas tu vida y tu trabajo y consideras la muerte una opción y recuerdas a los culpables que tienen nombres y apellidos y consideras la cárcel una opción hasta que suena el despertador y tienes que ir a trabajar y te vistes y vas y un día despiertas en la oficina porque llevas un rato sin respirar.
Y así, más o menos, funciona esto. Y no te acostumbras.  Lo asumes, pero no te acostumbras.
PUNTO DE PARTIDA
Estas cosas terminan
vaciando una nevera de comida podrida
en un saco de basura
y jurando no volver a probar
una gota de alcohol
al menos mientras dure el tratamiento.

Pero nunca recuerdas cómo empiezan.


HORMIGÓN BAJO LAS MANTAS
Sentir la lentitud con que las horas
taladran el silencio, el dedo frío
con que van presionando los resortes
del miedo, tanto tiempo adormecidos...
Ángel Paniagua

Los insomnes no tenemos salvación.
Luisa Miñana

Lo peor es cuando todo se acumula
en un tiempo indefinido de la noche
y la muerte o la distancia
—nunca el olvido—
impiden toda posibilidad de venganza.

La piel sobre el colchón desnudo
las hormigas y los restos de la cena
la insolente delineación
de las aristas del cuarto
sobresaliendo en la penumbra
el aliento helado de una sombra en la nariz.

Me gusta ponerme pastillas
debajo de la lengua

lejos del nervio
de manera que se mezcle
el sabor de la derrota
con el hormigón bajo las mantas.

Si supiera usar
y dónde conseguir
un arma

pero...

y si después me llaman
de aquella editorial.

Es un buen poemario, joder…
quisiera verlo publicado.

PASTILLAS DEBAJO DE LA LENGUA.
Luis Sánchez Martín.
Ediciones Liliputieneses, 2024

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