sábado, 4 de enero de 2020

Re-Presentación de OBSOLESCENCIA PROGRAMADA (por ÁLVARO VALVERDE)


(...) Cuatro son las partes que constituyen Obsolescencia programada. En la primera, “La vida en las ventanas”, la tecnología y su mundo (Internet sobre todo), es tomada como metáfora perfecta para destapar el absurdo o la miseria de “la vida moderna”, la de la “posverdad”, la “del cansancio”, “la era del vacío”. Con acidez, sin duda, pero con la debida, sutil delicadeza que cabe a quien constata que al fin y al cabo la de las redes, la de los selfies y los likes, es nuestra realidad y, por tanto, el material con el que ha de trabajar un poeta realista como él.
Y, marca de la casa, los guiños literarios constantes: a Aníbal Núñez (transforma su genial y salmantino Alzado de la ruina en “Alzado de la rutina”), a César Vallejo, a Rajoy (aquí también, abro comillas, “Todo esto es falso salvo algunas cosas”, cierro comillas), a Pablo Fidalgo (“Mis padres: Romeo y Julieta”)… Y siempre la intertextualidad como obra de arte. Y los juegos de palabras, un gesto bayaliano donde los haya. (Ese “campus fugit”, por ejemplo, a que alude en un poema de regusto estudiantil.) Y no falta una mención a Eneas. Ni tampoco el amor y la amistad, aunque el primero sea “un estado de Facebook” y la segunda “un algoritmo”.
La parte que sigue lleva por título “Balconings” y no hace falta resaltar que la actualidad se impone de nuevo. Ese presente ya pasado a que se refirió Clark.
La alta y la baja cultura, en términos acaso ya prescritos, se dan la mano en poemas aún más ligeros, donde brilla la técnica del collage, inspirados en la vida cotidiana, fuente de inspiración principal de este artista antipoético (a lo Nicanor Parra). Y de nuevo los guiños, claro. A Claudio Rodríguez y su “Donde la ebriedad”, pongo por caso. Y los mencionados juegos de palabras (como el anterior, por cierto): “Las pastillitas y el té”.
La tercera, “Menchevique”, está protagonizada, digamos, por la política. No es único poeta de su generación preocupado por ella, como el resto de los españoles de mayor edad. Y quien dice “preocupado” podría decir “asustado”. Parafraseando a Lennon, escribe que “la vida es eso que pasa entre el primer y el último balconing”. Luego, las Brigadas Internacionales y Dámaso Alonso (del que actualiza “Insomnio”: “Madrid es una ciudad de más / de un millón de parados según la última encuesta de población activa)”) y “Podemos” (más que un título) y otra vez el sarcasmo: “¿Se puede hacer / dieta después de Auschwitz?”, versos que glosan la famosa frase de Adorno.
En la última parte, “Españolía” (“sentirse español cariñosamente”, según Luis Aragonés), tras homenajear al ya citado Bayal (en “El espíritu áspero”), dolerse de España y evocar (de nuevo) a Rajoy y al niño Torres (su fe atlética es de leyenda), un verso elocuente: “Mi patria son mis alumnos y las pecas de mi novia”.
Dos palabras más para destacar el sentido del ritmo de estos poemas y el uso, impuesto por la actualidad y las exigencias del directo, de numerosas palabras en inglés. Un rasgo, por lo demás, de lo más ultramarino y liliputiense.
Termino. En cierta ocasión, Peña Dacosa escribió: “Confieso que escribo en verso por pura pereza”. Bendita pereza. La que nos permite a sus lectores reflexionar o divertirnos mientras la realidad nos tumba con toda su violencia. No, nadie sale indemne de un libro de Víctor, nuestro lírico y particular Tarantino.

Álvaro Valverde
Plasencia, 27 y 28 de diciembre de 2019
NOTA: La fotografía es del librero Álvaro Muñoz Guillén.

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