jueves, 11 de julio de 2019

"Perro burgués" (un poema de OBSOLESCENCIA PROGRAMADA)

 

Chaak, el perro de mi hermana cree 
que todos los alimentos han sido 
puestos en el mundo para que un día 
él pueda devorarlos.

No conoce límites y tienes 
que controlar que coma lo que debe. 

Literalmente debes vigilarle
para que no reviente
como un globo en un descuido.

A veces todos intentamos 
explicarle infructuosamente,
que lo hacemos por él, que acaba 
de comer y no puede, por tanto, 
continuar zampando. Que, en esta vida, 
en fin, todo tiene un límite.

Pero él parece haber sobrevivido 
a un holocausto (¿se puede hacer 
dieta después de Auschwitz?) y, cínico 
con el mañana, prefiere seguir 
engullendo mientras 
haya una mínima ocasión de hacerlo.

Se limita, por tanto, a mirarte 
con ojos acuosos y suplicantes, 
que parecen el fondo de un pozo
o el comienzo de una noche eterna 
y en los que no hay, en cambio,
espacio para el rencor. No comprende, 
Chaak, tus explicaciones, pero tampoco juzga.
Solo se relame.

Quizás su filosofía se resuma
en aprovechar los buenos tiempos
y no perder un segundo en lecciones.

La vida, al fin y al cabo, no es más que un plato
que, a veces, por suerte, está lleno.


A mí me gustaría ser como él:
tomar cada bocado como el último,
saber disfrutar de cualquier resto
que caiga por accidente en mis manos
y encontrar algo positivo a la mierda.

Pero, sobre todo, ojalá pudiera,
como él, mantener siempre  las ganas.
Stay hungry, Chaak.
Stay foolish.

Obsolescencia programada.
RIL Editores, 2019.

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