Ha pasado poco más de un año desde que Ediciones de la Isla de Siltolá publicara mi primer libro, La huida hacia delante, a finales de diciembre de 2014.
Desde entonces ha sido objeto de muchas lecturas e interpretaciones inteligentes (probablemente más de las que merece, seguro más de las que esperaba), algunas de las cuales veo oportuno compartir aquí.
Se trata de un libro sincero y muy bien escrito —¿hace falta algo más?— que habla de la vida de una persona joven que siente la afrenta de la madurez cerca y que se atreve a introducir su hastío en sus poemas. La huida hacia delante no hace trampas, no busca metáforas enrevesadas para hablar del coñazo que supone pasar el tiempo entre supermercados, estados de Facebook y leves punzadas de culpa mientras buscamos cualquier distracción (el poema ‘Posmodernidad’ dice «Mi abuela muere lentamente / en la habitación de al lado / mientras yo veo un capítulo / de Mad Men con los cascos puestos / pensando: “joder, qué bien / reflejan la sociedad / de los cincuenta los guionistas / de la HBO”».
Juan Ramón Santos por partida, doble, primero en la reseña Crónica de una huida anunciada:He disfrutado mucho de su libro, que es el primero pero en absoluto primerizo, y creo que Víctor Peña Dacosta posee una voz poética contundente y actual, en total sintonía con el sentir de una generación que huye hacia donde puede, confiando en que sea hacia delante.
es un poemario intenso y explosivo que habla de amor, de desamor, de ser, de escribir, de estar en el mundo y, sobre todo, de la pérdida del furor y la -permítanme el juego de palabras- inocente inocencia perdida de la primera juventud, de esa pérdida que acaba convirtiéndonos a todos (o a casi todos), tiempo y trabajo mediante, en vulgares ciudadanos de a pie.Más adelante en la presentación que hizo del libro, que se puede leer completa en este enlace y a la que pertenecen estas líneas:
A lo largo de esta intensa huida hacia delante Víctor va tocando diversos temas, el amor, el desamor, el sexo, o también, de forma quizá menos explícita, la amistad, el trabajo, el descontento, pero yo creo que el tema fundamental del libro es el yo, concretamente, ese yo que, irremediablemente y a velocidad de vértigo, se va volviendo otro con el paso de los años, y ese es el motivo por el que a lo largo de esa evolución que en un mensaje de facebook Víctor escribía entre interrogantes y de la que cada sección del libro va siendo una suerte de etapa, se sucedan los autorretratos, poemas como “Un cierto fugitivo”, “Si esto es un hombre”, “Antirretrato”, “De verdad que no” o el ya mencionado “Adaptación al miedo” en los que el autor perpetra una suerte de radiografía íntima de sí mismo, como si en cada fase de ese proceso sintiese la necesidad de escanearse de arriba abajo para hacer recuento de las pérdidas, y hablo de pérdidas porque la evolución que Víctor plantea es más bien negativa, o degenerativa, y pasa en buena medida por la renuncia, o el sacrificio, de todos, o muchos, de los principios inamovibles que, de joven, uno habría reivindicado, quizá más de una vez a voz en grito. (...)
La huida hacia delante es mucho más que todo esto que he venido contando, es mucho más que juego, que grito, provocación o denuncia, más que nihilismo o descaro juvenil. Irónicamente, La huida hacia delante consigue ser eso y lo contrario, la continua puesta en cuestión de esa actitud, pues, como bien advierte el autor en su segundo poema (mi apatía, lo admito, fue siempre una pose) y a lo mejor por eso entre sus versos es posible encontrar, justo al pie del sadismo, la ternura, o una cierta piedad por uno mismo en el tono de los versos más masocas, o dos o tres principios irrenunciables, quizá de andar por casa, pero firmes, que sobreviven a la descreencia más feroz, todo un cúmulo de matices, de contradicciones, no sé si aparentes o reales, que hacen de La huida hacia delante un libro que no puede dejar indiferente, un libro que arde entre las manos, que nos interpela y que nos lleva, en definitiva, a plantearnos las preguntas de siempre: quienes somos, de dónde venimos, qué ha ido quedando de nosotros mientras tanto y, por último, a dónde vamos, si es que, después de todo, tenemos que ir a alguna parte.En el blog de Álvaro Valverde:
En Campos de fresa, el blog de Alejandro González Terriza:Trabajos de amor dispersos" están sí, entre la poesía de amor, entendida a su modo (políticamente incorrecto, sin temor al sexo explícito), y la novela negra (de línea negra, digamos, a la manera del citado LAdC), y es donde mejor se aprecia, por su impronta narrativa, que no miente cuando dice: "Confieso que escribo en verso por pura pereza". Y el humor, marca de la casa, tal vez el signo distintivo más evidente de esta poesía que no teme el riesgo y la experimentación verbal. Humor y desparpajo trufados de ironía y de sarcasmo, una mezcla no apta para pacatos. Tampoco faltan unas gotas de cinismo, tan adecuadas a un tono donde la risa no puede, ni quiere, ocultar la tristeza, el hastío y la desesperación. En "Captatio benevolentia" leemos: "Debo admitirlo: / no escribo para sentirme mejor, / escribo para sentirte peor. / Que no es lo mismo.""Los papeles del divorcio" abunda en lo personal (con sendos antirretratos) y en lo amoroso y constituye una de las secciones más logradas y unitarias del conjunto.Viene después "Un añito en el infierno" (donde alude a su experiencia en Casablanca y donde, por ejemplo, encontramos uno de los poemas más contundentes, "Nihilismo") y, por fin, "Adaptación al miedo", que abrocha perfectamente este prometedor primer libro con ejercicios literarios de alto voltaje, como la "Carta abierta..." de un Víctor Peña de 19 años al actual (muy Gil de Biedma) o el poema final, con el mismo título que esa parte.Más allá del sexo, la bebida y el rock’n’roll, de algunas irreverencias, provocaciones varias y mucho entretenimiento, La huida hacia delante (un título que me recuerda el aserto de Tomás Sánchez Santiago: "Todo escritor es un fugitivo") delata la presencia de un nuevo poeta y de una nueva poesía, débitos y homenajes mediante; algo que no se puede confundir con el mero pero peligroso juego de hacer versos.
(...) la fuerza que innegablemente tiene el libro es que mientras lo leemos se nos invita a ser ese Víctor real o apócrifo que se estira las orejas y se cuenta los dientes. Si el personaje fuera aburrido, cansino, saldríamos del libro en la primera parada, preguntándonos qué se nos había perdido en una vida que, además de presentarse como fracasada, no es la nuestra. Pero el hecho es que mola ser Víctor: un joven pinturero que se siente tempranamente expulsado de la juventud —o goza acaso del placer de asomarse, aún joven, a lo que le espera y declarar lo mucho que le molesta (o sea, lo mucho que le agrada poder distinguir aún la condición adulta como algo ajeno, que cabe mantener a distancia, aunque esta, precaria, se reduzca por momentos).
José Luis Piquero en el número de marzo-abril de 2015 de la Revista Clarín (se puede leer el artículo completo en este enlace)Complejo de Peter Pan, autocompasión, ombliguismo... Todos estos peros cabe ponerle a un libro de este tipo, y sin embargo el de Víctor sale vencedor de ellos, de un modo que habría que intentar precisar. Por lo que toca a Nuncajamás, no es, desde luego, la infancia lo que se anhela en este libro, sino en todo caso la adolescencia o la primera juventud, con sus éxtasis etílicos, sexuales y futboleros. Tampoco cabe hablar de autocompasión en un libro en el que, con muy pocas excepciones, se narran los desgarros propios y ajenos como asuntos pintorescos, que aparecen desinfectados por una buena dosis de distancia y sarcasmo. Queda, pues, la cuestión de la contemplación de la propia vida, incluidos y enfocados en primer plano los momentos que cabría en principìo considerar de menor interés público. El camino que lleva a esta temática es en este caso lo crucial. El narcisista cuenta su vida porque la cree apasionante o ejemplar: Víctor pertenece, pienso, a una escuela bien distinta que se siente desengañada de la literatura (y en especial de la poesía) por lo que esta tiene de evasión más o menos cómoda y gratificante de la sordidez cotidiana. Afronta, pues, esa sordidez autobiográfica como un deber moral: hay que tomar el toro por los cuernos y, puestos a contar algo, contar sin tapujos la verdad, y en especial la parte de ella que uno estaría más tentado de poner en sordina.
David Pérez Vega en su blog, Desde la ciudad sin cines:Si La huida hacia delante fuera una película, sería una comedia con un trasfondo amargo, de un costumbrismo atroz, esperpéntico a veces, que nos arrancaría sonrisas crispadas. Una película, por cierto, con varios cameos cercanos (Álvaro Valverde, Luis Alberto de Cuenca..., que presentan algunos poemas). Y una película de la que podríamos decir: tiene gracia, pero maldita la gracia que tiene.Entre bromas e ironías, con un tono casual de parodia y hasta a veces de chiste grueso, Víctor Peña Dacosta acierta a documentar el doloroso tránsito del desengaño adolescente al puro desengaño sin etiquetas. Y lo hace con verdad: sabe de lo que habla. Intuyo, aunque en poesía no es conveniente hacer predicciones, que la veta dramática que en este libro discurre subterránea acabará por imponerse en la dicción de un poeta que sólo acaba de empezar a decir lo mucho que tiene que decir.
Enrique Villagrasa en su selección de Los 10 poetas del momento para la Revista Librújula:Me ha gustado La huida hacia delante de Víctor Peña Dacosta. Me ha parecido un primer poemario sólido, en el que el autor tenía muy claro cuáles eran sus referentes (Luis Alberto de Cuenca, Jaime Gil de Biedma, Karmelo C. Iribarren y el Vicente Gallego de los primeros libros) y sus intenciones: escribir un poemario confesional, irónico, cercano, simpático, desinhibido, impúdico y antirretórico. Un poemario que consigue hacer sonreír con complicidad al lector.
que escribe con contundencia y de la actualidad más inmediata, creo que es un autor que se maneja en la misma frecuencia que sus colegas, que huyen siempre hacia delante o hacia donde pueden, porque lo importante es salir de aquí, esa es su meta. Su poesía se nutre de lo que lee, oye y ve, para mostrar el rostro sincero de la fascinante actualidad: retratando las cosas bellas y no tan hermosas, pero sí significativas de esta sociedad un tanto torpe y malograda. Poeta que mezcla la fantasía y el deseo, también la razón, de una manera natural. El enigma del ser humano siempre está entre sus versos. Creo que ha nacido un nuevo poeta, culto y popular, ávido de exprimir la vida.Inaxio Goldaracena en su blog, Halcón de la noche:
Sin concesiones, Víctor nos muestra su huida, un camino en el que le acompañan las escenas de amor, la proyección de recuerdos sobre el espejo del presente, una boda en ciernes, la indignación o las lecturas y personas que son un añadido cultural en su sangre.
Todo ello con una nitidez desmesurada, con audacia, con el tono de un amigo que se sincera con una cerveza en la mano: “palabras privadas” por escrito.
Un poemario de poeta honesto, al que seguir en su huida.
El gran Marcos Matacana Martín en su muro de Facebook:
Tiene humor, sexo, provocación, sinceridad -e impostura-, referencias a la cultura pop, al Rock, al cine y a la televisión, al fútbol (qué fácil es para un bético como yo verse reflejado en algunos sentimientos de los seguidores atléticos...) y mucha Literatura.Permítanme -sobre todo el autor- que opine que el yo-poético de estos poemas es, por lo general, un tipo impresentable, pero que cae bien precisamente porque sabe reírse de sus defectos. Por eso es fácil identificarse con él, porque esos defectos lo son de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que hemos ido creciendo (y engordando, y quedándonos calvos, y perdiendo muchos amores y muchos sueños por el camino...) en las últimas décadas del siglo XX y primeros años de este.Si tengo que poner alguna pega (que es lo que pega), confieso que me he quedado con ganas de más, pero esto creo que es más una virtud que un defecto, así que, por favor, no lo tengan en cuenta.
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