sábado, 14 de noviembre de 2015

La agonía de Francia (Manuel Chaves Nogales y yo)

(Mis familiares y allegados ya saben que debo mi actual destino vital y educativo a la figura de Manuel Chaves Nogales, insobornable periodista español durante los años treinta y cuarenta que acabó muriendo en el exilio y siendo enterrado, literal y metafóricamente, en el más absoluto olvido por la acción, por una vez conjunta, de fascistas y republicanos, que no le perdonaban que hubiera aireado en sus artículos y libros los salvajismos que cometieron ambos bandos durante la Guerra Civil. De todas formas, aunque ya lo conté en esta entrada, lo repito.)

Al presentarme a las oposiciones en Andalucía en 2014, en lugar de elaborar el lógico y concienzudo análisis para tomar una decisión que, a fin de cuentas, podría marcar mi vida, y dado que tenía muy pocas esperanzas de alcanzar un buen resultado, solo marqué tres centros, porque me obligó mi Amada y guiándome, para mantener mi estúpida rebeldía ácrata, por motivos exclusivamente literarios: es decir, que señalé, al buen tuntún, el IES Antonio Machado, el IES Miguel Hernández y el IES Chaves Nogales, que finalmente fue el que me tocó en suerte. No miré ni en qué zona estaban, ni qué tipos de centros eran, qué perfil de alumnos albergaban o qué fama (justificada o no) se habían ganado.

Asegura el refranero español que todos los tontos vemos compensado nuestro limitado intelecto con una suerte por encima de la media y, al menos en este caso y en lo que a mí respecta, puedo decir que fue así: setenta años después de su muerte de paria, Manuel Chaves Nogales ganó lo que para mí era una batalla, ofreciéndome plaza en un centro pionero en la enseñanza por proyectos, que cuidaba mucho tanto las nuevas tecnologías como a sus alumnos y al que debo lo que hasta el momento (toco madera) ha sido un hogar feliz, un destino placentero, unos compañeros más que simpáticos y varios amigos de los que no abundan y que quiero pensar que van a continuar incluso cuando me marche con mi tiza a otra parte.

Pero dejando de lado este enfoque tan hortera y personal, hoy quería recordar el consuelo que me ofreció ayer el malogrado periodista sevillano gracias a la relectura de La agonía de Francia, un libro fundamental que debería ser obligatorio en todos los institutos del país vecino (siempre que nosotros leyéramos A sangre y fuego: Héroes, bestias y mártires de la Guerra Civil española, por supuesto).

En él, Chaves Nogales, espoleado por la decepción, la vergüenza y la rabia, describe cómo Francia, que simbolizaba para tantos (entre ellos, sin duda, los exiliados españoles que acabaron abandonados en campos de concentración) la esperanza de la civilización y el progreso, acaba rindiéndose a los nazis con entusiasmo de sus élites y aquiescencia de la sociedad en general.
Sin embargo, a pesar de la urgencia con la que sin duda fue escrito (por un Chaves que acababa de llegar de España y enseguida tendrá que huir de nuevo a Inglaterra para no poder escapar ya más de la muerte y un olvido que parecía definitivo), como podrán comprobar, el libro mantiene su total vigencia. A continuación les cito algunos del choque entre la idealización de Francia que llevaba nuestro protagonista y su ineludible deber para con la verdad:

La fe en Francia era una fe ciega, universal. Creían en ella quienes la conocían a fondo y quienes la ignoraban; hasta sus enemigos; hasta los salvajes. (…) Era la fe natural del hombre en lo que es humano y en todo en lo que está al alcance de su comprensión. (…) Francia, heredera genuina de la civilización greco-latina, cuyo módulo era el hombre, había sido siempre fiel a sus humanidades clásicas, (…) y, así como en sus abadías se había salvado la cultura antigua a través de la barbarie de la Edad Media, se podía esperar ahora que ante esta barbarie nueva, ante esta nueva Edad Media, Francia cumpliese fácilmente la misión providencial que se había atribuido.  (...)
A Francia acudían ayer aún, llenos de esperanza, los hombres de toda Europa que seguían teniendo fe en el hombre y sus valores morales, los que creían en la libertad porque la necesitan para vivir como el oxígeno para sus pulmones, los que no se resignan a abdicar de su dignidad viril ante los monstruos del totalitarismo.(...)
Francia se ha suicidado, pero al suicidarse ha cometido además un crimen inexpiable con esas masas humanas que había acudido a ella porque en ella habían depositado su fe y su esperanza.(...) 
En Francia las gentes burguesas clamaban por la paz a cualquier precio sencillamente porque les molestaba andar a oscuras por las calles, porque se había reducido el servicio de autobuses, porque se les habían suprimido los aperitivos tres días a la semana, porque estaban prohibidos los chocolates de lujo (….) Que se hunda el mundo, si es preciso, pero que no se me moleste.
(...)
La masa popular francesa de los últimos tiempos estaba formada únicamente por la suma de todos estos egoísmos individuales llevados al paroxismo, al absurdo de que fuese más fácil y menos peligroso suprimirle al pueblo sus libertades seculares o su dignidad ciudadana que suprimir una línea de autobús.
Un Estado puede derrumbarse, un país puede ser invadido sin que se produzca en las masas una reacción profunda, pero en cambio no es posible que el servicio de limpieza deje de recoger las basuras durante cuarenta y ocho horas. Las masas modernas lo soportan todo menos la incomodidad material, física.
(...)
Hasta ahora no se ha descubierto una fórmula de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia. Es decir, el liberalismo, la democracia.
En el mundo no hay más. Al menos, por ahora.
La agonía de Francia, 1941
Manuel Chaves Nogales.


Me sirve esto para rechazar las idealizaciones que no conducen más que a decepciones: nuestro compromiso debe ser con la verdad, por mucho que nos incomode. Por eso, espero que nunca olvidemos las muchas cobardías e infamias del pasado, que no nos consolemos con la fácil y falsa versión oficial edulcorada (La Résistance, en el caso de Chaves, la lucha "contra el terrorismo" en el nuestro) y que nos marquemos como objetivo básico recordar siempre ese último párrafo.
Al menos, por ahora.


(Yo, por mi parte, no olvido quién soy, dónde estoy ni gracias a quién y, por ello, este curso, cuando venga a visitarnos, podré agradecérselo en persona a Maribel Cintas, la que rescató a Manolo Chaves de un olvido en el que nunca debió caer y al que no debemos dejar que caiga de nunca de nuevo.
Al menos, en estos tiempos en que tanta falta hace.)

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