A muchos o, espero, a alguno de los presentes, tal vez les sorprenda, antes que nada, que hoy presentemos dos libros de un mismo autor. Sin embargo, esto no es tan extraño teniendo en cuenta que José María Cumbreño es un poeta nacido en Cáceres que, desde que debutara en el año 2000 con Las ciudades de la llanura, ha publicado un total de 11 libros y 2 antologías, lo que supone una media de libro por año y, si eliminamos las antologías, de 0,85 libros por año. Además, dirige una de las mejores editoriales de poesía en castellano, Ediciones Liliputienses, que, desde que hace poco más de veintiseis meses comenzara su andadura, ha publicado un total de 36 magníficos libros, es decir, 1,38 libros al mes.
Cabría pensar entonces que Cumbreño
se dedica exclusivamente a la literatura, mientras es alimentado por un gotero,
hace sus necesidades por una sonda y es espoleado a latigazos, pongamos que uno
cada 4,67 minutos, por algún negrero que cobra, pongamos 6,25 euros la hora (según convenio). Pero
no, resulta que Cumbreño es profesor de Secundaria en un instituto, lo que
suponen unas 20 horas a la semana de clase, más otras 17 reconocidas (no hagan
caso a Esperanza Aguirre) de trabajo en casa y que, además, ese centro está en
Mérida, lo que suponen 2 horas más de viaje entre ir y volver cada día… A esto
hay que sumar que, lejos de vivir en la cueva a la que cabía apuntar por
lógica, Cumbreño vive en una casa con su mujer, por suerte, solo una y dos niños
pequeños. Además, tiene un blog.
Por todo esto, la primera pregunta
que, cuando empiece el coloquio, yo haría si estuviera entre el público sería:
¿cómo cojones lo hace? Bien, en "Una casa llena de ruido", el precioso texto con
el que cierra La temperatura de las palabras, tenemos algunos trucos y un
resumen:
“Escribir habiendo
descubierto que el verdadero dilema
no es escribir o vivir,
sino escribir o dormir”
Sin embargo, por mucho que no duerma,
el día sigue teniendo 24 horas, y no parece solución suficiente. La única posibilidad
sería que Cumbreño sea un genio y tenga un sistema. Con sistema me refiero a
que, a la manera de Simenon, desarrolle sus obras con un esquema eficaz pero
repetitivo, como un engranaje que le permita automatizar el proceso.
Pues todo lo contrario: Cumbreño
tiene un estilo propio, sí, muy reconocible, sin duda, pero su literatura
parece partir sobre todo de la búsqueda. Da incluso la sensación de que va
descubriendo el mundo, la poesía o alguna reflexión a medida que la va
escribiendo. De ahí probablemente su insistencia a la hora de mezclar, revolver
y confundir géneros: da la impresión de que Cumbreño, cuando se pone a
escribir, no sólo no tiene establecido ningún engranaje perfecto sino ni
siquiera trazado un plan previo. De ahí que sepa mezclar con tanto acierto
prosa, poesía, memorias o ensayo. De ahí que no le quede más remedio que ser un
genio.
En realidad, creo que el único truco
de Cumbreño o, al menos, el único que servidor haya podido desentrañar, es su habilidad
para encontrar poesía en cualquier parte: en las respuestas de sus alumnos
(como la alumna que en la oración Laura
quiere a David argumentó que a David era un “Complemento Sentimental”) o,
muy especialmente, en la poesía inconsciente de los niños, como cuando su hija Irene le dice a su madre
mirándola de cerca: “mamá, en tus ojos estoy yo”.
Hoy Cumbreño viene a presentar dos
libros, dos: uno muy fino, muy intenso, muy duro, digamos que de poesía, aunque
también contiene varios textos en prosa, llamado Made in china. Y otro más grueso, también intenso a su manera,
menos duro, digamos que de memorias, aunque también contiene, sin duda ,poesía: La temperatura de las palabras. Pero vayamos por partes:
MADE IN CHINA (De la
luna Libros)
Son treinta y nueve poemas y cuatro
textos misceláneos que llevan el mismo título repetido, o mejor, copiado
"Made in China". Pero, como todos sabemos, las copias no son nunca
iguales al original, si es que el original existe…
Este libro puede parecer muy
narrativo, ya que lo que nos cuenta es la relación entre Emilia, una anciana
española y Gladys, la inmigrante ecuatoriana encargada de cuidarla en el último
periodo de su vida. Sin embargo, esto no quiere decir que el libro sea poco
poético, aunque posiblemente guste a gente que normalmente desprecie la poesía,
dado que cuenta con unos personajes e incluso distintas ramificaciones, como
los hijos y nietos de Emilia, la madre y los hijos de Gladys, el choque
cultural y demás. Sin embargo, el mejor resumen del libro viene contenido en el
poema llamado "Treinta y seis (Motivos para escribir un libro)":
Hay libros que se
escriben (dicen) por necesidad.
Hay libros que se
escriben (aseguran) por interés.
Y otros, como éste,
simplemente por mala conciencia.
En cuanto al estilo del poemario,
también aparece desvelado en el último poema, una poética magnífica que espero
que, si le parece, luego Chema lea al completo, pero del que yo voy a extirpar violentamente
unos versos que, como digo, resumen la declaración de intenciones del libro:
aunque suene a
contradicción,
la literatura, para
serlo de verdad,
debe tratar por todos
los medios
de no parecer
literatura.
Pero quizás el verdadero tema del
libro sea reflexionar sobre nuestra condición de extranjeros perpetuos, tantas veces
extranjeros de nosotros mismos.
LA TEMPERATURA DE LAS
PALABRAS (La Isla de Siltolá)
Como hemos dicho, recoge, a modo de
dietario, la vida de Cumbreño desde Enero de 2009 hasta Septiembre de 2011. En
estos casi 3 años tiene tiempo de trabajar en una editorial, Littera Libros,
escribir, editar, publicar y presentar varios libros interesantes, abandonar la
editorial y fundar la magnífica La Biblioteca de Gulliver, enfadarse, dar
clases, vivir anécdotas, indignarse, enfadarse, desilusionarse, ver crecer a su
hija, enfadarse (tiene cierta tendencia, hay que decir) y, en definitiva, por
tópico que suene, a vivir.
Como seguidor del blog de Chema,
siempre he admirado su habilidad para meterse en charcos, su incontinencia ante
las injusticias y su capacidad para mantener el lirismo e, incluso, el ritmo,
aunque esté cagándose en los muertos del último jurado literario corrupto. Por
eso, cuando supe que iba a editar un libro que recogía lo publicado en su blog,
supuse que iba a ahorrarse ciertas críticas o comentarios a los todopoderosos…
Pues no.
Es un libro
cargado de reflexiones y, como decía antes, de búsqueda: asistimos muchas veces
al mismo proceso en que Cumbreño lee un libro, le fascina, se pone a buscar al
autor por Internet, le localiza, le convence de que no es una broma, que quiere
editarle, y le edita.
No hay ningún tipo de poda, aquí se
refleja el estado vital de Cumbreño, lo cual, por supuesto, implica
contradicciones: así, alguno se sonreirá con que en Febrero de 2010 anuncie su
decisión de alejarse del mundo de la edición y que apenas un año y medio
después se lance a tumba abierta a una aventura editorial que llevará él sólo.
Otra vez, el
mejor resumen del libro lo hace el propio autor, en un texto llamado,
precisamente, "Me gustan las personas que no se esconden" y que está dedicado a
Álvaro Valverde. En él, escribe Cumbreño:
“la literatura o es
pasión o no es. El café no sabe igual con leche desnatada”
En definitiva, en cualquiera de los
dos libros encontrarán mucha pasión y literatura poco desnatada. Para resumir,
Made in China es un libro, principalmente, de poesía, que contiene varios de
los elementos por los que admiro a Cumbreño como escritor. Por su parte, La
temperatura de las palabras es un libro, sobre todo, de memorias, que contiene
muchos de los elementos por los que admiro a Chema como persona.