viernes, 21 de diciembre de 2012

4 de Enero: LA BIBLIOTECA DE GULLIVER con el gigante José María Cumbreño y los enanos Víctor Martín y Víctor Peña



El 4 de Enero en La Puerta Tannhauser de Plasencia, José María Cumbreño presentará algunos de los últimos libros de La Biblioteca de Gulliver (igual de buenos que siempre y cada vez más bonitos) flanqueado por Víctor Martín Iglesias y servidor. Una editorial independiente que publica a autores magníficos y una librería café preciosa que vende alcoholes de distinta graduación... Muy mal se nos tiene que dar.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Los amigos del Observatorio recomendamos un libro

Urbano Pérez Sánchez, poeta extremeño y compañero de bolsa y fatigas de interinos, pidió a algunos autores tan importantes como Irene Sánchez Carrón, Fran Rodríguez Criado, Mª Ángeles Pedrera o Víctor Martín que recomendaran un libro para el blog Observatorio del Libro y la Lectura. Luego, seguramente por error, también me lo pididó a mí. En este enlace pueden leer sus consejos junto con el de servidor, que, antes de lograr ajustarse a la brevedad exigida, se explayó así:

“La nieve es nuestra” es un verso de Leopoldo María Panero que da título a un libro de Cristián Gómez Olivares publicado en la editorial de José María Cumbreño, Ediciones Liliputienses. Es decir, se mire como se mire, palabras mayores de poesía.
Primero hay que colocar las pertinentes mayúsculas y los merecidos signos de admiración a la minúscula editorial Ediciones Liliputienses, que lleva ya un año ofreciéndonos, en tiradas mínimas y cuidadas, obras de algunos de los poetas más interesantes de Hispanoamérica y España. Por su parte, José María Cumbreño, el autor intelectual de este bendito disparate, se ha convertido ya en un referente como autor, es decir, que para los lectores poco cultivados, como es mi caso, cada nuevo volumen viene avalado por una vitola de calidad suficiente para vencer los prejuicios tan estúpidos como habituales.
                Así me sucedió con La nieve es nuestra, cuyo autor me era completamente desconocido y que, sin duda, es el mejor libro de poesía que he leído en 2012 (si tenemos en cuenta que Un centro fugitivo, de Álvaro Valverde, es una antología cuyos poemas ya había disfrutado por separado con anterioridad). Y es que, por último, Cristián Gómez Olivares es un poeta chileno, afincado como profesor de literatura en EEUU, que tiene una voz poética a medio camino del cinismo y el pregón de la barra de bar, capaz de conjugar el aforismo más preciso con el verso más rotundo y cuyo libro difícilmente puede ser leído del tirón, por lo arduo que resulta contener a cada rato el impulso de ponerse de pie para celebrarlo como se merece.


domingo, 2 de diciembre de 2012

Balance (poema de Víctor Jiménez)

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Ahora que la noche no me tienta,
cuando la vida apenas me enamora,
algo me dice que llegó la hora
de hacer balance y de rendirle cuenta.

Aunque prefiero el sol a la tormenta,
me tomo, como viene, cada aurora.
Lo que la vida entrega lo devora
el tiempo. Y nadie vive de su renta.

Tampoco vivo del trabajo. A diario,
soy solo un profesor de andar por clase.
Me dan pulso otras cosas y otros temas

Que no se compran con un buen salario,
que no se pagan con el sueldo base.
Mis amigos, mi amor y mis poemas.
(Al pie de la letra. Víctor Jiménez)

martes, 20 de noviembre de 2012

lunes, 12 de noviembre de 2012

No quedan más cojones: Gil de Biedma a las elecciones

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¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia
la más triste sin duda es la de España
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno,
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.

A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.

Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
puede y debe salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.

Quiero creer que no hay tales demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia.
Son ellos quienes han vendido al hombre,
los que le han vertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.

(Apología y petición
D. Jaime Gil de Biedma)

sábado, 10 de noviembre de 2012

Hay muchas maneras de matar

Hay muchas maneras de matar:
Pueden meterte un cuchillo en el vientre.
Quitarte el pan.
No curarte de una enfermedad.
Meterte en una mala vivienda.

Empujarte hasta el suicidio.
Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo.
Llevarte a la guerra, etc…
Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado.

(B.Brecht)

martes, 6 de noviembre de 2012

Nota sin prensa de ALEGRÍA, el nuevo disco de ALBERTUCHO



Muchos artistas, entre ellos alguno de los considerados fundamentales en la historia del pop, no han llegado a grabar cinco discos: bien por distintas polémicas personales o artísticas, bien por agotamiento de la inspiración, ausencia de apoyo discográfico, debilitamiento físico o mental o, sencillamente, por considerar que ya habían dicho todo lo que tenían que decir. Y es que, un disco, con ganas, suerte y trabajo, lo puede llegar a grabar casi cualquiera con un mínimo de talento, pero decidir editar cinco bajo el mismo nombre indica, sin duda, que se mantiene una voluntad de decir las cosas de una forma determinada en la que, si bien caben cambios de registro, producción o sonido, prevalece eso tan etéreo y ambiguo pero, a la vez, tan básico, como es la esencia.
Y es que, una vez que se ha dejado claro con los cuatro trabajos anteriores que se tienen cosas que decir, que se sabe cómo decirlas y que, aunque unos trabajos se enfoquen más hacia un determinado género o estilo, se conserva la actitud del primer día, el quinto disco puede ser un momento tan bueno como cualquier otro para explorar nuevas posibilidades y jugársela. Por ejemplo, el quinto disco de Dylan fue Bringing It All Back Home, y mucha gente, dicen, se escandalizó por la presencia de instrumentos eléctricos. El quinto álbum de The Who fue Who´s Next, y cuentan que también hubo quien se quejó por el uso abundante de sintetizadores. Con el tiempo, todo el mundo ha tenido que admitir que ambos discos trajeron nuevas formas de acercarse al rock y, sobre todo, canciones que venían para quedarse con nosotros mucho tiempo.
Ahora, el disco que nos ocupa es el quinto publicado bajo el nombre de Albertucho: Alegría. Y, de entrada, quizás alguno se sorprenda con la presencia de banjos, ukeleles, dobros y pedal steels en el trabajo de un chaval que tras su debut de 2003, fue etiquetado como la última esperanza blanca del rock urbano español. Sin embargo, si se hace memoria, se recordará que si algo ha caracterizado su carrera estos casi diez años ha sido la firme intención de hacer en cada momento lo que le daba la gana sin pararse a pensar qué es lo que se esperaba que hiciese. Quizás porque esa y no otra es la esencia de Albertucho.
La mejor forma de asegurarse seguir haciendo en cada momento lo que le da la gana era producir él mismo el disco y sacarlo en Bliss Records, el sello independiente de sus mánager de toda la vida (A. Vallekas) que, después de haber producido discos de Mamá Ladilla, Canallas u Orujo de Brujas, parecía estar esperando la ocasión propicia para resucitar. Posiblemente gracias a esta confianza y a esta camaradería, Alegría suena tan auténtico: como si unos rockeros con miles de batallas a sus espaldas hubieran decidido irse al campo un tiempo y escribir, cantar y tocar con esa experiencia pero sin tomárselo, ni mucho menos, como unas vacaciones. Ese es el caso de Alberto Romero, compositor, productor y arreglista de todos los temas, claro. Y, por supuesto, de José Luis Garrido, ganador de dos premios Goya y en cuyos estudios Musitron se creó el clima propicio para la primera parte de la grabación. Pero también de Pablo Salinas, el socio ideal para el golpe perfecto, que apareció a mitad de grabación y se implicó en el proyecto continuando, a partir de entonces, la producción en sus estudios y mezclando la obra. Un trabajo que sorprenderá por la confluencia de estilos e influencias (folk, country, rock sureño; Mumford & Sons, Avett Brothers, New Grass Revival) y, sobre todo, por la capacidad con la que Albertucho ha sabido llevar todos estos elementos a su terreno, valerse de ellos para expresarse con su propia voz y, en definitiva, hacerlos suyos.
Resumiendo, Albertucho en este disco confirma que sigue teniendo cosas que decir, que sabe cómo contarlas y cómo cantarlas y que no ha perdido en absoluto la inspiración. Que, ahora más que nunca, parece escribir y cantar con la seguridad del que sabe quién es, de dónde viene y, sobre todo, todo lo lejos que puede llegar. Pero, sobre todo, que trae muchas canciones que, sin duda, han venido para quedarse.
A fin de cuentas, Alegría viene a ser el relato de esa pequeña epopeya diaria de la supervivencia. O, en palabras de El Capitán Cobarde, “eso tan antiguo de caerse y levantar”.
                                                                                             Víctor Martín Iglesias
Víctor Peña Dacosta
Un Hombre Exquisito

lunes, 22 de octubre de 2012

Carta abierta a un defensor de los Centros Concertados


(CARTA ABIERTA A UN EX-ALUMNO DE COLEGIO CONCERTADO, BIEN FORMADO Y CONVENCIDO DE LA CONVENIENCIA DE QUE EXISTA ESTE TIPO DE EDUCACIÓN)

Miguel, personalmente, no tengo nada en contra de la educación en valores cristianos: yo también he sido educado en ellos y no me considero, en general, mal educado ni maleducado y, quizás por ello, creo en la solidaridad. Tampoco tengo nada en contra de la educación en valores socialdemócratas, he sido también educado en ellos e, insisto, creo que no me ha ido mal. Quizás también gracias a ellos creo en la necesidad de justicia social.
Sin embargo, no vería bien que se adoctrine a los niños y adolescentes en valores socialdemócratas con dinero público. Yo puedo estar absolutamente convencido de que jamás en mi vida voy a votar al Partido Popular, pero esas son mis ideas, producto de mi formación y de mi evolución. Sin embargo, veo mal que se eduque a los niños y adolescentes con la idea de que votar al Partido Popular es erróneo: eso es mi opinión, no un dogma: y que sea una opinión de mucha gente, incluso aunque llegara a ser mayoritaria, no lo convertiría en un dogma. Y que a mí me haya ido bien, no significa que sea justo, ni conveniente, ni oportuno, que se eduque a los niños y adolescentes cantando cada mañana La Internacional, leyendo algún fragmento de El Manifiesto Comunista o haciendo murales a favor de los trabajadores y contra la burguesía y el proletariado.
A lo largo de la historia ha habido asociaciones con la línea educativa socialdemócrata a la que los padres decidían libremente si llevaban a sus hijos o no. Por ejemplo, el krausismo, que acabó deparando la Residencia de Estudiantes. Si, actualmente, alguien cree que crear ese centro le va a ser rentable, contrata exclusivamente a profesores que tengan esa ideología y les despide cuando dejan de tenerla o de fingir que la tienen, pues bien, es su negocio. Pero que no venga pidiendo subvenciones, que bastante falta hacen en la Educación Pública. Y si alguien quiere llevar a sus hijos a esos centros, pues bien también, allá ellos, que los elijan y se los paguen. Pero sin desgravar, que es su elección.
¿Por qué no pasa lo mismo con los Centros Concertados Católicos? ¿Por qué pueden contratar a quién quieran bajo las normas que quieran (he visto convocatorias en las que pedían “lazo de consanguineidad con algún miembro del profesorado o el equipo directivo”) y lo tiene que pagar un Estado que se denomina aconfesional?
Tampoco tengo nada contra el Islam. No he sido educado en él y, por tanto, no creo que me haya influido ni positiva ni negativamente. Sin embargo, conozco a gente educada en esa religión que son educados, respetuosos, trabajadores y solidarios. Incluso, que creen en la justicia social. Bien, pongámonos en la tesitura de que, ante el gran número de inmigrantes que tenemos, se creen colegios islámicos. Colegios que, por supuesto, solo contratarán para dar clase a profesores que juren sobre el Corán, en los que se rece cada mañana mirando a la Meca y donde realicen actividades relacionadas con su fe o Su Fe (allá cada uno). ¿Veríamos bien que se financiaran esas contrataciones (y despidos) basados en su religión? ¿Aceptaríamos que parte de nuestros impuestos fueran destinados a esas actividades y esos centros?
En cuanto a lo de que “realizan un servicio a la comunidad”, Miguel, está claro. Educan, que no es poco. Sin embargo, me gustaría saber cuántos centros concertados se han abierto como Escuelas Rurales en pequeñas poblaciones, cuántos en barrios conflictivos… Alguno hay, claro. Pero su número debería hacer que nos planteemos si la labor social es su prioridad.
Por otra parte, todos estamos de acuerdo en que aprobar (o, incluso, sacar un 10) en una oposición no garantiza que se sea un buen profesor. Claro que no. Es un modelo muy imperfecto, pero es el único que hay. Como en tantas otras cosas, se debería alcanzar un gran consenso para crear un modelo mejor y que se premie a los buenos profesores y se descarte a los incapacitados para el puesto. Ojalá llegue lo antes posible ese consenso, por cierto.
Sin embargo, no creo que nadie pueda defender que, por ejemplo, *Respetar el Carácter Propio y la oferta educativa del Centro que se le dará  a conocer antes de ser contratado o *Colaborar activamente en la acción educativa-pastoral del Centro, sean sistemas de calificación más válidos sobre la valía de un profesor… Y, repito, he visto convocatorias en las que aparecía como requisito “tener una relación de consanguineidad” con un profesor o miembro del equipo directivo del centro. Como mínimo, me parecen criterios más arbitrarios que una oposición. Como mínimo, me parece polémico que el Estado financie centros con esa forma de contratar.
Insisto, el sistema de oposiciones es francamente mejorable, pero es el único fijado por el Estado para decidir quién se merece trabajar para Él y quién no. También el actual sistema de elecciones es muy debatible, pero, por ahora, es el único que hay. Lo que sucede cuando se tiene a profesores con la oposición aprobada pero sin plaza en el paro y a otros que no han aprobado ningún examen de oposición trabajando y cobrando de la misma partida presupuestaria es, en mi opinión, tan ridículo como si decidiéramos darle el gobierno a los partidos menos votados o, mejor aún, a alguien que ni se haya presentado a las elecciones amparados en que, claro, como tenemos un sistema de elecciones “injusto”, “inapropiado” o “desfasado”…  Para mí, ser coherente implica que no puede haber un solo profesor trabajando en un concertado (cobrando del Estado sin haber cumplido sus reglas) mientas haya un solo profesor con oposiciones aprobadas (aunque sea sin plaza) en paro.  
En cuanto a tu experiencia personal, Miguel. Por supuesto que hay profesores ineptos, incompetentes, bordes y, sencillamente, inútiles en la Educación Pública. Sin embargo, no creo que haya un porcentaje peor con respecto a la Educación Concertada y, si lo hay, es solo por casualidad o porque alguno que haya aprobado la oposición se ha ido relajando hasta niveles indignantes, pero nunca porque el sistema de elección sea mejor. De hecho, los profesores de la concertada se dividían en dos tipos: los enchufados que podían entrar directamente ahorrándose estudiar oposiciones y pegarse kilometradas y aquellos que no habían conseguido aprobar una oposición pública. Eso ha dejado de ser así, dado que ha dejado de haber oposiciones y todos tendremos que buscarnos la vida donde podamos, incluso formando parte de una consabida injusticia. Por cierto, mientras no hay oposiciones, seguimos pagando a gente en concertados y a profesores de Religión que no tienen por qué pasar por ese enojoso trámite.  
Aunque puede ser que tu mala experiencia en un centro público se debiera a la coincidencia con malos profesores, es posible que también influyeran algunos obstáculos propios de la Educación Pública, como la excesiva ratio de alumnos, la carestía de medios y, sí, la integración de alumnos con problemas educativos especiales e inmigrantes. No sé si en tu Centro Concertado, en concreto, teníais muchos inmigrantes o alumnos sordos, autistas, hiperactivos o de familias claramente desestructuradas y desfavorecidas, pero te puedo decir que no es, ni muchísimo menos, lo habitual. Y, sí, es más difícil dar clase así, pero es un reto que en los Centros Públicos aceptamos y que aceptaríamos con mayor gusto de tener medios apropiados (en vista a la expuesto, ¿se te ocurre un sitio de dónde sacar el dinero?)
En definitiva, los centros concertados suponen una injusticia. Por eso, aunque tu experiencia personal sea un claro ejemplo de cómo alguien puede llegar a ser una persona educada, culta, bien formada, que tiene asumidos valores como el respeto o el esfuerzo para alcanzar sus fines, eso no me parece determinante. Yo estuve de viaje en Cuba y me lo pasé de puta madre, y viví un año en Marruecos y estuve más que bien. Eso no los convierte en países con formas de gobierno justas ni convenientes.

viernes, 19 de octubre de 2012

La niña de Rajoy

¿Os acordáis de la niña de Rajoy? Este curso habría estado tres semanas sin su profe de Lengua, dos sin el de Matemáticas y Conocimiento del Medio (porque son la misma persona, aunque, sin que ella lo sepa, no cuenta con la titulación oportuna) y sospechando que el resto del curso sucederá lo mismo cada vez que un profesor se ponga enfermo. Por lo tanto, su padre habría entendido de primera mano la conveniencia de la huelga de estudiantes de los tres últimos días, Desgraciadamente, ese niña solo fue un lamentable invento dirigido a intentar ganar, infructuosamente, las elecciones de hace 4 años y, de existir, iría a un colegio privado.

jueves, 18 de octubre de 2012

Enric González y yo

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Enric González y yo no tenemos nada en común. Él anda por los cincuenta y yo, gracias al cielo, todavía no he alcanzado la treintena. Él es hijo de un conocido escritor  y yo no. González ha sido corresponsal en Londres, Roma, Nueva York y Jerusalén y yo tan solo he trabajado como profesor en diversos centros públicos de sitios tan poco glamurosos como Marruecos o Extremadura. De hecho, ni siquiera soy periodista, mientras que Enric, por el contrario, me parece desde hace casi diez años el mejor articulista de este país (ahora que se prodiga menos, igual se ha sumado a la puja Manuel Jabois). Yo, en cambio, bueno, ya lo están leyendo.
Sin embargo, en este mismo momento, mientras voy claudicando a la idea de mandar mi currículum a centros concertados, Enric González está estudiando una oferta con muchos ceros de El Mundo. Por supuesto que la analogía está cogida por los pelos (económica, mediática y socialmente hablando) pero a mí me ha sorprendido pensar que, tanto en la más alta esfera de prestigio y calidad del Periodismo como en el estante más bajo del mercado laboral relacionado con la enseñanza, todos tenemos un precio y todo es relativo. Es cierto que, tanto Enric como yo, supongo, tenemos valores que nos alejan de El Mundo y de los concertados, respectivamente.  Por ejemplo, ¿es más vergonzoso trabajar en un centro concertado que vivir de tus padres? ¿Hay realmente diferencia entre El Mundo y El País? ¿Es mejor vivir del paro que trabajar en un concertado? ¿Es mejor hacer bien tu trabajo, aunque sea en un periódico como El Mundo que perseguir tu vieja vocación de vivir del aire en Londres (tirando, tal vez, por la borda un matrimonio quizá feliz? Yo, al menos, prefiero seguir leyendo a Enric González. Incluso ahí. Como, supongo, los que me quieren bien, desean que encuentre un trabajo y deje de dar el coñazo.
Realmente es un debate absurdo: lo que importa, supongo, qué remedio, es hacer bien tu trabajo, sea donde sea y aunque no comulgues con la línea editorial de la casa para la que trabajas. Pero esto (no mi situación particular, sino la de miles de interinos; y tampoco la de Enric en concreto, sino la de los trabajadores y lectores afectados  por el ERE de la mitad de plantilla de El País) no deja de simbolizar el fin de dos sueños que casi habíamos llegado a creernos: el de una Educación Pública de calidad  y el de una prensa socialdemócrata de nivel en España. Pero bueno, no es para tanto: a fin de cuentas, Enric seguirá siendo un periodista fabuloso y yo un profesor normalucho; nosotros, los interinos si encontramos trabajo, seguiremos viviendo de ustedes aunque nos contraten terceros. Y Enric, pese a su indudable ojo crítico, no creo que sea capaz de encontrar una sola diferencia importante entre Pedro J y Cebrián.

Las asignaturas pendientes de Wert



Al poco de llegar al cargo, José Ignacio Wert, leyó en el Congreso de los Diputados (y en, al menos, una entrevista) un fragmento de lo que él creía o decía creer un libro de texto de Educación Para la Ciudadanía en el que se alababa el comunismo mientras se criticaba el capitalismo. No era un libro de texto, sino un ensayo totalmente independiente de un escritor que nada tenía que ver con la asignatura, ni con el Ministerio ni con ningún organismo oficial. Es como si Sostres escribe que le excita pensar en niños de 13 años estudiando Biología y acaban prohibiendo la asignatura para evitar la pederastia. Pudo ser un fallo, garrafal, pero fallo al fin y al cabo. Sin embargo, Wert no admitió el error ni se disculpó.
Poco después, sin previo aviso, canceló las oposiciones de Secundaria para la que faltaban meses y anuló los temarios vigentes, que miles de opositores habían comprado hacía poco por varios cientos de euros. (Es cierto que esos temarios habían entrado en vigor 2 días antes de las elecciones que todo el mundo sabía que el PSOE iba a perder, lo que era, cuando menos, arriesgado. Pero, según los sindicatos, habían sido consensuados por todas las fuerzas políticas y, oficiosamente, se llevaban estudiando más tiempo con el consiguiente esfuerzo económico -Academias- y de tiempo.) Tampoco pidió perdón y no ha fomentado ningún debate, consenso o simple sugerencia de cara a mejorar ese sistema de Oposiciones que consideraba poco válido. De hecho, hasta que no se vuelvan a convocar, el temario vigente (y, por tanto, el que ya deberían estar buscando los estudiantes que se preparan con tiempo para buscar la “excelencia” es el de 1993 –ojo, también en asignaturas como Informática, Tecnología…-)

Para justificar su decisión, dijo que en las Oposiciones no se premia la excelencia (cierto), pero, para apoyarlo, puso el ejemplo de que se podían aprobar las oposiciones de Francés sin dominarlo: el examen escrito, su lectura en voz alta y las defensas ORALES de la Programación y la Unidad Didáctica se hacen, lógicamente, en la lengua para la que opositas. No sé si todo el mundo lo sabe ni si todo el mundo debería saberlo, pero no estaría de más que el ministro de Educación lo supiera o, al menos, que alguien se lo comentara después de haber mentido tan groseramente en público. Tampoco rectificó ni pidió perdón por el error o el embuste.
Donde sí se puede dar clase de Francés o Inglés sin tener un buen dominio del idioma (o ni  siquiera el título) es en los Centros Concertados ya que, aunque en las Oposiciones Públicas no se premia la excelencia y el sistema es debatible, los Centros Concertados no tienen ningún control de calidad a la hora de presentar titulación o haber demostrado méritos. Imagino que para seguir primando esa “excelencia”, han sido mucho menos perjudicados por los recortes que los centros públicos.
Por cierto, los profesores de los colegios concertados no se han visto afectados por la eliminación de la paga extra de Navidad ni por las medidas para ahorrarse el pago del verano a la gran mayoría de interinos. Digamos que tienen todas las ventajas de trabajar para el Estado y, excepto más horario laboral, ninguno de sus inconvenientes (prepararse oposiciones, hacerse kilometradas para trabajar en pueblos lejanos a su lugar de residencia antes de lograr los puntos para concursar) excepto el de pertenecer a una empresa privada (pagada con fondos públicos) que, cuando quiera, puede echarles. ¿Adivinan, en ese caso, quién paga la indemnización?
Poco después Wert suprimió la asignatura Educación Para La Ciudadanía por considerar que “adoctrinaba”. Es debatible, cierto. Sin embargo, ha mantenido Religión Católica que, como compartirán, en el mejor de los casos, adoctrina, al menos, lo mismo.
(Por cierto, los profesores de Educación para la Ciudadanía son licenciados con oposiciones aprobadas y en ella se enseñan, entre otras cosas, Derechos Humanos. Los profesores de Religón Católica no han pasado un solo examen de oposición y, aunque, les pagamos entre todos, dependen exclusivamente del obispado de cada región.)
Dentro de los Centros Concertados, hay un buen número de centros que segregan por sexo. El Tribunal Supremo falló que esos Centros atentaban contra la Igualdad y, por lo tanto, debían dejar de recibir subvenciones. El ministro reaccionó con celeridad cambiando la Ley para que pudieran seguir recibiéndolas.
Ha dejado en la calle a miles de profesores interinos, es decir, a personas que han aprobado las oposiciones, en algunos casos con muy buena nota y, por tanto, demostrando estar capacitados para el cargo según el sistema vigente (con el que se puede estar de acuerdo o no, pero es el único que hay).
Esto no solo supone que miles de personas estén sin trabajo, en muchos casos considerando haber hecho durante lustros méritos más que suficientes para no estarlo, sino que la Educación Pública esté atravesando un momento crítico: no se cubren muchísimas bajas, hay profesores de otras especialidades teniendo que completar su horario con Matemáticas, Lengua, Inglés, Historia, Física o Química, Educación Física… Y, por tanto, los alumnos están peor atendidos y peor enseñados.
Mientras tanto, muchos profesores que nunca han aprobado las oposiciones y, por tanto, aunque en algunos casos sean profesionales excelentes, no han demostrado merecerse el trabajo más que los interinos que están en la calle, siguen cobrando, con los últimos recortes, casi más que los de Centros Públicos. Les pagamos entre todos, ¿lo he dicho ya?

Ha asegurado que quiere primar las asignaturas de Lengua y Matemáticas sobre el resto de materias. Es una propuesta defendible, pero es falso que lo esté haciendo: por ejemplo, en Extremadura ha habido un recorte del 95% de vacantes en Lengua y del 90% en Matemáticas. Eso quiere decir que hay profesores del resto de especialidades impartiendo esas asignaturas. Eso no es todo: sus últimas decisiones han sido eliminar asignaturas como Cultura Clásica, Latín o Griego y hay profesores con plaza que imparten esas asignaturas a los que no puede echar. ¿Qué va a pasar? Que van a ser reciclados en profesores de otras asignaturas. Por tanto, los alumnos podrán tener más horas de Matemáticas (de Lengua, en muchos casos, ya no podían tener más) pero no van a ser mejor enseñados.

Ha cambiado la ley para aumentar la ratio de alumnos por clase. Ha asegurado que esto es una “flexibilización”, que no repercute en el funcionamiento de la clase e, incluso, se ha permitido hacer el chiste de que así se favorecerá que” los niños se relacionen y socialicen en la escuela”.

También ha dicho que la intención del Ministerio es “españolizar a los niños catalanes”. Pero, como pueden observar, eso es lo de menos, ni siquiera debería haberlo dicho: no por las connotaciones fascistas de la expresión que, de nuevo, puede haber sido un error, sino porque debería llevar ya mucho tiempo en la calle.