Muchos artistas, entre ellos alguno de los
considerados fundamentales en la historia del pop, no han llegado a grabar
cinco discos: bien por distintas polémicas personales o artísticas, bien por
agotamiento de la inspiración, ausencia de apoyo discográfico, debilitamiento
físico o mental o, sencillamente, por considerar que ya habían dicho todo lo
que tenían que decir. Y es que, un disco, con ganas, suerte y trabajo, lo puede
llegar a grabar casi cualquiera con un mínimo de talento, pero decidir editar
cinco bajo el mismo nombre indica, sin duda, que se mantiene una voluntad de
decir las cosas de una forma determinada en la que, si bien caben cambios de
registro, producción o sonido, prevalece eso tan etéreo y ambiguo pero, a la
vez, tan básico, como es la esencia.
Y es que, una vez que se ha dejado claro con los
cuatro trabajos anteriores que se tienen cosas que decir, que se sabe cómo
decirlas y que, aunque unos trabajos se enfoquen más hacia un determinado
género o estilo, se conserva la actitud del primer día, el quinto disco puede
ser un momento tan bueno como cualquier otro para explorar nuevas posibilidades
y jugársela. Por ejemplo, el quinto disco de Dylan fue Bringing It All Back Home, y mucha gente, dicen, se escandalizó por
la presencia de instrumentos eléctricos. El quinto álbum de The Who fue Who´s Next, y cuentan que también hubo
quien se quejó por el uso abundante de sintetizadores. Con el tiempo, todo el
mundo ha tenido que admitir que ambos discos trajeron nuevas formas de
acercarse al rock y, sobre todo, canciones que venían para quedarse con
nosotros mucho tiempo.
Ahora, el disco que nos ocupa es el quinto publicado
bajo el nombre de Albertucho: Alegría.
Y, de entrada, quizás alguno se sorprenda con la presencia de banjos, ukeleles,
dobros y pedal steels en el trabajo de un chaval que tras su debut de 2003, fue
etiquetado como la última esperanza blanca del rock urbano español. Sin
embargo, si se hace memoria, se recordará que si algo ha caracterizado su
carrera estos casi diez años ha sido la firme intención de hacer en cada
momento lo que le daba la gana sin pararse a pensar qué es lo que se esperaba
que hiciese. Quizás porque esa y no otra es la esencia de Albertucho.
La mejor forma de asegurarse seguir haciendo en cada
momento lo que le da la gana era producir él mismo el disco y sacarlo en Bliss
Records, el sello independiente de sus mánager de toda la vida (A. Vallekas)
que, después de haber producido discos de Mamá Ladilla, Canallas u Orujo de
Brujas, parecía estar esperando la ocasión propicia para resucitar.
Posiblemente gracias a esta confianza y a esta camaradería, Alegría suena tan
auténtico: como si unos rockeros con miles de batallas a sus espaldas hubieran
decidido irse al campo un tiempo y escribir, cantar y tocar con esa experiencia
pero sin tomárselo, ni mucho menos, como unas vacaciones. Ese es el caso de
Alberto Romero, compositor, productor y arreglista de todos los temas, claro.
Y, por supuesto, de José Luis Garrido, ganador de dos premios Goya y en cuyos
estudios Musitron se creó el clima propicio para la primera parte de la
grabación. Pero también de Pablo Salinas, el socio ideal para el golpe
perfecto, que apareció a mitad de grabación y se
implicó en el proyecto continuando, a partir de entonces, la producción en sus
estudios y mezclando la obra. Un trabajo que sorprenderá por la confluencia de
estilos e influencias (folk, country, rock sureño; Mumford & Sons, Avett
Brothers, New Grass Revival) y, sobre todo, por la capacidad con la que
Albertucho ha sabido llevar todos estos elementos a su terreno, valerse de
ellos para expresarse con su propia voz y, en definitiva, hacerlos suyos.
Resumiendo, Albertucho en este disco confirma que
sigue teniendo cosas que decir, que sabe cómo contarlas y cómo cantarlas y que
no ha perdido en absoluto la inspiración. Que, ahora más que nunca, parece
escribir y cantar con la seguridad del que sabe quién es, de dónde viene y,
sobre todo, todo lo lejos que puede llegar. Pero, sobre todo, que trae muchas
canciones que, sin duda, han venido para quedarse.
A fin de cuentas, Alegría viene a ser el relato de esa pequeña epopeya diaria de la
supervivencia. O, en palabras de El Capitán Cobarde, “eso tan antiguo de caerse
y levantar”.
Víctor
Martín Iglesias
Víctor Peña Dacosta
Un Hombre Exquisito
Un Hombre Exquisito
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