DONDE LA NIEVE AHORA es el tercer libro de Pedro Teruel (Murcia, 1989). Está dedicado a la memoria de David Goznález y se abre con un fabuloso prólogo del gran José Daniel Espejo:
"Una mujer amada y perdida, y el hueco tras su marcha, le dan forma a (...) este poemario (...), donde Teruel resiste y sale con todo cuando posee al encuentro de ese hueco. Y desde una provincia sureña, desde una vida de largos horarios laborales y una poética periférica, lo llama nieve para no rendirse a él."
La nieve se acerca.
Dos seres bailan en el salón
de casa. Afuera,
donde el verano,
arden los últimos
restos de la tarde.
El mundo va a acabarse.
Dos seres abrazados
en el salón de casda
improvisan aun baile
mientras, afuera,
todo es lumbre
madera quemada.
Nadie sospecha
en ese instante
de baile y sudor,
que la nieve siempre
acaba llegando.
EN EL BAR, POR LA TARDE
Me hablaba de mis ojos.
Tienes el mar en la mirada,
me decía.
Yo le daba la razón
en silencio, amagando
una sonrisa.
Ellla hablaba del azul.
Yo de lo ingobernable.
LOTERÍA
Sería finales de agosto cuando
pude ver, con la claridad
que sólo el amor te permite tener,
cómo dormías abrazada a nuestro
perro. Y, acto seguido, yo era
alegre pájaro o bañista;
yo era tierna y dócil bestia
sólo calmada con la imagen
de tu cuerpo dormido y
la seguridad de que,
si existiera Dios, en ese instante
querría cambiarse el pellejo
conmigo sin otra condición
que quedarse allí, en silencio,
observando y observado
la viva imagen
del amor; la viva imagen
que sólo te permite
vivir
un par de veces
a lo largo de tu vida.
Dos seres que se tienen
viajan juntos en un coche
viejo. Los rayos de sol golpean
las carreteras, arden
todas ellas. Hay gasolineras
en pueblos de montaña, comentan
los seres, que podemos
usar para dormir, si queremos.
La pobreza llama a la puerta
de los seres. También la pobreza
tiene forma de nieve.
Antes de la orfandad,
uno de los seres
desprecia a su padre.
Días antes de la muerte
en la nieve, le desea
el infierno, la ira,
la condena eterna.
Esas palabras serán
cristales de frío
en su boca
para siempre.
11 DE NOVIEMBRE
El olvido ya no será más olvido
si ha de ser forzado.
¿Recuerdas el año que naciste?
¿Cuántos hijos tienes? ¿Cómo se llamaba tu madre?
¿Son esas las preguntas que ya
no entiende el viejo?
¿O ya no le interesarán nunca más las respuestas?
¿Ha muerto ya mi padre?
¿Muere su memoria
y su cuerpo -triste andamiaje enrobinado- permanece?
Padre angustiado, nuevo tú, desposeído
del antes, desconocido en esta casa,
¿acaso me reconoces?
Dímelo.
¿No soy huérfano ya?
LA PLÁTICA
A la memoria de Pedro el Pimpo,
en las profunidades de la mente.
Me preguntan por mi padre.
Me paran en el súper, en la calle,
en el estanco, no importa.
Me paran y enumeran sus faltas:
que si tu padre no viene a la partida, que el carajillo
se le queda frío, que nadie canta
las líneas como él.
Algo más de siete semanas consecutivas faltando
a la cita con el dominó.
Y yo replico que anda en un chapuzón, queriendo
restar importancia a la dolencia -dolencia suya y
dolencia mía-, pero me queman los labios
por que vean en mis palabras
que la persona de la que estamos hablando
no es la misma.
Ni ellos preguntan sobre el hombre
ni yo respondo sobre el padre.
Me preguntan por mi padre y charlamos
como quien habla de los muertos.
Tratamos la caída.
Oímos el olvido.
Hablamos de quién.
MADRE
En el baño del hospital
me escondía, irresponsable y
triste, a fumar mientras tú
te ibas apagando -mujer madre,
madre amiga-. Traté de esconderme
mientras aquella habitación
blanca y limpia -tu piel ya casi
desaparecida- se iba convirtiendo
en la habitación de tu infancia y,
la cama articulada de hospital
era entonces tu cuna donde,
adormilada -madre niña-,
bramabas aquel nombre
que un día dieron
los dioses al milagro:
Mamá, gritaste.
Yo lo escuché en el baño,
donde rompí a llorar
en el silencio que sólo ofrecen
las noches tristes;
Mamá, gritaste.
Y en ese instante
habría dado toda mi existencia
-hijo destrozado, hijo en ruinas-
por haber sido capaz de
acurrucarte -madre niña-
con el amor que tus
labios gritaron
aquella noche
por última vez.
YO NO SOY COLE SEAR
Me vistian los fantasmas
a los pies de mi cama.
Tormentos que arruinan el sueño
con imágenes deformadas en roja y negro.
Fantasmas merodeando mi cama,
seres apagados royendo mi
miseria.
Intenta entablar conversación
entre dimensiones
mientras los esquivo
durmiendo cara a la pared,
perdonándoles la vida.
Deberían tener cuidado conmigo.
Soy un huérfano
en una cama grande,
con mi perro a los pies
y un bate de béisbol
a mano.
DONDE LA NIEVE AHORA.
Pedro Teruel.
Boria Ediciones, 2023
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