Como ya he contado en alguna ocasión, DIÁSPORA: Antología de poetas extremeños en el "exilio" surge tras un primer intento (abortado) de Víctor Martín Iglesias para la Universidad de Vilanova (Filadelfia). Por eso, resultó un cierre magnífico que, a punto de terminar de recopilar la poesía de grandes autores para la edición liliputiense, Paco Najarro, uno de los poetas seleccionados y, sin embargo, amigo, me pusiera sobre la pista de Azahara Palomeque, soberbia poeta extremeña expatriada hace tiempo en la cuna de Rocky Balboa.
Desde entonces he ido haciéndome con sus libros y leyéndolos con tremendo interés y disfrute, gozando como una perra con su potente lírica desarraigada.
Antes de dejarles con una breve selección personal de sus poemas, me van a permitir que aproveche el preciso y precioso prólogo de Alberto López Martín a su último libro, REST IN PLASTIC, para definir con más acierto su obra:
(...) Rest in Plastic es en parte escenificación de los postulados del filósofo Byung Chul Han, de quien la poeta es cuidadosa lectora, y cuya visión del estado actual de las cosas sin duda se deja sentir en el poemario. Así, los cuerpos de los sujetos del rendimiento se extenúan y consumen, indistintos y aislados bajo la mirada de la voz, azuzando nostalgias palpables en la dolorosa viveza de versos como “Aún no hemos pagado el reino de estos muertos”. Sirven a la autora para configurar una subjetividad doliente que, sin embargo, se conjura contra ese cansancio sin habla precisamente por la vía de testimoniar su deriva y la de su tiempo.
Acaso uno de sus recursos más llamativos sea el empleo de una semántica del excedente y su procesamiento: canalizadores de todo tipo de residuos se suceden en el texto, como drenajes, alcantarillado o vertederos. Aplicándose indistintamente a lo orgánico (humano y másque-humano) e inorgánico, dichos canalizadores perfilan a través del libro una analogía entre los flujos migratorios y la gestión de desechos que cobra enorme relevancia a tenor del viraje xenófobo en la escena política reciente.
Más allá de la metáfora está la continuidad e incuestionable causalidad de los fenómenos, el calentamiento global como agente de primera magnitud en el inminente desplazamiento de millones y la ruina de ecosistemas enteros. (...)
Finalmente, conviene no ignorar que el plástico acarrea semas de inautenticidad y artificialidad, y que estos resuenan en pasajes donde la autora reflexiona sobre las relaciones y vínculos humanos en la coyuntura actual. Rest in Plastic contiene una crítica a la vacuidad y desconexión afectivas asociadas al país de acogida, otro tema recurrente en la poesía de la autora, manifiesto en composiciones como “Road trip” y su sentencia “Las autopistas son el decoro de los vientres anónimos”. Por su parte, el nerudiano “Residencia en el cieno” parece rememorar la adaptación a una nueva vida y la paulatina (y casi simultánea) interiorización del desencanto con esta, en versos que rezan “manoplas en descomposición / me descubren América”.
Cuando, buscando consuelo, la voz vuelve la mirada al olivo cordobés y al añorado sur, estos recuerdos se presentan cargados de una nostalgia seguramente deformadora; de hecho, la voz parece deshacerlos al tratar de asirlos: “me dejo contemplar las fotos, soñarme / en la calentura de
los patios / más vieja, / más creo en la ceniza.”. En definitiva, el pasado en Rest in Plastic es elusivo y ofrece escaso conforte, pero no por ello resulta menos necesario, aunque solo sea porque facilita una trayectoria cronológica que contraponer al estatismo expansivo de la muerte. (...)
Quizá el principal rayo de esperanza en este lúcido viaje al fin de la noche sea el hecho de que, plástico aparte, la rueda no se detiene; la carroña abonará puntual el campo para la nueva simiente, del mismo modo que el ripio servirá para afianzar otras estructuras con sus saludables impurezas. Como la poeta bien sabe, no hay mucho más consuelo que contar para vivirlo.
Alberto López Martín
ESQUIRLAS
I
Hay una encía de mapa que aún no alcanza
la noche ni los soplidos.
Somos años en la búsqueda,
con el vello crepuscular aún naciente
pedimos
la parte tierna
que dolemos, la boca
enrejada depende
de la voluntad de otro.
ROAD TRIP
Qué fácil es mentir por las autopistas, restañar
las cicatrices,
mordernos los cuerpos cuando deseamos una última
copa: el más tenue
cristal de las articulaciones.
Todo lo que engañamos,
la cubierta poderosa del vidrio, la raíz
no nacida.
Las autopistas son el decoro de los vientres anónimos.
TIEMPO SIN SILENCIO
Cierra los ojos,
ve al puente
de los Atlánticos huérfanos, camina, erguida,
las amapolas de su vientre.
El calor entra por las protuberancias, se hace hez
cada cuánto minuto,
transformado,
cada instante de arruga cabal.
Olvida
que el ripio trajo consigo la mano
y la mano un espíritu.
Baila con él
esta noche de faroles,
esta cabalgata de huesos.
LA ARCADA
No hay otra forma de amar
ni los tapices han aprendido a arrodillarse mejor
que en esta náusea,
adicta presencia en los tejidos al polvo.
Me llamas y me tacho.
Me llamas y vuelvo a ser
el otro lado invisible
de lo carente.
RESIDENCIA EN EL CIENO
Ya casi
no se siente. Llueve a pedazos, se recoge
en el reloj templado de la madrugada, tres minutos
apenas es lo que tarda la criatura herida
en subir la escalera, menos
si va rodando. Casi
no pertenece si aprendo a dominar la presencia, ser fría
tras la máquina, hacer los gestos oportunos y asentir
bajo los techos. Ya casi
no desgasta, existe en la sima pero, desde la tos, parece un
pájaro
desnudo, exilio que se habitúa,
manoplas en descomposición
me descubren América.
LA RED
Nos asalta la red.
Hay escaleras de incendios en cada angostura de mis
poros, madres
en la madera, madres
como lombrices tejiéndonos crisálidas. Todo
lo que toco ha sido ya ajado y sabiamente protegido.
Tus ojos terreros. La máquina gástrica
de nuestros pensamientos, el viaje lento a la cocina.
Caminamos
y sabemos que podríamos morir, que el cuerpo
es una báscula de escombros
y las corrientes siempre van hacia atrás, adonde el rojo
las mande. Pero estas pancartas
con las que cubrir ataúdes nos surten de lluvia.
Nadie cree
hoy en los dioses, pero los dioses
colectan masa de nuestros tobillos, continúan su juego
en los raíles oxidados del tiempo.
SUICIDIO IMPERFECTO
Es plástico
nuestro último órgano, lápiz
con que se dibuja
una ventana: salto mortal
de los amantes.
Todo cuanto se quiere
o se destruye ha de pasar
por cuévanos de aceite finito, materia
cancerígena de la luz:
ella, cualquiera,
poderosas hebras construyendo
el calor vertedero, puente
del sudor vencido
al sudor en tuberías sin nombre,
segundo piso
en el múltiple epitafio nuclear,
nuestro cuerpo de eco.
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