lunes, 15 de enero de 2018

"El trueque" (poema de Javier Cánaves)

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EL TRUEQUE

La verdad siempre tuvo un aire triste,
sobre todo después de limpiarse la cara.
Prefiero mirar por la ventana o centrar mi atención
en la curva perfecta de tu culo.
Dios bendiga los gimnasios de barrio, la fe en la perdurabilidad,
los domingos a partir de las ocho, después del Apocalipsis
y antes del telediario.

Quiero desmenuzar tu existencia
bajo la vigilancia imparcial del aire acondicionado. Quiero pensar
que recordaremos este momento con una precisión maniática
y no me refiero a tus palabras, sino a los detalles,
los detalles que después nos apuñalarán con su dulzura:
los libros apilados en la mesita de noche,
la lata de Kas Limón a medio beber, la persiana entreabierta
a una calle con muchos números para convertirse, al fin,
en la calle más triste y asesina del mundo,
una calle en la que zambullirse en pelotas,
con una copa de vino tinto en la mano,
después de haber brindado por todas las cosas rotas
que fuimos apilando a lo largo de nuestras vidas.
Pero esto es un primero y carecemos de vino,
debemos conformarnos con el Kas Limón
de los figurantes anónimos.

Te veo caminar desnuda por el pasillo.
Morirás siendo esclava, ciega y sin dientes, sola,
lejos de todo lo que un día amaste,
pero ahora mismo (y lo sabes ) eres una diosa,
la más grande entre todas las diosas que los hombres inventaron.
Tus pechos son lágrimas de cera viva.
Deja que queme mis labios en ellos, deja que me olvide de todo
por unos minutos, no, no prepares todavía la ensalada,
no me preguntes si estoy bien porque nunca he estado mejor,
necesito contártelo todo pero no puedo hablar,
sólo puedo abrir la boca para lamer tus pezones,
el vello de tu ombligo, para darte las gracias
con esta especie de quejido tonto,
como un perro salvado de la lluvia,
como un reo indultado en el último instante.

Ya te dije, cosas de poetas.
A veces se nos va la cabeza y andamos días, meses enteros,
sin nada sobre los hombros.
Decapitados que le aúllan a la luna,
a los letreros luminosos de las ciudades,
al culo de la primera que se arriesga a acogerlos en su cama
y les da de comer y de beber,
y les baila desnuda hasta que caen dormidos
o se tiran por la ventana.

La verdad es terrible, ¿lo sabías?
Al final la verdad es un juguete roto en manos de los pobres,
es esta música sonando en tu portátil mientras troceas el tomate
y mis ganas de arrancarme el corazón y entregártelo
sin condiciones ni plazos
y qué triste es la vida,
qué grande, ¿no la sientes?, ¿no escuchas sus pisadas,
el desplazamiento de tropas bajo la cama deshecha?
Mientras le añades pipas a la ensalada, y pasas, y cuadraditos de pavo
y no sé cuántas cosas más, yo me agacho y vigilo,
escruto el sideral abismo hecho de ausencias, sandalias
y cajas de cartón.

Todas las cosas rotas de mi vida, las que me empeciné en romper
y las que me llegaron así, ya rotas, sin posibilidad de ser devueltas.
Objetos hechos trizas, frases partidas y olvidadas en la guantera del coche
o en el cajón de los cubiertos.
El material de que está hecha mi ternura, la poca que logré salvar,
la que te entrego a cambio de tu cuerpo y tu alma
y unas hojas de lechuga
y un tomate.

El trueque me parece justo.
No debes preocuparte. Nadie
sabrá que nos vendimos por tan poco.

(Momentos estelares
Javier Cánaves.
Baile del Sol, 2013)

1 comentario:

  1. Un poema extraordinario, Javier.
    Ojalá te decidas a enviarnos alguno de tus libros para la revista El Camaleón Fatigado.
    Lanzamos el primer número en marzo. Consúltalo y si te apetece nos comunicamos para la reseña de abril.
    Un abrazo desde Buenos Aires, Argentina.

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