domingo, 15 de octubre de 2017

"Dinero": Benítez Reyes, Benítez Ariza, Alberto Tesán, Pablo García Casado y J.L. Piquero

DINERO
Tras una combinación difícil, bajo llave,
protegido por poleas de acero,
camuflado en unas siglas
o en el cajón secreto del avaro,
duerme en su soledad plenipotente
de dios convencional de todo esto:
de los teatros mercantiles,
de la bolsa enigmática y cambiante
como la luna, en su condición
de testaferro manoseado del oro.
Suma y resta del todo y de la nada,
multiplicador del poder y de la angustia, 
irrealidad portátil en su ruta estratégica,
hundiendo, rescatando, inflacionando,
dragón herido siempre por la espada
enmohecida de la incertidumbre,
en su cueva especulativa.
Mendigo arrogante de la capa bordada,
misterio desvelado en la exactitud de los porcentajes,
por activo y por pasivo,
abstracción callejera, metal de calderilla,
prestidigitador de operaciones en el aire
a escala mundial y, sin embargo, también de casi nada:
el niño que cuenta unas monedas
ante el kiosco, midiendo su poder 
de apropiación del mundo, calculando
lo que cuesta un deseo, la mercancía
del corazón, el ansia oscura. 
Las identidades,
Felipe Benítez Reyes.
Visor, 2012
Resultado de imagen de las identidades felipe benitez reyes

DEL DINERO

Como otros atributos de la supervivencia,
su llegada periódica a tu cuenta
corriente se confunde con el paso
del tiempo, le concede
a éste un valor preciso; de manera 
que, hecha abstracción de ciertas condiciones,
la cifra renovada
equivale a un número de días
y con ellos se agota (a veces antes);
aunque esto nada tenga
que ver, dicen algunos, con la felicidad; 
y no ya porque un mundo sin dinero
pudiera ser mejor, o porque sea
posible renunciar a ciertas servidumbres,
igual que renunciaste                                        
a la magia de ver cómo unas pocas                            
monedas te bastaban, no hace mucho,                          
para medir el pulso de la noche                              
en un bar donde hacían                                       
siempre la vista gorda con las cuentas
–algo así debió ser la juventud–,
rodeado de amigos indistintos, 
gregarios, todavía no sujetos
a esa incapacidad sobrevenida
de compartir, más tarde, los vulgares
destinos que nos aguardaban.

Poníamos nuestras dos o tres monedas
en común y sabíamos
que la suma de todas era lo que costaba
ser felices entonces, todos juntos.

José Manuel Benítez Ariza.
Malos pensamientos
Renacimiento, 1994)



DINERO

Dinero es la palabra y dinero el problema.
Y después del dinero, más dinero.
Escribir o llegar a fin de mes
con los zapatos rotos y las deudas saldadas.
Por no hablar de los planes de futuro:
la casita adosada con jardín y piscina,
vecinos y apariencias que guardar.
Después vienen los hijos con su chantaje fácil.
Y el maldito colegio, y los malditos libros.
Y tu mujer y sus amigas.
Tu mujer y esas zorras que la adulan,
esas viejas ninfómanas con medias compresivas
que no te quieren, que te miran mal.
Y hay que seguir las normas de la comunidad.
Y hay que seguir vendiendo para seguir viviendo.
Porque la rueda gira y todo tiene un precio.
Todo está en venta en este paraíso.
Así que tú trabaja duro y piensa
en la gran maravilla que te aguarda.
Muchacho, el mundo te sonríe .
Las grandes esperanzas están todas
puestas sobre ti.


(de Piedras en el agua,
Alberto Tesán
Pre-textos, 2003)



DINERO
No es un ambiguo sentimiento de angustia, es dinero.


(Dinero
Pablo García Casado.
DVD, 2007.
 Posteriormente recogido en Fuera de campo: poesía reunida, Visor, 2013)



DINERO

Lo tuve.
Y la llave del cofre del tesoro, toda de plástico,
leal como un amor adolescente,
con su leve chasquido de sexo maquinista.
Oh, cajeros, banquetes
del siglo XXI, que no sacian,
y la hermosura de las Matemáticas.
Entonces no le hacía mucho caso.
Era tan mío como mi nariz
o mi mano derecha.
El dinero no es sucio. ¿Acaso tu mascota o tu bebé son sucios?
¡Y hacía cosas, cosas!
Prodigios cotidianos: un mago de bolsillo.
Y su música enérgica, contante,
era la melodía de un mundo hermoso y lógico.

Ya no lo tengo.
A veces noto el hueco como una amputación de lo mejor de mí.
Y es curioso haber sido tan propicio
y ya no serlo. El nombre de su ausencia
es Intemperie.
Ahora sé lo que era
el dinero: un yo perfeccionado.
Y otra cosa: un espejo en el que se miraban los demás
y era a mí a quien miraban, conmovido
de aprobación, ligero de aflicciones.
Y el mundo proseguía,
como las cosas llenas, como lo que rebosa,
mientras yo abría puertas e iba alegremente a todas partes
cantando: cuánto, cuánto, no hay problema...

(Tienes que irte,
José Luis Piquero,
Ediciones de la Isla de Siltolá, 
2017)

2 comentarios:

  1. Mi preferido es el de Benitez Ariza porque entronca bastante con mi experiencia de la juventud.

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  2. Magnífico. Te usaré, arrebatos��

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