When the soldiers are singing
Toda vida es un proceso de demolición.
Francis Scott Fitzgerald
Imagino a mi mujer imaginándose
con otro sin esta tripa temeraria,
que ya no espanto ni disparando
una salva de verduras de advertencia
al principio de cada comida.
No sé.
Quizás él no empiece tantos libros
ni sea un fiera en los chistes malos,
pero sé que una mujer necesita
modelos de gama alta que enciendan
sus más bajas pasiones terrenales.
La política de contención ha fracasado:
el enemigo avanza camuflado en la rutina.
Y pongo el despertador una hora antes
para ver si hay huevos de correr un rato.
Pero me quedo mirando fotos viejas
con los ojos llorosos
y los michelines acojonados.
Y empiezo una paja en silencio
con más pena que ganas y cayendo
en derivas metafísicas: supongo
que existe un yo distinto en otra
dimensión sin extra de queso,
que se levanta temprano sin problemas
a ejercitar sus músculos de acero.
Pero, quién sabe: tal vez lo haga
porque necesita remarcarse
los abdominales por algo parecido
a lo que a ti te atenaza ahora.
Al fin y al cabo, la mujer de tus sueños
nunca estará contenta en tus pesadillas.
Déjate de cuentos, Víctor, y asume
en qué te has convertido aquí y ahora:
una caricatura de ti mismo
condenada a un aterrizaje
de emergencia o un declive progresivo.
Pero también, no lo olvides, sigues siendo
un soldado que sabe jugar sucio
y conoce el campo de batalla.
¿Eres o no un veterano dispuesto
a dejarse matar por su única patria?
Varón que arrastra sus setenta
y seis kilos de peso y diecisiete
centímetros kamikazes desplegados
a tiempo de acabar con esta guerra
en un redentor polvo mañanero.
Sal ahí, muchacho. Demuestra
de qué madera estás hecho.
Diario de un puretas recién casado,
Ediciones Liliputienses, 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario