sábado, 2 de julio de 2016

La espera (un poema de "Aire de familia", de Juan Ramón Santos)


Sin flamas ni sofocos
se marcha el mes de julio
y entretenemos mientras nuestros días
en menudas tareas estivales
que disfrazan el paso de las horas
y amainan la inquietud, que tanto apremia,
y pasamos las noches al sereno,
cada uno en su balcón,
agotando este tiempo que se acaba
para cederle el paso
a otro tiempo que aún es pura incógnita.
Suspendidos los dos sobre el vacío,
sentados frente a frente,
con enorme torpeza,
disimulamos:
tú, tumbada en tu hamaca,
escuchando esos discos
que jamás has tenido
tiempo antes de escuchar,
uno detrás de otro, sin descanso,
como si se acercase el fin del mundo,
silenciando debajo de los cascos
un razonable y nunca confesado
temor a dar a luz;
yo, acostado en mi hamaca
junto a un montón de libros,
no tanto para leerlos
como para apoyarme
si me asaltan las dudas, los temores,
o flaquean las ganas de ser padre,
pero ambos mantenemos
quietos las composturas
y sólo algunas veces,
como si el malestar
fuera tan solo físico
exclamamos,
«Qué incómoda es la hamaca»,
y nos enderezamos
sobre la lona ardiente
para otear por entre los barrotes
lo que está haciendo el otro,
y entonces las miradas
se cruzan como por casualidad
a ocho o nueve metros sobre el suelo
y sonreímos cómplices,
pues lo sabemos todo
y no decimos nada,
y así vamos dejando
que el tiempo se diluya
al inaudible ritmo
de acalladas canciones
mientras vemos pasar,
a toda prisa,
las páginas, las horas,
los discos y los días.

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