Uno, por deformación profesional (o por gilipollez congénita o adquirida, vayan ustedes a saber) hacía tiempo que no leía un libro de poesía como hice con Anestesia, de Inaxio Goldaracena: es decir, sin ideas previas, sin subrayar pasajes ni apuntando ideas más o menos estúpidas al respecto. Lo hice en una noche de insomnio y de un tirón (aunque no de golpe: tuve que volver o decidí releer varios varios poemas bastantes veces). Me acosté con la sensación de haber leído un libro sólido, sin fisuras, que funcionaba a la perfección y sobre el que tendría que volver con menos sueño y más calma.
Lo he hecho después, varias veces, sin que cambie mi opinión general al respecto, aunque, ahora sí, variando mi comportamiento particular: es decir, subrayando muchos versos, arrugando alguna página, apuntando varias cosas. Entre ellas, algunas de las que leerán a continuación.
Sin embargo, poco podría (o, más bien, debería) añadir yo sobre un libro del que ya han escrito Isabel Bono (en su magnífico prólogo) o Álvaro Valverde y Carlos Alcorta (en sus siempre atinadas reseñas). Por lo que será más justo, útil y fácil citarles. Así, la primera nos desvela alguna de las posibles referencias del libro:
Me acuerdo de Trakl y de su Sumisión a la noche, de su Canción de las horas. Inaxio Goldaracena también canta temores nocturnos aunque sobre la mesa haya frutas amarillas.(...) Me acuerdo de Maléfica, ofreciendo anestesia en forma de deliciosa fruta. Me acuerdo de Thoreau buscando arbustos, convencido de que hay manzanas que saben mejor fuera de casa.Por su parte, Carlos Alcorta en su reseña se centra en la importancia del insomnio como marco, tema y motor de un libro que, sin duda, pasa el corte de su siempre exigente blog:
El insomnio crea un mundo paralelo, parecido al del sonámbulo, un mundo al que ni los somníferos pueden ponerle coto, acaso un mundo que guarde alguna similitud con la amnesia, porque, como escribe en el poema que lleva por título esa misma palabras, «Amnesia»: «El silencio/ oculta un dolor más profundo./ El vacío sujeta las piernas». La noche se convierte así en un lugar propicio para la introspección y el autoanálisis, aunque ese estado al que aludíamos acaso no sea el más adecuado para realizar un examen de conciencia. El poema que da titulo al libro, «Anestesia», lo deja suficientemente explícito: «…en la habitación,/ rodeado de nadie,/ esperando el comienzo/ de cualquier programa/ para pulsar off/ en el botón de pensar». El fraseo elíptico, la realidad construida a base de fragmentos, la identidad a punto de disolverse en un vaco sin forma, el periscopio del tiempo saliendo a la superficie para observar como la realidad se descomponeÁlvaro Valverde destaca que, pese a tratar temas manidos (la noche, el insomnio, etc) logre sonarle fresco incluso a un autor (y lector) diurno como él. Además, coloca una etiqueta a Inaxio que nos deja una excusa (innecesaria) para releerle o estar atentos a sus próximos libros.
Habla Trapiello en Seré duda de ciertas tipologías de poetas que de natural son de una manera y lo que escriben se empeña en demostrar todo lo contrario. Así, "meláncolicos alegres","melancólicos que no pueden vencer su contumaz tristeza", "alegres tristes" y "alegres irreductibles". Pues bien, a uno, que no conoce de nada a Goldaracena, le da que es de los que pertenecen al segundo grupo. O como mucho al tercero. Al menos eso se deduce de la serena tristeza que destilan sus versos, lo que en nada desmerece, al contrario, su salida a escena.En lo que respecta a mí, que no tengo, por el momento, tanta alergia por la nocturnidad (y ni siquiera por la alevosía) no hube de vencer esas reticencias para entregarme a un libro y a unos poemas que merecen el desvelo. Pueden comprobarlo (si es que no lo han leído que, por cierto, deberían) en alguno de los que añado a continuación:
TRANSPARENCIAS
Tus vecinos ya no te saludan.
Eres, para ellos, invisible.
Evitan tropezar sus cuerpos,
custodiar tus llaves,
desearte los buenos días.
Incluso las facturas
han dejado de escribirte.
Todos profanan tu radiografía,
todos ocupan
el vano que tu ser arrastra,
que tira de tus huesos
hasta el desagüe.
CARRETERA
Eres
de los que observan ambos lados
al cruzar un paso de cebra:
mitad cautela, mitad paranoia.
De los que conducen tranquilo
y encienden los intermitentes.
De los que esperan
a que el semáforo madure
para manejar su destino.
No tienes prisa.
El futuro llegará
tarde o temprano;
hasta entonces
circulas por fuera
en las rotondas,
tomas siempre autopistas
además de dejarte adelantar
cuando coagula en ti
la niebla.
AMNESIA
9 de noviembre de 1938
Doce y cuarto de la noche.
En el cielo un tapiz de tristeza.
Bajo el manto de nubes
la ciudad recorre sus calles.
Camina sin rumbo
arrastrando el paso.
Desconoce las heridas
que su propia armadura
va marcando en cada cruce.
El silencio
oculta un dolor más profundo.
El vacío sujeta las piernas.
Sobre una alcantarilla
dos basureros
se fuman un canuto;
cuando concluyen
vuelven al trabajo.
Toman el cepillo
y lustran la Historia.
Salvan, como reliquia,
una hilera de cristales rotos
para que nadie resbale mañana.
ALTA FIDELIDAD
Toda la noche escuchando la radio,
dejando que otros hablen por ti.
Toda la noche en alerta,
permitiendo que trivialicen
sobre las neurosis enraizadas
en la estructura de las urbes.
Horas y horas modulando el dolor,
aumentando la frecuencia
en la ingesta de pastillas.
Toda la noche
dejando que sean otros
quienes digan lo que piensan,
sin hallar sintonía,
escuchando la emisora
de tu propia noche.
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