martes, 1 de septiembre de 2015

SOBRE LA CORRUPCIÓN (O NO) DE LOS CERTÁMENES DE POESÍA: MI EXPERIENCIA COMO JURADO EN EL I PREMIO DE POESÍA JOVEN ANTONIO COLINAS (Ediciones de la Isla de Siltolá)

Sin duda, entre mis principales defectos, variados y, en algunos casos, me van a permitir la inmodestia, de una talla poco común, debería resaltar mi desmesurada capacidad de procrastrinación o, si se prefiere, mi incapacidad para sacar tiempo de hacer las cosas cuando resulta aconsejable, oportuno o, al menos, medianamente pertinente.
Por eso, aunque el I Premio de Poesía Joven Antonio Colinas se falló el pasado 16 de mayo de 2015, no es hasta este momento cuando me dispongo a desvelar la exclusiva de cómo se produjo el mismo desde mi privilegiada posición de testigo directo, ya que formé parte del jurado.

Si hago esto es porque, como lector de poesía, cliente habitual de esos antros de perdición llamados librerías-café y usuario de las redes sociales (posiblemente, otros de mis estigmas más evidentes y, seguramente, relacionados con la mencionada procrastrinación), uno lleva escuchando y leyendo mucho tiempo quejas relativas a la mafia imperante en los certámenes poéticos: que si la larga mano de Visor, que si ahora te premio yo y, cuando te corresponda, ya sabes lo que te toca, que si el Ciudad de Burgos… En fin, supongo que cada uno tendrá su escándalo evidente o sospechoso preferido.

Por eso, siempre he creído que la obligación de todos los que, sea por nuestra condición de honrados o por nuestra condición de humildes, queremos un mundo (literario) más justo, es denunciar cuando seamos testigos de tejemanejes, complots, conspiraciones o chanchullos. Posiblemente aún así no consigamos evitarlos pero es la única forma medianamente digna de dejar de ser cómplices directos o indirectos y, por lo tanto, morir medianamente bien cuando el calor y la programación televisiva lo permiten.

Dicho lo cual, lamento comunicarles que en mi única experiencia como jurado no se han cumplido las expectativas y solo puedo decir que el fallo del I Premio de Poesía Joven Antonio Colinas no ha podido ser más justo. Eso sí, considero que igual que resulta necesario denunciar la falta de ética, conviene pregonar la garantía de un juicio ecuánime. Por eso, les resumo brevemente el desarrollo de la deliberación para que puedan juzgar ustedes:

Según la editorial, y de esto no puedo dar fe pero tampoco tengo por qué dudar,
A la primera edición del Premio de Poesía Joven Antonio Colinas se han presentado 213 obras. De ellas 7 no cumplían algunas de las bases. 206 obras recibidas en plazo y forma. Tras la preselección resultaron finalistas 14 poemarios. Uno de ellos fue retirado por haber sido merecedor de otro certamen. Por tanto los 13 poemarios preseleccionados inicialmente fueron:
•        Mar negro
•        El sol sobre la nieve
•        Contrafacta
•        Destejer
•    Rinoceronte García desayuna solo en el Burger King una lluviosa mañana de diciembre
•        Por hablar contigo
•        El decapitado de Ashton
•        Permiso de residencia
•        El café de por las tardes
•        Levadura
•        El asa rota
•        Este es el momento exacto en que el tiempo empieza a correr
•        Hoy no estaré junto a vosotros

Yo, como miembro del jurado, recibí en sobres cerrados un ejemplar de cada uno de estos libros firmados con seudónimo y sin ninguna marca que permitiera identificar al autor. Cabe suponer que es lo que sucedió con el resto de los miembros.
De entre estos finalistas, se nos indicó que debíamos votar a tres, sin recibir ningún tipo de sugerencia, presión, precisión o simple comentario, y remitírselos a Javier Sánchez Menéndez, dueño de la editorial, quien nos facilitó después la hoja con las votaciones en las que aparecíamos identificados cada uno de los miembros del jurado con un número (“Jurado número 1”, “Jurado número 2”, etcéterea). En ella pude comprobar que los votos de mi número se correspondían con los libros que había elegido y, aunque no sé si se tomaron la molestia de hacerlo, sí sé que el resto de miembros podrían haber señalado las discordancias en el caso de hacerse producido. De esta criba resultaron tres libros finalistas. Curiosamente, los tres votados por mí, aunque la votación estuvo bastante ajustada.
Se nos citó a las 13 horas del día 15 de mayo y, hasta que no comenzó el acto de entrega de premios, no supe quién era ninguno de los miembros, que resultaron ser los siguientes: Antonio Colinas, Raquel Lanseros, Antonio Luis Ginés, José María Jurado, Tomás Rodríguez Reyes, Diego Vaya, Jaime Sánchez Martín y Javier Sánchez Menéndez. Además de, por supuesto, Víctor Peña Dacosta, servidor de ustedes.

Sin tener la más mínima opción de deliberar, comentar o hacernos ninguna seña, ya que nos encontrábamos en mitad de un acto público en la Feria del Libro de Sevilla, nos sentamos en una mesa y, allí, a plena luz del día y en presencia de testigos, hubimos de escribir en un papel el nombre del libro finalista que considerábamos merecedor del premio. 

Posteriormente, Javier Sánchez Menéndez procedió a sacar cada uno de los papeles y, mientras los enseñaba el público asistente, a contarlos en voz alta, hasta finalizar el recuento, que declaró vencedor por clarísima mayoría a Este es el momento exacto en que el tiempo empieza a correr, cuya plica, abierta en directo en ese mismo instante, desveló que su autoría correspondía a una tal de Ana Llurba. A la que, por cierto, aprovecho para felicitar desde aquí.
Finalmente, y solo entonces, llegó el momento de ir a comer, conocernos y comentar el desarrollo del certamen, entre otras muchas cuestiones.

Cuento esto ahora porque, repito, considero mi obligación y la de todos los que tengan la oportunidad de intervenir o asistir a lides semejantes, denunciar cualquier atisbo de corrupción. Pero también, insisto, señalar con la misma claridad los procedimientos limpios, como ha sido el caso (y ya me gustaría a mí que hubiera sucedido todo lo contrario y las visitas de este blog se dispararan con autores indignados…)
Por eso, he de decir que, si se desarrollan de la misma forma, podrá haber certámenes igual pero nunca más limpios que estos dos que organiza la misma editorial:

I Premio de Poesía Nicanor Parra (5 de septiembre)

Supongo que habrá quien pueda decir lo mismo de, espero, muchísimos otros premios de poesía. En ese caso, le agradecería que lo señalara en los comentarios o publicara una entrada parecida, que es un coñazo imprimir, grapar, comprar sobres y sellos para participar en concursos con los que a veces te queda una mínima sospecha con la que disculpar la derrota.
En el caso de que no sea así, espero que algún miembro del jurado, revele la engañifa.
En lo que a mí respecta, tengan por seguro que, si vuelvo a ser seleccionado como jurado en este o cualquier otro premio, les contaré cómo se han desarrollado. Espero, eso sí, que con menor retraso esta vez. Pero en esto último no confíen demasiado.



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