martes, 3 de febrero de 2015

José Luis Piquero y 50 poemas: Seguro azar.



Uno nunca ha sido muy aficionado a ir presumiendo por ahí, principalmente porque sabe no tener motivos para hacerlo y también porque siempre ha tenido el miedo atávico, que no ilógico, a que su interlocutor (o algún oyente con conocimiento de causa que pase por ahí) aproveche la ocasión para desenmascararle gritando a su cara y a los oídos de la multitud que contemple anonada el escándalo: "¡mientes! ¡Estafador! ¡Engañabobos! ¡Tú nunca has sido y nunca serás nada más que un imbécil con suerte!".

Sin embargo, sé, y perdonen la inmodestia, que puedo presumir de haber publicado mi libro en una editorial como Ediciones de la Isla de Siltolá y, por tanto, de compartir espacio con autores a los que respeto y admiro como Álvaro Valverde, José María Cumbreño, Álex Chico, Enrique Villagrasa, Diego Vaya o Santos Domínguez. Y esa suerte a este imbécil ya no se la va a quitar nadie.

Por ejemplo, entre los mejores libros publicados en el pasado 2014 está sin duda uno de La Isla, 50 poemas de José Luis Piquero. Un poemario del que queda poco que decir ya que, unido al nombre del autor, su título se revela tan preciso que se comenta sólo: y es que Piquero, que a sus casi cincuenta tacos (magníficamente llevados, eso sí) "sólo" ha publicado cuatro libros de poesía, se caracteriza por una búsqueda (y encuentro) de la excelencia casi infalible, hasta el punto de que todo aquel que conozca su obra reconocerá, primero, lo bien que está la selección y, después, pensará en la cantidad de poemas que él habría escogido y han tenido que quedarse fuera. Digamos, pues, como haría el viejo verde de Ansón ante el desfile de Miss España, que son todos los que están aunque no estén todos los que son.

Recuerdo que cuando Andrés Calamaro publicó El Salmón, Diego A. Manrique señaló que la prueba de su calidad como músico era que, si uno ponía al albur cualquiera de las 103 canciones, tenía mucha opciones de encontrar, como mínimo algo interesante. Probablemente Manrique mentía o, al menos, exageraba pero esto sí que se cumple y en un grado mucho más extremo en el caso del libro que nos ocupa, con el que uno tiene la seguridad de que lo abra por donde lo abra, va a encontrar un poema soberbio, que le volará la cabeza (como dicen los anglos y los putos hipsters) o le reventará la tarde (como sabemos los aficionados a la poesía que no queremos quedarnos bloqueados por la ansiedad de la influencia, que diría aquel).

Como prueba, voy a hacer un ejercicio de azar: de vez en cuando iré subiendo al blog algún poema de la antología piqueriana, el primero que aparezca tras girar la ruleta de sus páginas y con la certidumbre de haber acertado e ir a complacer a los pocos (pero guapísimos) lectores de este su blog. Comencemos:
Rimbaud
Yo no quiero ser yo. La vida entera
la gasté en reinventarme, como un fénix doméstico.
Me fui sobreviviendo como pude.
Yo no sé quién soy yo. Tal vez la máscara
debajo de la cara. La pregunta.
Yo no pude ser yo. Y el minucioso
trabajo de vivir sin heroísmo se quedó para otros.
La verdad es la triste descripción del secreto.
No quise ser verdad. Quiero ser Nadie.


Pues bien, este enorme poeta será quien presente este viernes a las 19:30 en la librería Un gato en bicicleta de Sevilla mi libro La huida hacia delante, por lo que pueden aprovechar la ocasión, comprar su libro y pedirle que se lo firme. Eso sí, no se lo lean justo antes o después del mío, háganme (y háganse) el favor.

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