(CARTA ABIERTA A UN EX-ALUMNO DE
COLEGIO CONCERTADO, BIEN FORMADO Y CONVENCIDO DE LA CONVENIENCIA DE QUE EXISTA
ESTE TIPO DE EDUCACIÓN)
Miguel,
personalmente, no tengo nada en contra de la educación en valores cristianos:
yo también he sido educado en ellos y no me considero, en general, mal educado
ni maleducado y, quizás por ello, creo en la solidaridad. Tampoco tengo nada en
contra de la educación en valores socialdemócratas, he sido también educado en
ellos e, insisto, creo que no me ha ido mal. Quizás también gracias a ellos
creo en la necesidad de justicia social.
Sin embargo,
no vería bien que se adoctrine a los niños y adolescentes en valores
socialdemócratas con dinero público. Yo puedo estar absolutamente convencido de
que jamás en mi vida voy a votar al Partido Popular, pero esas son mis ideas, producto
de mi formación y de mi evolución. Sin embargo, veo mal que se eduque a los
niños y adolescentes con la idea de que votar al Partido Popular es erróneo: eso
es mi opinión, no un dogma: y que sea una opinión de mucha gente, incluso
aunque llegara a ser mayoritaria, no lo convertiría en un dogma. Y que a mí me
haya ido bien, no significa que sea justo, ni conveniente, ni oportuno, que se
eduque a los niños y adolescentes cantando cada mañana La Internacional,
leyendo algún fragmento de El Manifiesto Comunista o haciendo murales a favor
de los trabajadores y contra la burguesía y el proletariado.
A lo largo de
la historia ha habido asociaciones con la línea educativa socialdemócrata a la
que los padres decidían libremente si llevaban a sus hijos o no. Por ejemplo,
el krausismo, que acabó deparando la Residencia de Estudiantes. Si,
actualmente, alguien cree que crear ese centro le va a ser rentable, contrata
exclusivamente a profesores que tengan esa ideología y les despide cuando dejan
de tenerla o de fingir que la tienen, pues bien, es su negocio. Pero que no
venga pidiendo subvenciones, que bastante falta hacen en la Educación Pública.
Y si alguien quiere llevar a sus hijos a esos centros, pues bien también, allá
ellos, que los elijan y se los paguen. Pero sin desgravar, que es su elección.
¿Por qué no
pasa lo mismo con los Centros Concertados Católicos? ¿Por qué pueden contratar a
quién quieran bajo las normas que quieran (he visto convocatorias en las que
pedían “lazo de consanguineidad con algún miembro del profesorado o el equipo
directivo”) y lo tiene que pagar un Estado que se denomina aconfesional?
Tampoco tengo
nada contra el Islam. No he sido educado en él y, por tanto, no creo que me
haya influido ni positiva ni negativamente. Sin embargo, conozco a gente
educada en esa religión que son educados, respetuosos, trabajadores y
solidarios. Incluso, que creen en la justicia social. Bien, pongámonos en la
tesitura de que, ante el gran número de inmigrantes que tenemos, se creen
colegios islámicos. Colegios que, por supuesto, solo contratarán para dar clase
a profesores que juren sobre el Corán, en los que se rece cada mañana mirando a
la Meca y donde realicen actividades relacionadas con su fe o Su Fe (allá cada
uno). ¿Veríamos bien que se financiaran esas contrataciones (y despidos)
basados en su religión? ¿Aceptaríamos que parte de nuestros impuestos fueran
destinados a esas actividades y esos centros?
En cuanto a lo
de que “realizan un servicio a la comunidad”, Miguel, está claro. Educan, que
no es poco. Sin embargo, me gustaría saber cuántos centros concertados se han
abierto como Escuelas Rurales en pequeñas poblaciones, cuántos en barrios
conflictivos… Alguno hay, claro. Pero su número debería hacer que nos planteemos si la labor social es su prioridad.
Por otra
parte, todos estamos de acuerdo en que aprobar (o, incluso, sacar un 10) en una
oposición no garantiza que se sea un buen profesor. Claro que no. Es un modelo
muy imperfecto, pero es el único que hay. Como en tantas otras cosas, se
debería alcanzar un gran consenso para crear un modelo mejor y que se premie a
los buenos profesores y se descarte a los incapacitados para el puesto. Ojalá
llegue lo antes posible ese consenso, por cierto.
Sin embargo,
no creo que nadie pueda defender que, por ejemplo, *Respetar el Carácter Propio y la oferta educativa del Centro que se le
dará a conocer antes de ser contratado o *Colaborar activamente en la acción
educativa-pastoral del Centro, sean sistemas de calificación más válidos sobre
la valía de un profesor… Y, repito, he visto convocatorias en las que aparecía como
requisito “tener una relación de consanguineidad” con un profesor o miembro del
equipo directivo del centro. Como mínimo, me parecen criterios más arbitrarios
que una oposición. Como mínimo, me parece polémico que el Estado financie centros
con esa forma de contratar.
Insisto, el
sistema de oposiciones es francamente mejorable, pero es el único fijado por el
Estado para decidir quién se merece trabajar para Él y quién no. También el
actual sistema de elecciones es muy debatible, pero, por ahora, es el único que
hay. Lo que sucede cuando se tiene a profesores con la oposición aprobada pero
sin plaza en el paro y a otros que no han aprobado ningún examen de oposición
trabajando y cobrando de la misma partida presupuestaria es, en mi opinión, tan
ridículo como si decidiéramos darle el gobierno a los partidos menos votados o,
mejor aún, a alguien que ni se haya presentado a las elecciones amparados en
que, claro, como tenemos un sistema de elecciones “injusto”, “inapropiado” o “desfasado”…
Para mí, ser coherente implica que no
puede haber un solo profesor trabajando en un concertado (cobrando del Estado
sin haber cumplido sus reglas) mientas haya un solo profesor con oposiciones
aprobadas (aunque sea sin plaza) en paro.
En cuanto a tu
experiencia personal, Miguel. Por supuesto que hay profesores ineptos,
incompetentes, bordes y, sencillamente, inútiles en la Educación Pública. Sin
embargo, no creo que haya un porcentaje peor con respecto a la Educación
Concertada y, si lo hay, es solo por casualidad o porque alguno que haya
aprobado la oposición se ha ido relajando hasta niveles indignantes, pero nunca
porque el sistema de elección sea mejor. De hecho, los profesores de la
concertada se dividían en dos tipos: los enchufados que podían entrar directamente
ahorrándose estudiar oposiciones y pegarse kilometradas y aquellos que no
habían conseguido aprobar una oposición pública. Eso ha dejado de ser así, dado
que ha dejado de haber oposiciones y todos tendremos que buscarnos la vida
donde podamos, incluso formando parte de una consabida injusticia. Por cierto,
mientras no hay oposiciones, seguimos pagando a gente en concertados y a
profesores de Religión que no tienen por qué pasar por ese enojoso trámite.
Aunque puede
ser que tu mala experiencia en un centro público se debiera a la coincidencia
con malos profesores, es posible que también influyeran algunos obstáculos propios
de la Educación Pública, como la excesiva ratio de alumnos, la carestía de
medios y, sí, la integración de alumnos con problemas educativos especiales e
inmigrantes. No sé si en tu Centro Concertado, en concreto, teníais muchos
inmigrantes o alumnos sordos, autistas, hiperactivos o de familias claramente
desestructuradas y desfavorecidas, pero te puedo decir que no es, ni muchísimo
menos, lo habitual. Y, sí, es más difícil dar clase así, pero es un reto que en
los Centros Públicos aceptamos y que aceptaríamos con mayor gusto de tener medios
apropiados (en vista a la expuesto, ¿se te ocurre un sitio de dónde sacar el
dinero?)
En definitiva,
los centros concertados suponen una injusticia. Por eso, aunque tu experiencia personal
sea un claro ejemplo de cómo alguien puede llegar a ser una persona educada,
culta, bien formada, que tiene asumidos valores como el respeto o el esfuerzo
para alcanzar sus fines, eso no me parece determinante. Yo estuve de viaje en
Cuba y me lo pasé de puta madre, y viví un año en Marruecos y estuve más que
bien. Eso no los convierte en países con formas de gobierno justas ni
convenientes.