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jueves, 26 de julio de 2012
La prosa ¿anfetamínica? de Ferlosio
Después del éxito apabullante de El
Jarama no publicaría ningún libro durante tres décadas. Unos dicen queFerlosio dejó
de escribir novela por aburrimiento, otros porque le parecía poca cosa
(tonterías sin valor ni importancia) y otros porque descreía de la ficción.
Según Gil de Biedma, lo hizo simplemente por joder, algo muy típico del
español. En una magnífica semblanza, Delibes sentencia: “Ferlosio
será siempre Ferlosio, es decir, un hombre que haga lo que haga —vivir o
escribir— lo hará siempre a su aire, desdeñando la rutina y las convenciones
sociales. […] Ferlosio es honesto consigo mismo; esto es, su determinación [de
no escribir más novela] —definitiva o no, equivocada o no— no es el fruto de
una pose, sino consecuencia lógica de su carácter”.
lunes, 23 de julio de 2012
Poema abierto a Alberto Ruiz-Gallardón
Ojalá no tuviera la sospecha
de que nos parecemos demasiado
y que compadecerte es un pretexto.(1)
Porque, si lo pienso, recuerdo
que yo también fui siempre el más rojo
entre los fachas y el más facha entre los rojos,
disfrazando de inocente rebeldía inofensiva
las ganas desesperadas de agradar por igual a todos.
También supe resultar gracioso si convenía,
y a veces pude fingirme incluso ingenioso:
con cuatro frases aprendidas se hacen maravillas
(siempre que no despiertes demasiadas expectativas).
Eso lo sabes tú tan bien como yo.
Opté también por hacerme la víctima ante quien parecía más
malo
y era simplemente más sincero. Y fui guardando el odio
para soltarlo cuando la vida me otorgara las herramientas
acordes a un poder inmerecido y desorbitado.
En el fondo quizás yo también sea un hijodeputa machista
y tú simplemente has llegado más alto.
Seguramente ninguno merezcamos seguir viviendo.
Pero es a Dios a quien le corresponde juzgarnos
y, por suerte, no a nosotros, mi querido Alberto.
(1) Estos tres primeros versos pertenecen al poema Cazador de autógrafos,
de José Luis Piquero
viernes, 20 de julio de 2012
miércoles, 18 de julio de 2012
Los tontos y los malos
Esta misma semana, Elena
Valenciano, número 2 del PSOE, ha declarado, sin el menor atisbo de vergüenza, que
su partido no tiene “ninguna responsabilidad” en la crisis económica que
atenaza a España. Quizás nos falte a todos, al menos a mí, la distancia
suficiente para juzgar objetivamente la labor del ejecutivo de Rodríguez Zapatero
en sus ocho años “en el poder” (entiéndase el entrecomillado sobre todo para la
segunda legislatura) pero, por el momento, el vaticinio que hizo hace unos
meses el crítico de cine Carlos Boyero durante el traspaso de poderes del
pasado Noviembre parece indiscutible: “se van los tontos y viene los malos”. Y
es que al anterior “gobierno socialista” (vid supra) se le debe acusar, como mínimo,
de una clara incompetencia que lastró incluso las pocas cosas muy buenas que supo llevar a cabo, por ejemplo: la Ley de Dependencia, la ayuda a la
emancipación, el matrimonio homosexual y el logro de una Radio Televisión
Española objetiva y de calidad. Cuatro puntos que, como habrán notado, el
Ejecutivo de Mariano Rajoy tiene respectivamente bloqueados, suprimidos, recurridos
y en proceso de “depuración ideológica”.
Carezco
de los conocimientos socio-políticos y la perspectiva histórica necesaria para
sentenciar que estos cuatro puntos fueran los únicos importantes que Zapatero
supo llevar a cabo entre un buen número de despropósitos económicos, pero sí me
parece muy representativo que hayan sido de los primeros en caer bajo el
rodillo “popular” (en estos momentos, entiéndase más que nunca el
entrecomillado). Asumo que tres de ellos se justifican indirectamente, por
las medidas de ahorro que, dicen, estamos abocados a adoptar. Pero intentar
ahorrar en esos tres puntos y no en otros (Iglesia, Casa Real, grandes
fortunas, clubes de fútbol…) así como en Educación y Sanidad, tiene un
componente ideológico tan innegable como la purga de los medios públicos.
Además, tanto estos puntos como la subida del IVA, la bajada del sueldo a los
funcionarios, la congelación de las pensiones o la reforma laboral son medidas
que, sin duda, van a perjudicar directamente a una amplia mayoría de
ciudadanos.
Alguno
tal vez piensa que pretendo defender a
Zapatero en comparación con Rajoy. Por supuesto que no: en mi opinión, solo un pariente
cercano, un afiliado al PSOE o un desinformado puede intentar
defender la gestión de Zapatero. Eso sí, también creo que hay muy poca gente que
pueda perder una comparación con Rajoy. En cualquier caso, lo repito: hasta un
desinformado como yo sabe que si estamos en esta situación es en gran parte por
responsabilidad directa del anterior gobierno. Más que por los recortes de Mayo
de 2010, por la manía de repartir dinero de forma desproporcionada e injusta
los años anteriores: recuérdese el cheque bebé para TODOS los que tuvieran un
hijo, sin importar si ganaban varios miles o millones de euros, o la promesa en
pleno debate electoral de dar 400 euros a cada español si ganaba las elecciones
para movilizar el voto indeciso (algo que, tal vez por mi escasa memoria
política, me parece de lo más sucio que he visto en democracia). Es decir, al
menos en apariencia (y si conseguimos olvidar el método rastrero para ganar) el
intento de mejorar las cosas fue lo que acabó por empeorarlas.
¿Quiero decir con esto que al PP
no le importan los ciudadanos? En absoluto. Yo soy bien pensado por naturaleza,
y doy por hecho que el Gobierno está igual de interesado que nosotros en salir
de la crisis. También, he creído siempre que Mariano Rajoy debe tener una firme
convicción política, que le ha llevado a aguantar un largo periplo en la oposición
y, supongo, a tragar sapos y culebras en las cloacas típicas de la política a
gran escala, teniendo la posibilidad de llevar un trabajo mucho más cómodo e
incluso mejor pagado como registrador de la propiedad. Eso sí, la forma en que
la ideología neo-liberal pretende ayudar a la mayoría es de forma indirecta:
conseguir que cada uno luche por mejorar su situación económica producirá
riqueza y, así, como quien no quiere la cosa, el país tendrá más dinero para los ciudadanos.
Véase el caso de la amnistía fiscal, el Eurovegas o la libertad de horario para
los comercios: que cada palo aguante su vela y a ver si hay
suerte y, aunque sea remando cada uno para su lado, hay suerte y salimos de
esta.
Por supuesto que todo esto es una simplicidad
pero, dado que la política es en gran parte un juego de apariencias, volvamos
al juego de las caricaturas: Zapatero, al menos a mí, siempre me causó la
impresión de ser un entrañable pero torpe bonachón que, por una serie de
errores, había acabado en un puesto que no le correspondía. Una especie de
Homer Simpson sin gracia al mando de una central nuclear de verdad. Por su
parte, el PP desde que está en el gobierno parece un tío de resaca jugando a
los SIMS: claro que quiere ganar el juego, pero si se le mueren unos cuantos
muñequitos por el camino, tampoco es una tragedia.
Ustedes saben también como yo que
estas dos imágenes son absolutamente falsas: no olvidemos que pese a su aspecto
de despistado bonachón, Zapatero ha sido el presidente del PSOE con mayor
control sobre el aparato del partido, que prefirió confiar en su guardia
pretoriana, aunque fuera en puestos alejados de su formación (Pajín, Trini,
Elena Salgado), o aunque no tuvieran formación (Pepiño Blanco) y que, en cambio,
cada ministro que sobresalía un poco acababa al instante en la calle (Caldera,
Solbes…). No olvidemos tampoco que el aparentemente responsable registrador de
la propiedad con voluntad de ayudar a su país no es capaz de sacrificar un solo
partido de fútbol por un rescate económico, que se niega a dar explicaciones a
los medios y que incluso recientemente ha adoptado un tono chulesco e
irrespetuoso (véanse réplicas a Rubalcaba y Rosa Díez) que, si no llama la atención es por verse coreado por aplausos, vítores y tacos de una bancada que parecen matones celebrando que son más y
pueden abusar del resto.
Porque Zapatero, por encima de sus innegables defectos, sí supo mantener las apariencias. Sí pareció que le importaba hacer lo que, dicen, tuvo que hacer, sí parecía lamentar haber sido tan torpe como para llevarnos al desastre. Y uno echa en falta al menos esa hipocresía, si quieren, o educación, si prefieren, pero que yo optaré por llamar respeto, en un Gobierno que lleva demasiado poco tiempo para estar cansado de fingir.
Porque Zapatero, por encima de sus innegables defectos, sí supo mantener las apariencias. Sí pareció que le importaba hacer lo que, dicen, tuvo que hacer, sí parecía lamentar haber sido tan torpe como para llevarnos al desastre. Y uno echa en falta al menos esa hipocresía, si quieren, o educación, si prefieren, pero que yo optaré por llamar respeto, en un Gobierno que lleva demasiado poco tiempo para estar cansado de fingir.
Por eso, es justamente ahora, cuando la élite política ha decidido saltarse el único compromiso
con el que cumplían, cuando hay que plantarse de una vez. No me refiero, como
habrán podido adivinar, a la austeridad, ni a la buena gestión, ni al
compromiso, ni a la solidaridad, ni a la justicia, ni al control de gastos. No,
ahora que la élite política, representada por la hija de un presunto corrupto,
presunto estafador y presunto mafioso ha gritado “que se jodan” después de que,
incluso a los bien pensados, nos diera la impresión de que llevaban años
susurrándolo en voz baja, ha llegado el momento de decir basta. Porque, seguramente, la división entre “los
tontos y los malos” para los dos grandes partidos políticos es una simplicidad
solo apta para cerebros poco exigentes como el mío. Pero sí sé que nosotros,
funcionarios, parados, trabajadores, pequeños empresarios y ciudadanos ya sin pleno derecho no somos
los malos. Y nunca lo hemos sido. Así que dejemos de una vez de echarnos la
culpa unos a otros y busquemos a los verdaderos responsables. Esos que nos han
estado tratando demasiado tiempo como si fuéramos imbéciles. Y que no son solo
malos y tontos. Sino también pocos y cobardes. Que no se nos olvide.