Conocía a Marino González Montero
de la presentación de Palabras Menores de Juan Ramón Santos (vino en calidad de
editor -de calidad- del libro). Apenas sabía de él, pues, que era un hombre
amable, con buen gusto para la edición (del que hacía gala en de la luna
libros) y, como comprobé después de adquirir su libro “Sed” en La Puerta
Tannhäuser, dotado de una innegable capacidad lírica y gran calidad literaria.
También pude saber por la actividad de su Facebook que tiene energía y empeño
por sacar sus distintos proyectos adelante. Sin embargo, lamentablemente, me
perdí la representación de su obra Rojo y Negro en el Alkázar de Plasencia por
motivos de salud y, por ser un desastre, había extraviado también el tríptico
con toda la información del magnífico Mes del Libro que hemos disfrutado este
año en Plasencia. Así que fui a la (re)presentación de Sed con pocos datos pero
sin excesivas intrigas: daba por hecho que, como el 99% de las presentaciones,
consistiría en el prototípico esquema de presentación, contextualización y
lectura más o menos expresivas o apagadas de unos textos que, eso sí, ya sabía
que compensarían el viaje, el calor y las alforjas.
Sin embargo, me encontré
absolutamente de improviso con que Marino estaba flanqueado por un saxofonista (Claudio
Gutiérrez) y un actor (Francis Quirós) de auténtico lujo que convirtieron la
(re)presentación en un espectáculo sorprendente, vivo y que acabó de enfatizar
el nivel de los relatos de Sed.
Una jodida pena que un show de
tanta calidad fuera disfrutado por tan poca gente. Para los que se lo perdieron claro.
Pero, al fin y al cabo, como
recuerda el personaje de Tony Wilson en 24 Hour Party People, en la última cena
apenas había 13 personas, ¿no?
Vic...¡ alabados sean los asistentes a ese evento! Y ya sabes: vivan las minorías absolutas y los lujos baratos.
ResponderEliminarMe lo perdí( no se puede todo)y me alegro por ti.
Bss
My
¡Hola Myriam!
ResponderEliminarNo sé cómo no había visto tu comentario hasta ahora... Qué razón tienes en lo de las minorías y los lujos... En este caso he de decir que, aunque minoritario, fue un auténtico lujo que no tenía precio.
¡Un besazo y a ver si nos vemos pronto!