jueves, 29 de diciembre de 2011

José María Cumbreño: otro fracaso del sistema educativo

El sistema educativo tiene múltiples fallas, sirva uno mismo como ejemplo: soy licenciado en  Filología Hispánica y profesor de Lengua Castellana y Literatura, por lo que se presupone que debería tener unas mínimas nociones literarias. Craso error ya que, entre otras muchas lagunas, no conocía a José María Cumbreño, excelente poeta de 1972, hasta que mi paisano y amigo Víctor Martín Iglesias (excelente poeta de 1985 al que, me temo, habrá muchos licenciados en Filología Hispánica y profesores que, por desgracia, tampoco conozcan) me dijo a principios de verano: “tienes que leer esto”.


“Esto” era Retórica para zurdos, editado por la Editora Regional de Extremadura en 2010, y resultó ser una colección de aforismos, máximas, pecios y, en general, sabiduría a raudales expresada de forma rotunda y lírica en poemas breves e intensos como (válgame la analogía) chupitos de absenta macerados en Ambrose Bierce. Por el respeto que le tengo (y no debiera tenerle) a Víctor Martín no le freí el libro a subrayados, sino que fui copiando pacientemente casi poema tras poema en un archivo de Word que desde entonces tengo en el Escritorio de mi portátil. Alguno pensará en Hunter S. Thompson y en su supuesta obsesión tecleando una vez tras otra a Hemingway y Scott Fitzgerald para ver si se le pegaba algo, pero yo lo escribí una sola vez, no estaba drogado y dudo que se me haya pegado algo. Ojalá. Luego lo he leído muchas veces más y la gran mayoría estaba absolutamente sobrio. El archivo ocupa 26 KB y contiene citas para vertebrar casi cuanto artículo, poema o relato me encantaría pero no seré capaz de escribir, dopado o no, en mi vida. Valgan algunos ejemplos:

La muerte es un ser literario que, por encima de todas las cosas, odia las historias mal contadas o resueltas con precipitación.
No cree en dios: cree en la retórica.
De ahí su predilección por la guadaña, cuya hoja curva mata dando un rodeo.
(LA GUADAÑA Y LA MUERTE)

Ninguna palabra o fórmula que se copia en ella sobrevive a la clase siguiente.
Se borran por igual el problema y la solución del problema.
Escribir todos los días en una pizarra es el mejor antídoto contra la vanidad.
(PIZARRA)

Dicen que a quien le han amputado un brazo o una pierna le sigue doliendo de vez en cuando el miembro perdido.
Lo mismo que les ocurre a los poetas inéditos con los libros que no han escrito.
(AMPUTAR)

Por estas y por otras genialidades que omito, en cuanto vi Genealogías (editado, en esta ocasión, por Luces de Gálibo en 2011), otro libro de José María Cumbreño, en La Puerta de Tannhäuser de Plasencia (una librería-café que, si no conoce algún profesor, licenciado, parado o simple aficionado a la vida de Extremadura, no tiene perdón de Philip K. Dick ni de ningún replicante) no dudé en comprármelo: pocas veces he invertido 12 euros tan bien en un bar, al menos de golpe… Además, como este no es de Víctor Martín y a mí, obviamente, me conozco bien y, por lo tanto, no me tengo ningún respeto, sí lo tengo repleto de subrayados. No sé, por tanto, cuantos KB ocuparía. Sí sé, en cambio, que también me podría abastecer de citas para toda la carrera que nunca desarrollaré. Me temo que, de nuevo, poco se me ha pegado.



 Ojalá, porque Genealogías es un libro fabuloso que tiene muchos méritos y un solo defecto: me ha servido para decidir que es un error intentar juntar en uno los dos poemarios que creo tener semi-empezados hace un tiempo: Trabajos de amor disperso y Los papeles del divorcio y que, bien al contrario, si Cumbreño ha conseguido hacer un magnífico poemario casi monotemático, yo puedo, obviamente no hacerlo, pero sí intentar conseguir dos poemarios casi monotemáticos que resulten legibles. Por supuesto, si algún lejano día llegara a editarlos y ustedes tuvieran la compasión y el tiempo libre de intentar leerlos, no culpen a José María Cumbreño de que la vergüenza ajena resulte duplicada, porque él solo es responsable de versos tan inmensos como estos:

Resulta indiferente escribir para contar una historia
o escribir sobre el hecho de contar una historia.
Porque, en el fondo, de lo que se termina hablando
no es de lo contado, sino de quien la cuenta.
(UT PICTURA POIESIS. V)

La sed parece una invención del agua.
El imán duda de sí mismo.
Por lo que a mí respecta, no sé
si escribir es una forma
de complicarme la vida
o simplemente confundo la soledad
con mi miedo a estar solo.
(EL IMÁN Y LA SED)

Creo que, a estas alturas, sobra añadir “tenéis que leer esto”.

4 comentarios:

  1. Si te sirve de consuelo yo soy licenciada en Historia del Arte y tampoco le conocía... Gracias por presentarlo, habrá que leerlo ;)

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias, Víctor, por tus generosas palabras. Viniendo de ti son un regalo que aprecio en lo que vale. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Un placer, José María, y (conste) sin ninguna intención de homenajear al célebre Señor Lobo de Pulp Fiction, sino tan solo de reconocer lo evidentemente bueno.

    A la amable y anónima licenciada en Historia del Arte le digo que aquí tiene un "Greatest Hits" del señor Cumbreño bastante apetecible... que le hará decidirse a comprarse algo, bastante o todo:

    http://teoriasdelorden.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  4. Me dices unas cosas... ¡zalamero! Lo que es bueno es bueno, y entre esas cosas buenas destaca el Diccionario de Dudas, qué duda cabe :-)

    Víctor M.

    ResponderEliminar