lunes, 3 de octubre de 2011

El ciclo de la vida.

El entrenador del Atlético de Madrid en la presente temporada es un antiguo profesor de instituto que, al principio de su carrera deportiva, por pura vocación, se hacía muchísimos kilómetros después de sus correspondientes horas lectivas para poder entrenar gratis a equipos de Preferente, Regional y, posteriormente, cobrando (poco) de 3ª y 2ª B, sin ninguna garantía de estabilidad.
Ahora entrena en Primera División a un club de los llamados “históricos” de España; en los desplazamientos medianamente largos viaja en el avión privado del equipo, obviamente, no tiene que ejercer de profesor y cobra un sueldo inalcanzable para la mayor parte de la población española.
Sin embargo, aún hoy, en muchos aspectos, al menos aparentemente, Gregorio Manzano encarna el prototipo del profesor: tiene un talente supuestamente siempre educado y paciente e intenta que sus jugadores se sientan igual de valorados (aunque cuenten con características, procedencias y méritos diferentes). Estos  afirman que rara vez levanta la voz y, seguro, piensan, que a veces se le queda un tonillo didáctico entre simpático y repelente. Además, lleva gafas. También, cualquiera comprenderá que es ridículo pensar que Manzano solo trabaja cada semana la hora y media que dura un encuentro de fútbol: hay entrenamientos, visionado de partidos, estudio de los rivales y, seguro, vueltas y más vueltas en la cabeza de cara a qué táctica debe ser la más apropiada para transmitir a su grupo los conocimientos que deberían desembocar en los resultados deseables.
Por otra parte, cuando recibe críticas desde fuera, no se encara, no tuerce el gesto y sigue en su labor convencido de lo que está haciendo. A veces acierta y otras se equivoca. Por ejemplo, en mi opinión debería haber exigido un delantero centro de garantías para suplir a Falcao. Posiblemente, su planteamiento en el Camp No también fue equivocado. Quizás su sistema no se adapta del todo a las características de sus futbolistas. Pero parece dispuesto a esgrimir la paciencia como arma y el buen gusto como criterio. No sabemos cómo le saldrá. Pero sí sabemos que este verano defendió con ahínco que quería trabajar con una plantilla corta. Y ahí sí que podemos decir que sabía de lo que estaba hablando.
Muchos críticos con el trabajo del profesorado dirán que de lo que es un magnífico ejemplo Gregorio Manzano es de que al profesor le sobran horas por todas partes y, por tanto, no pasa nada por aumentar su jornada laboral. Al fin y al cabo, ¿qué son dos horas cuando un profesor podía pegarse tres de coche y dos de entrenamiento cada tarde?
Otros, pensarán que Gregorio Manzano encarna la situación actual de los profesores: intentar salir pitando lo antes posible a otra profesión en la que se nos valore más y se nos pague mejor ahora que se avecinan tiempos aciagos.
Para mí, sin embargo, es principalmente un símbolo de la constancia que debemos intentar mantener en nuestro trabajo. Dispuestos a coger el coche para intentar hacernos con un grupo en cualquier momento, incluso con el curso empezado y tratando de emplear una didáctica diferente. Ajenos a las críticas y convencidos de lo que estamos haciendo. Con mucho sacrifico. Porque antes o después se valorará este esfuerzo. No por la sociedad, que bastante tiene con lo suyo y, cuando las cosas vienen mal dadas, es lógico que recurra al desahogo con las víctimas fáciles (“Manzano, vete ya” o “que paguen los funcionarios”) sino, por la opinión que de verdad debe influirte: la de tu plantilla.
Aunque, como bien sabe Gregorio Manzano y cualquiera que tenga dos dedos de frente, es más fácil lidiar con un grupo heterogéneo de veinte seres humanos que con uno de treinta y cinco. A él al menos le han dejado esta posibilidad. Sus antiguos compañeros de profesión, que tampoco trabajamos solo las 19 horas de clase, que hemos visto reducido nuestro sueldo y que también intentan que acabemos siendo el blanco fácil de una sociedad crispada (es más fácil echar a un profesor que plantearse una reforma educativa o económica) lo tenemos mucho más difícil.
Y es principalmente por esto por lo que tenemos que protestar. Manteniendo la educación y los valores que queremos transmitir. Pero con firmeza. Porque si nos quitan la posibilidad de tratar a nuestro equipo de seres humanos de la forma más equilibrada y justa posible, es muy probable que la educación española, tras una mejora insospechada hace años (casi tanto como la de Manzano), comience su periplo hacia una categoría de Regional o Preferente. Y de ahí será muy difícil salir.

Víctor Peña Dacosta
Profesor interino de secundaria

No hay comentarios:

Publicar un comentario