A los veintiún años (tarde, como siempre) descubrí un poemario que me dejó completamente alucinado: se titulaba Usted y su autora era Almudena Guzmán. Como habrán podido deducir a poco que hayan (h)ojeado el blog, yo no tengo ni la más remota idea de poesía, así que imagino que poco les importarán mis opiniones al respecto. He de precisar, sin embargo, que dicho poemario debía estar aceptado como, al menos, "de interés", pues formaba parte de la asignatura cuatrimestral "Poesía Española del s. XX" (de 6 créditos) impartida por el profesor Luis García Jambrina en la Universidad de Salamanca.
Años después, al revisar, en extraño ejercicio de nostalgia, los apuntes de dicha materia, apareció una hoja que recogía fotocopiados algunos fragmentos de Usted con unos subrayados aparentemente aleatorios que, luego, al hacer memoria, se destaparon como reveladores. Gracias al recuerdo erótico y melancólico de aquellos ratos, escribí este poema que, en definitiva, es un simple canto al aprovechamiento de las distracciones en clase y un mínimo homenaje a Almudena Guzmán y Luis García Jambrina, entre otros, por haberlo hecho posible.
Han pasado cinco años y medio desde entonces y no sé cuántos créditos supone "Poesía Española del S. XX", si la sigue impartiendo García Jambrina o si Almudena Guzmán es aún objeto de estudio. Pero sigo leyendo Usted (como diría Bolaño: a menudo, de rodillas). Aunque, a decir verdad, lo fundamental que podía enseñarme lo aprendí en aquella clase.
-A Usted. En desobediencia.
Y a Almudena Guzmán y Luis García Jambrina. En deuda.
Su recuerdo es como la fe de aquella
infancia
Casi nunca usaba minifalda
Rota al mismo tiempo que mis braguitas en
el último
Pero ese día hubo suerte
Y mientras Jambrina,
Tobogán
Con su voz de jesuita fumado
Iba recitando cansinamente
No duele, sólo desespera un
poco,
Nosotros fingiendo fingir
igual que esas faldas
Estar concentrados
Cortas después
de la fiebre
Íbamos subrayando
el beso a la oreja
las palabras clave
la oreja a la boca,
Con sonrisa pícara de niños malos:
la boca a las medias
porque las rompe,
demasiado concentrados
demasiado concentrados
como para andar fijándonos
las medias al...
en puntos suspensivos.